“ Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.” José Martí
La misión de un presidente
Los presidentes son instrumentos de fuerzas sociales llamados por la historia a solucionar problemas sensibles que afectan en una coyuntura determinada a una nación. Del éxito o no en la solución de esos problemas depende la evaluación histórica del gobernante. Fue así como al presidente electo Danilo Medina le fue encomendada la misión histórica de solucionar un conjunto de problemas que por años había padecido nuestro país.
El primer problema que debía enfrentar era saldar una vieja deuda social que se había acumulado por décadas, que consistía en la disminución de la pobreza y la desigualdad, en la mejora de la educación y la salud, en acabar con los apagones, en dar mayor acceso a la vivienda, al crédito y a los servicios del Estado, y en reducir sustancialmente la inseguridad ciudadana. Todo lo anterior debía combinarse con mantener la estabilidad y el crecimiento económico, y continuar la modernización y la inserción internacional que se habían convertido en el sello distintivo de los gobiernos del PLD.
Un crecimiento con justicia social
Según datos del Banco Mundial, el crecimiento promedio anual del PIB durante sus gobiernos (hasta 2019) fue del 6.0%, cinco veces mayor que el de América Latina y el Caribe, que fue de sólo 1.2%. Ese crecimiento aumentó la riqueza nacional de 60 mil millones de dólares en 2012 a 89 mil millones en 2019. Asimismo, logró una profunda disminución de la pobreza general al pasar de 42.2 por ciento en 2012 a 21.0 por ciento en 2019 y la pobreza extrema del 11.1 a sólo el 2.7 por ciento. El salario mínimo promedio pasó de 7,583 pesos en 2012 a 13,482 en 2019 y el ingreso per cápita de 5,790 dólares por habitante en 2012 a 8,100 en 2019. También logró una importante reducción de la desigualdad, pues el índice de Gini pasó de 0.48 a 0.43 al terminar su gobierno. Del mismo modo hubo una casi radical disminución de los índices de inseguridad ciudadana al pasar de 22.8 homicidios por cada 100 mil habitantes en un año en 2012 a sólo 9.5 homicidios en 2019.
Además, se amplió y mejoró en forma contundente la infraestructura vial en todo el territorio nacional, y cumplió la vieja promesa de acabar con los apagones en la mayor parte del país. Todo lo anterior se logró con una inflación baja, una tasa de cambio estable y un déficit fiscal controlado, lo que garantizó una estabilidad macroeconómica sin sobresaltos. Todas esas estadísticas, entre muchas otras, estaban entre las mejores de América Latina.
La trisyuntiva del Presidente
Sin embargo, el Presidente, asumió la idea de continuar en el poder, pero, aunque la economía iba bien, las condiciones subjetivas habían cambiado, pues una nueva clase media mayoritaria emergía con nuevas exigencias que había que interpretar y atender. Podemos decir, que la idea de un tercer período consecutivo abrió una caja de pandora que terminó erosionando la cohesión del Partido y la imagen del gobierno. Aunque durante los primeros 7 años el presidente Medina logró interpretar correctamente los problemas de su sociedad, en el último año, le fue difícil interpretar el momento político y el ánimo del país.
“Pero la historia tiende a culpar de los fracasos más a los líderes que a las circunstancias”. Al final de su mandato, al igual que otros gobernantes dominicanos que le precedieron, el presidente Medina se vio en la trisyuntiva de: o intentar un tercer período modificando la Constitución, o dejar que ganara su principal rival interno, o promover un candidato de su entorno que continuara su obra y le permitiera un descanso tranquilo fuera del poder. Y el Presidente, luego del fracaso de lo primero, optó por lo tercero al igual que lo habían hecho Lula, Correa y Uribe.
Claro está, que el fracaso de una apuesta tan riesgosa trajo como consecuencia la división del Partido y la victoria electoral de la oposición. Al final, una combinación del azar, errores de interpretación, diferencias políticas mal manejadas, falta de flexibilidad, un candidato con pocas habilidades comunicativas, un liderazgo opositor combativo, la indignación generada por algunos casos de corrupción especialmente el caso ODEBRECHT, una sociedad civil en las calles, el cansancio natural de 16 años consecutivos en el poder y la intervención del gobierno de Estados Unidos le jugaron en contra a la apuesta del presidente Danilo Medina.
Un líder de centroizquierda liberal
Aunque nunca se promovió como un líder ideológico, en la práctica, fue un presidente de centroizquierda liberal que, no sólo disminuyó profundamente la pobreza, sino que se puso del lado de los grupos vulnerables y de aquellos a los que se les negaban derechos; pues se opuso y vetó un código penal que no incluía las tres causales y que criminalizaba a la mujer, le otorgó un estatus migratorio a miles de migrantes despojados de derechos con la promulgación de la ley 169-14, empoderó como nunca antes a las organizaciones comunitarias y a las MIPYMES mediante préstamos baratos y ayudas del Estado y amplió los programas de distribución de renta condicionada como la tarjeta Solidaridad.
Con el 4 por ciento y la tanda extendida inició la transformación educativa al aumentar la cobertura escolar, la cantidad de aulas, las horas de clases, la utilería, la alimentación, las guarderías infantiles, la educación inicial, así como el salario de los maestros. Con estos avances, se disminuyó la sobrepoblación escolar, la repitencia, la deserción, las deficiencias cognitivas y el analfabetismo, además de aliviar la carga financiera de los hogares, especialmente aquellos dirigidos por madres solteras. Todo lo anterior, dejó sentadas las bases imprescindibles para que sus sucesores avanzaran en la calidad educativa.
Asimismo, integró casi a la totalidad de los pobres al seguro nacional de salud, creó el primer sistema efectivo de respuesta a emergencias del país con el 9-1-1, dejó terminado o muy avanzado la remodelación y equipamiento de la mayoría de los hospitales y de los centros de diagnóstico del país, además de construir más de 100 mil viviendas, más que todos los gobiernos que le precedieron juntos (ver informes de la ONE).
Su legado histórico
Esas estadísticas económicas y sociales superaban en la mayoría de los casos a los mejores gobiernos de izquierda de América Latina como los de Lula, Correa o Evo Morales, algo extraordinario si tomamos en cuenta que el presidente Medina lo hizo sin contar con el gas y el petróleo con que contaron esos líderes (comparar estadísticas).
Asimismo, manejó la política exterior con dignidad, y sin servilismo, supo defender los intereses del país en el exterior (ver apertura de relaciones con China en la era Trump). Además, aunque algunos subestimaron su liderazgo, logró, que tanto él como sus políticas, alcanzaran los más altos niveles de aprobación popular en nuestra historia reciente (comparar encuestas).
Se puede afirmar, que sus años en el poder se convirtieron en una década ganada, cuando en la mayoría de los países de la región esa misma década se consideraba perdida (comparar crecimiento de 6.0% frente al 1.2% de la región). Asimismo, el haber logrado combinar crecimiento, estabilidad e inclusión sin contar con petróleo, sin populismo económico, en democracia y con una de las más bajas tasas de recaudación fiscal del continente, se puede catalogar como una hazaña singular en América Latina. Además demostró, que la inversión social, y no sólo la inversión en infraestructura, podía generar crecimiento y desarrollo.
Aunque quizás, su mayor legado consistió en haber dejado una sociedad humildemente acomodada donde la clase media, con sus diferentes capas, se constituyó en el núcleo social más grande del país (ver sobre este tema informes del Banco Mundial). Finalmente, a juzgar por las estadísticas más arriba presentadas, podemos concluir que, a su salida del poder, el presidente Danilo Medina dejó un país mucho más grande, fuerte y respetado que el que había heredado, cumpliendo así la misión histórica que se le había encomendado.
El juicio de la historia
Sin embargo, independientemente de las emociones que despierta el accionar de un gobernante, ni sus luces ni sus sombras, ni mucho menos los datos duros de sus logros se pueden borrar ni ocultar; y de acuerdo a la experiencia de la historia, serán esos datos incuestionables y no la pasión del momento lo que prevalecerá en el tiempo, ya que la historia suele escribirse sin la descarga emocional del pasado, pues se escribe basada en hechos, documentos, pruebas y estadísticas frías que recoge un historiador que no vivió las contradicciones ni las diatribas del momento.