La Navidad llegó, pero no para todos trae luces y mesas servidas. Para Gladys Corniel Gómez, de 76 años, esta época solo reafirma una realidad que arrastra desde hace años: pobreza, abandono y la espera interminable de una pensión que nunca llega.
Sentada en su humilde vivienda del sector Palmarito, Gladys accede a contar su historia. Habla despacio, con la voz gastada por el tiempo y por las carencias. Su piel oscura refleja el paso de los años y las dificultades de una vida que, como ella misma dice, “no ha sido color de rosas”.
“Para otra gente la Navidad está buena, pero para mí no”, afirma sin rodeos. En su casa no habrá cena de Nochebuena, ni regalos, ni brindis. “Hoy no he hallado nada. No tengo nada. Ni para cocinar, mucho menos para preparar la tradicional cena”, confiesa con franqueza.
Sus necesidades son tan amplias como los años que carga, pero Gladys no pierde la fe. Asegura que se aferra a Dios y a la esperanza de que alguna “buena alma” pueda hacerle posible una Navidad distinta a la que hoy le espera, mientras en otros hogares del barrio se preparan para la celebración.
una pensión que no llega
Desde hace años, Gladys ha intentado obtener una pensión que le permita cubrir lo básico: alimentos, medicinas y servicios esenciales. Ha tocado puertas, ha entregado papeles y ha esperado respuestas que nunca llegan.
“Me he cansado de buscar y no he encontrado nada. Ni pensión, ni bono, ni ayuda”, relata con resignación, aunque sin perder del todo la esperanza de que esa ayuda llegue antes de que se le agoten las fuerzas.
En la actualidad, sus únicos ingresos provienen de una tarjeta de asistencia social, con la que recibe alrededor de RD$1,600 mensuales, y una ayuda de RD$1,000 que, según explica, le entregaba la Junta de Distrito Municipal de La Guázara, el poblado en donde nació hace 76 años, pero que le fue retirada tras un cambio de autoridades. “Eso es todo lo que entra aquí”, subraya.

En la vivienda residen tres personas. Ninguna cuenta con empleo formal. Uno de sus hijos está enfermo y no puede trabajar, lo que agrava la situación económica del hogar. “Tengo un muchacho enfermo, y los otros no ganan nada. Aquí sobrevivimos como podemos”, dice.
A la precariedad se suman los problemas de salud propios de la edad. Gladys asegura que ha perdido gran parte de la visión, lo que limita aún más su capacidad para valerse por sí misma. “Ya yo ni veo bien”, lamenta.
Con una frase que resume su dolor, afirma: “Yo soy huérfana del gobierno”.
En medio de una Navidad marcada por el consumo y la celebración, el testimonio de Gladys recuerda que aún hay dominicanos para quienes la fecha transcurre en silencio, con la esperanza de que, algún día, el Estado los vea.
Mientras tanto, lo que más urge es que alguna institución, empresa o persona de buen corazón haga posible que esta mujer pueda, al menos, tener lo necesario para compartir una cena de Nochebuena.
Gladys hizo un llamado al presidente Luis Abinader y a las autoridades. Dice que no pide lujos ni privilegios. Solicita lo básico. “Que me ayuden, que me pongan una pensión. Yo soy vieja y pobre. Eso es lo que yo necesito”, expresa.
Adultos mayores.
La historia de Gladys Corniel Gómez no es un caso aislado. Refleja la situación de muchos adultos mayores que enfrentan la vejez sin ingresos suficientes, dependiendo de ayudas o de la solidaridad ajena.