Para los sirios desesperados por salir de su país devastado por la guerra, un simple mensaje de WhatsApp que diga «Quiero ir a Europa» alcanza para viajar hasta Libia y, desde allí, emprender una peligrosa travesía del Mediterráneo que les puede costar la vida.
Al menos 141 sirios se encontraban a bordo de un barco que en junio zarpó del país norafricano y se hundió en frente a las costas de Grecia. Sólo un centenar de los 750 viajeros sobrevivió.
La AFP habló con traficantes y migrantes sirios sobre este viaje hacia Libia, donde los viajeros malviven en condiciones lamentables antes de cruzar el Mediterráneo central, la ruta migratoria más mortífera del mundo.
Todos ellos pidieron anonimato por miedo a represalias.
VENDEN SUS CASAS Y SE VAN
«Cerramos todo por teléfono», declara por WhatsApp a la AFP un traficante en Daraa, en el sur de Siria.
Esta provincia, cuna del levantamiento en 2011 que degeneró en una sangrienta guerra civil con medio millón de muertos, sigue sumida en la inestabilidad a pesar de haber vuelto a control del gobierno en 2018.
«Pedimos una copia del pasaporte y les indicamos dónde depositar el dinero», añade el hombre. «Enviamos un grupo cada mes. La gente vende sus casas y marcha», explica.
Los eventuales emigrantes envían el dinero – más de 6,000 dólares por persona – a través de una oficina de cambio que cobra una comisión.
El traficante asegura que él recibe el dinero cuando los migrantes llegan a Italia, pero rechaza desvelar sus ganancias. El trayecto en barco lo organiza un socio suyo en el este de Libia.
En este país hundido en el caos hay dos gobiernos que se disputan el poder: uno en Trípoli, en el oeste, reconocido por la ONU y respaldado por Turquía, y otro en el este liderado por Khalifa Haftar, que mantiene relaciones con Damasco.
«NOS HUMILLABAN»
Una agencia de viajes en Daraa dijo a un periodista de AFP que se hizo pasar por un migrante que el viaje clandestino costaba 6,500 dólares.
En este precio se incluía el pasaje de avión, un documento para entrar al este de Libia, la recepción en el aeropuerto, el transporte, el alojamiento, un viaje en barco a Italia y un chaleco salvavidas, dijo la agencia contactada por WhatsApp.
La agencia garantizó que el alojamiento es «en un hotel o en un apartamento amueblado», pero los migrantes sirios contactados por la AFP aseguran que estas promesas raramente se cumplen.
Varios explican que los instalaron en almacenes abarrotados donde se propagaban las enfermedades, vigilados por guardias armados que los agredían o extorsionaban.
Omar, de 23 años y originario de la provincia de Daraa, tomó prestados 8,000 dólares para salir de «un país sin futuro».
Ahora, desde Alemania, cuenta que pasó dos semanas encerrado en un hangar cercano a la costa del este de Libia con otras 200 personas.
«Nos maltrataban, nos gritaban, nos humillaban y nos pegaban», recuerda el joven. Además, apenas les daban escasas raciones de arroz, pan y queso.
El día de la salida, «una veintena de hombres armados nos forzaron a correr» del hangar hacia el mar. «Nos golpeaban con la culata de sus fusiles», explica. «Cuando llegamos a la orilla, estaba agotado», continúa.
MERCENARIOS
Las personas que quieren emigrar también encontraron un subterfugio para llegar al oeste de Libia desde Turquía, aunque este país bloqueó el paso a los sirios, privándoles de la que era su principal ruta migratoria.
En el norte de Siria controlado por grupos rebeldes proturcos, un hombre que recluta a combatientes afirmó que había introducido migrantes en Libia haciéndolos pasar como mercenarios proturcos.
«Cada seis meses aprovechamos la rotación de combatientes para enviar gente con ellos», dice este captador a la AFP.
Se trata de sirios de las provincias de Alepo e Idlib, parcialmente controladas por la oposición, «sobre todo quienes viven en los campos de desplazados», explica.
Registrados como «combatientes», los migrantes sirios tienen derecho a un «salario» pagado por los turcos de alrededor de 2,500 dólares.
El grupo armado contrata a casi la mitad. El resto se van con él y disfrutan de un viaje gratuito, explica el reclutador.
Los migrantes deben transitar por campos de grupos favorables a Ankara antes de pasar a Turquía y de allí ir a Trípoli. Allí, pasan por campos de milicias sirias antes de entrar en contacto con los traficantes, que les piden 2,000 dólares para llevarlos a Italia, dice la misma fuente.
La ruta en las zonas controladas por el régimen sirio hacia Libia pueden ser más tortuosas, porque los tratantes deben cubrir sus huellas, dice el traficante de Deraa.
La AFP pudo ver un billete de avión en grupo para una veintena de migrantes sirios que fueron a Líbano por vía terrestre, desde donde embarcaron hacia un país del Golfo, después a Egipto para finalmente llegar a Bengasi, en el este de Libia.
También existen vuelos directos de la empresa privada siria Cham Wings entre Damasco y Bengasi.
Esta aerolínea entró en 2021 en una lista negra de la Unión Europea por su presunta implicación en el traslado de migrantes clandestinos hacia Bielorrusia, pero en julio de 2022 levantaron las sanciones.
Cuestionado por la AFP, Osama Satea, un portavoz de Cham Wings, aseguró que la empresa transportaba únicamente personas con documentos de viaje y una autorización válida para Libia.
«NO LO HAGAN»
Los sirios necesitan un permiso de las autoridades locales para entrar a Bengasi, pero esto no es un problema para el traficante de Daraa: «en Libia, como en Siria, pagar a los responsables de seguridad puede resolverlo todo», afirma a la AFP.
«Tenemos a un chico en el aparato de seguridad que obtiene las autorizaciones en un abrir y cerrar de ojos», asegura.
Según el relato de los migrantes, un acólito de los traficantes, a veces un agente de seguridad, los escoltaba fuera del aeropuerto de Bengasi.
Una autorización de seguridad consultada por la AFP con una lista de 80 sirios llevaba el logo de las fuerzas del mariscal Haftar, el hombre del fuerte del este de Libia.
Al llegar a este país del Magreb, los sirios pueden aguardar semanas o incluso meses antes de aventurarse en la etapa más peligrosa del viaje.
El Mediterráneo central es la ruta migratoria más peligrosa del mundo con más de 20.000 muertos desde 2014, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Entre los supervivientes del barco que naufragó en junio frente a Grecia se encontraba un sirio de 23 años, que pagó más de 6,000 dólares por el viaje.
«Sabía que asumía riesgos, pero no me esperaba esto», dice a la AFP el chico, ya desde Europa.
En su recuerdo han quedado grabadas las peleas por agua y comida que causaron seis muertos durante la travesía o la necesidad de beber agua de mar a partir del quinto día de trayecto.
«Quería dejar la guerra detrás, vivir mi vida y ayudar a mi familia», afirma. «Pero hoy digo a quienes quieran marchar de la misma manera: ‘No lo hagan'».