Sobre el reciente comunicado del ministerio de Defensa, en relación con la denuncia de oficiales de alto rango—por la vía legal— a sus superiores, su verdadero valor radica en el mensaje doctrinal que proyecta hacia las Fuerzas Armadas y hacia la sociedad.
En primer lugar, la comunicación oficial cumple con un propósito esencial: informar sin comprometer el debido proceso. El Ministerio describe la situación con un lenguaje formal y técnico, apegado a la Constitución y a la Ley Orgánica, así como a los reglamentos vigentes, evitando juicios de valor que puedan afectar la investigación.
Esta prudencia preserva la integridad institucional y protege la confianza en los procedimientos militares y su apego irrestricto al debido proceso.
Detrás de las palabras formales, hay un mensaje subliminal que los miembros de la milicia comprenden de inmediato: la disciplina es la columna vertebral de la vida militar, y la lealtad institucional no es opcional.
La relación entre un superior y su subalterno no es comparable a la dinámica laboral civil; por su naturaleza, se fundamenta en principios tan exigentes como los de un sacerdocio.
La autoridad, una vez cuestionada públicamente por un subordinado, sufre una fractura que debilita la cohesión y la eficacia operativa.
Ahora bien, este principio no significa que los delitos y las faltas queden sin sanción. Al contrario, la ley debe cumplirse sin contemplaciones, y las responsabilidades asumidas deben afrontarse con rigor.
La esencia de la defensa y la seguridad nacional va más allá de casos particulares: es un concepto integral, destinado a fortalecer la paz, para que la nación siga viviendo en un clima de seguridad y pueda mantener el rumbo del progreso.
El mando se ejerce para servir, no para servirse.
En definitiva, el comunicado del ministerio de Defensa no solo da cuenta de un caso concreto, sino que reafirma un mensaje que debería ser inalterable: la milicia, como un sacerdocio, exige entrega total, respeto absoluto a la cadena de mando, y compromiso con la patria por encima de cualquier interés personal.
La disciplina, la subordinación al poder civil y la correcta designación de mandos íntegros y capaces, así como el cumplimiento estricto de la ley, son las estructuras que sostienen la indispensable moral y la eficacia de las Fuerzas Armadas. Sin ellas, la nave de la defensa nacional pierde el timón y se expone a la deriva.