Son muchos los prejuicios y estereotipos que implica el llevar la música más allá del ocio y que se convierta en un objetivo profesional a tiempo completo. Sin embargo, emergen historias de pasión y perseverancia que terminan en éxitos. Una de estas historias es la de Ezequiel Frías, hoy un destacado flautista y saxofonista dominicano.
Su pasión ha cruzado fronteras. Su pericia por la flauta, que es su instrumento estrella, lo llevaron a Europa junto a la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil RD en 2019, donde se presentó en escenarios de Alemania y Francia, en las ciudades de Berlín, Hamburgo, Lubeck, París y Sens. También forma parte de congresos y talleres latinoamericanos de música, en países como Colombia y Brasil.
Bajo el nombre de “Ezetumbao”, se ha vuelto una sensación en redes sociales, donde comparte interpretaciones musicales peculiares, que van desde el dembow más pegadizo, hasta piezas de música clásica y de jazz.
También divulga curiosidades de la historia de la música dominicana y en especial expresa opiniones y puntos de vista controversiales que generan conmoción entre sus miles de seguidores.
Originario del barrio Los Guaricanos, Ezequiel siempre supo que su futuro se vería diferente al de los demás. Desde temprana edad, fue un estudiante sobresaliente en las artes y sorpresivamente, también en los números, llegando a ganar premios y a participar en competencias de matemáticas a nivel nacional.
Aunque amaba la música, él no la percibía como una posible carrera profesional. «Yo entendía que de eso no se vivía porque era la información que yo tenía en el momento. Yo no conocía a ningún músico cercano que viviera de la música. Entonces no todo el mundo es un Rafael Solano o un Juan Luis Guerra; esas son cosas que en ese momento yo las veía súper lejos», revela
En su adolescencia, debido a su destreza en los números, decidió cursar la carrera de redes de la información en el Instituto Tecnológico de las Américas (ITLA) y logró obtener una beca para la misma. Esta era la opción más segura a los ojos de su familia y de su entorno. “Yo sé de música y sé de matemática, quiero ambas cosas. Quiero más la música que la matemática, pero tengo más información y más experiencia con personas cercanas que viven de la matemática que de la música”, comenta. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que se diera cuenta de que su vocación y propósito en la vida estaban en otro lado.
El punto de inflexión llegó durante una conversación con su primo, quien estudiaba lo mismo que él y con quien discutía en ese momento de la carrera: «Me di cuenta de que lo que yo estaba viendo en los ojos de mi primo era lo que la gente veía en mí cuando yo hablaba de música», dice.
Ezequiel, pese a toda presión familiar, decide seguir su vocación y abandona la beca, su carrera y las expectativas que tenían todos a su alrededor sobre lo que él debía hacer. Se queda únicamente estudiando música en la UASD, carrera en la que se había inscrito tiempo después a la vez que cursaba el ITLA. Aún así, nunca sospechó que lo que parecía el fin de su dilema, fue tan sólo el principio de una de las etapas más oscuras a la que se tuvo que enfrentar.
“¿Qué pasa? Que cuando me quedo en la UASD y veo el pensum… veo que no hay una orquesta de vientos, que no hay un profesor que me enseñe a tocar flauta… ¿Cómo yo le digo ahora a mi familia que no estoy aquí?”
“Yo te puedo decir que eso es lo más cerca, que yo he estado conscientemente de una depresión… En ese momento yo empecé a ir a la universidad para que mi familia creyera que yo estaba estudiando. Yo inscribía sólo una materia, a veces iba y a veces no iba, pero yo duraba el día entero en la universidad haciendo nada… Yo duré más de un año en eso”. Ezequiel se encontraba en un “verdadero abismo», sin saber cómo decirle a su familia que después de haberlo abandonado todo, él tampoco era feliz.
Luego de más de dos años sin saber hacia dónde se dirigía su vida y con pocas esperanzas de poder progresar, recibe el consejo de una buena amiga suya que lo incentiva a entrar a estudiar música a la UNPHU. En su momento, se vio como algo imposible, ya que además de las presiones familiares, él también lidiaba con limitaciones económicas.
No tenía dinero para pagar los pasajes, las inscripciones universitarias ni los instrumentos. Sin embargo, estas dificultades tan sólo impulsaron su deseo de salir adelante.
En medio de su laberinto, salió con una mochila llena de todos los reconocimientos académicos que había obtenido a lo largo de su vida y una gran determinación. Ezequiel se presentó en la UNPHU y solicitó una oportunidad para estudiar música: «Yo saqué todas mis medallas de la mochila y les dije: Mire, este es el tipo de estudiante que yo soy. Yo necesito que la universidad me dé la oportunidad… yo vengo de un barrio y no tengo otra forma de lograrlo».
Su intento arriesgado dio frutos y se le concedió una media beca. Una antigua profesora de arte suya, le pagó sin pedir nada a cambio la inscripción en la universidad y gracias a esto y a su perseverancia, logró conseguir que se le otorgara otra media beca por el Ministerio de la Juventud. Frías, pudo por fin entrar a la UNPHU. “La gente que llega a tu vida y forma parte fundamental de tu camino es demasiado importante”, expresa
Ezequiel, durante sus años de formación y para sorpresa de nadie, fue un estudiante destacado. Su destreza en la flauta le abrió las puertas a integrarse en distintas entidades musicales del país y a participar en conciertos con grandes artistas como Il Volo, Maridalia Hernández, Danny Rivera, Niní Cáffaro, Fernandito Villalona, Yiyo Sarante, Toque profundo, Transfusión, Eumir Deodato, Il Volo, Raúl Diblasio, Raphael de España, entre otras grandes estrellas.
Ya egresado como licenciado en Música Contemporánea de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), es el ejemplo vivo de que la determinación es la clave para alcanzar los sueños. “Esto es una cuestión no tan solo de talento también hay que tener habilidades, hay que tener esa disposición de salir y exponerse al público”.
Al final de su jornada, su mensaje para los entusiastas del arte es sólido: “Músicos dominicanos no paren de trabajar, que nadie les diga que no se puede. Yo pienso que tenemos muestras además de que la juventud dominicana sí puede, que sí hay talento, que sí hay jóvenes que queremos trabajar y que queremos dejar un legado”.