La entrega de hoy es una historia compartida. Una madre y su hija que, en lo personal están unidas por el amor materno y, en lo profesional, por ser colegas. Ambas son gineco-obstetra y han querido compartir con los lectores de LISTÍN DIARIO lo que han vivido antes de tener la misma profesión, y lo satisfactorio que ha sido traer al mundo juntas, a cerca de 200 bebés.
Para contar su historia visitaron este medio. Minerva Cordero y Lenny Capellán llegaron con sus batas puestas para, terminada la entrevista, ir ¡manos a la obra! El deber las esperaba, pero su deseo de compartir su hermosa historia las llevó a “robarle” un poco de tiempo a las mujeres que ponen en sus manos su salud femenina y reproductiva.
Desde el principio se advirtió que hay química entre ellas, con todo y que doña Minerva tuvo que ponerse “mano dura” con Lenny. “Oh, ella lo que quería estudiar era dizque computadora en un momento en que la gente lo que anda era con una máquina para arriba y para abajo”. La hija la mira y se ríe con un gesto que le daba la razón.
La madre le dijo que estudiara Derecho, Arquitectura o Ingeniería, pero ella no se motivaba. “Como no se decidía, le dije: ‘Es más, tú vas a estudiar es medicina’. No le quedó otra que inscribirse en la universidad a estudiar la carrera. Nunca le dije que se especializara en Ginecología, eso lo decidió ella, y me hizo muy feliz”. Al contar esta parte sus ademanes logran evidenciar con qué autoridad le habló a su hija en aquel momento.
Hoy se lo agradece
Lenny salió muy joven del bachillerato y, por lo tanto, ya a los 17 años cursaba la carrera de medicina. “Al principio no fue fácil. Me inscribí en la Unphu, en Intec, en la UASD, volví a Intec y terminé yéndome para Unibe, y ahí me gradué”. Se invistió en 1998.
No podía darse el lujo de reprobar materias. No venía de una familia de amplios recursos económicos y “quemarse” representaba un mayor gasto para su madre que, desde que ella era una niña, se convirtió en madre soltera de Lenny y su hermano Olivio, hoy arquitecto. Su papá murió cuando ella tenía siete años.
Un dato curioso en esta historia por partida doble, es que, ya a los 17 años, Lenny entraba al quirófano con su madre. “Fue como a esa edad más o menos que participé en el primer parto”. ¿Pasando instrumento y eso? Se le pregunto para saber qué hacía una muchachita tan joven en un proceso de esa naturaleza. “Sí, los pasé, y me desmayé también”. Se ríe al dar esta respuesta. Es decir, ella y su madre Minerva, de 75 años ya, vienen trabajando juntas desde ese momento.
Quedando claro que fuiste inducida a estudiar medicina, ¿te arrepientes de haberte dejado llevar por tu mamá? “Para nada. Se lo agradezco, de esto vivimos y hemos podido salir adelante y superarnos juntas”. ¡Y cómo no agradecerlo! En la medicina no sólo encontró un medio de vida y de dar vida, sino que en ella también consiguió la forma de convertirse en madre.
Tiene cuatrillizos
Gracias a las peticiones de su mamá, de que le diera nietos, Lenny tomó la decisión de complacerla. “Yo la veía que sólo estaba metida en su carrera y en seguir estudiando y nada de casarse, y le decía, yo quiero que tengas tus hijos, porque nosotros somos pocos, no quiero irme de este mundo dejándote sola. Cásate, busca una pareja, o sométete a un proceso In vitro”. Le hizo caso.
“Me sometí a este tipo de fecundación, y gracias a Dios el resultado fue positivo”. La cita es de Lenny, pero la termina su madre Minerva: “Cuando vimos que salió como esperábamos, ella dijo: ‘si es varón se llamará Antonio Jesús’, pues creíamos que era un sólo bebé”.
Para sorpresa de todos, el embarazo resultó ser de cuatrillizos. Hoy día, Minerva Sophía, Abril Elina, Antonio Jesús y Olíver Moisé tienen 13 años, llenan de amor a estas dos mujeres.
Aunque no todo ha sido color de rosa, madre e hija han sabido respetarse mutuamente
En la hermosa relación que llevan estas colegas que son madre e hija, también ha habido desaciertos. “Recuerdo en una oportunidad que Lenny me dijo que no iba a seguir estudiando, eso acabó conmigo, me tumbó los ánimos, pero no me di por vencida. La dejé tranquila, y de algún modo la motivaba”. Esta es una las etapas en las que reconoce doña Minerva que ella la hacía llorar.
Lenny refuerza este desahogo. “Es cierto, yo era medio rebelde, en ese momento duré un año sin estudiar, pero fue algo positivo. Ahí me di cuenta de que en realidad sí quería continuar con la carrera y ser una ginecóloga como mi mamá. Hice mi mayor esfuerzo y lo logré”. Su actitud merece un aplauso. Para entonces era menor de edad.
“Antes de tener 18 años, me la llevaba y la entraba al quirófano para que fuera aprendiendo y, que para cuando le tocara su pasantía estuviera bien preparada”. Y de mucho provecho que le ha sido. Aunque juntas han asistido a alrededor de 200 embarazadas, por separado, han perdido la cuenta de los tantos partos que han hecho.
Llama mucho la atención saber de si su madre, que ha atendido a tantas embarazadas, tuvo el privilegio de traer al mundo a sus cuatro nietos. “Fue una pena para ambas. Por la complejidad del embarazo, me fui a Estados Unidos y, cuando se presentó la emergencia de hacerme la cesárea, ella no pudo llegar a tiempo”. Ambas se lamentan, pero tienen plena consciencia de que las cosas salen como Dios las dispone.
Los amamantó a los 4
Gracias al Señor, como ellas mismas dicen, Lenny fue bendecida en su maternidad. “Di mucha leche, pude amamantarlos a los cuatro. En principio, a tres de ellos sólo le daba leche materna. A Oliver no, porque fue el que nació con más bajo peso y duró dos meses en el hospital. Hubo que darle fórmula. Los demás duraron sólo 15 días internos”. Uno nació de cuatro, dos de tres y uno de dos libras y pico. En total, ella tenía unas “14 libras de bebés” en su vientre.
Hoy ellos son la razón de ser de estas dos mujeres. Lenny, una madre entregada que para tener mayor contacto con ellos, tiene su consultorio y casa cerca del colegio de sus hijos. Doña Minerva, una abuela “derretida” que tienen en su celular más fotos que la mamá.
Una anécdota jocosa
Conocido el origen de la carrera de Lenny, había curiosidad por saber cuál es el de la madre. No tardó en explicar con cierta gracia. “Yo soy de campo, soy de Loma de Cabrera, y siempre, desde muchachita le decía a mi mamá que yo iba a ser médico”. Hasta todo bien, regularmente desde pequeña, la gente dice lo que quiere ser en torno a estudios.
Lo curioso es que, doña Minerva no sólo se sentía inclinada por la medicina en sí, sino por la Ginecología, área que tal vez no conocía, pero que sin darse cuenta practicaba, pues guardando la distancia, ella ayudaba a su mamá con los partos de las puercas. “Yo recuerdo que tenía como ocho o nueve años y la veía haciéndoles el parto a las puercas y me ponía con ella a ayudarla”. Se ríe porque no hace tanto que descubrió que fue ahí donde nació su pasión por traer vida al mundo. Lleva casi 40 años de ejercicio.
Superación
Como dice al principio, estas dos mujeres le han sacado mucho provecho al dicho: “en la unión está la fuerza”. Juntas han podido superarse y, aunque tienen autorización para realizar sus partos en clínicas reconocidas, ambas poseen su centro de consultas y estudios propios de la mujer.
Con esfuerzo y gran dedicación fundaron la Unidad Ginecológica Diagnóstica, donde dan servicio en pro de la salud de la mujer. Orgullosa, la madre que trabaja también en Baní, no pierde la oportunidad de dejar por sentado: “Yo le creé la plataforma a ella y me siento muy bien porque no ha sido en vano”. Se miran y muestran una complicidad que sin duda, debe ser la que le otorga en éxito cuando entran al quirófano.