Susurros llenos de enojo rompen el pesado silencio que se cierne sobre Pont-Sondé pocos días después de que un feroz ataque perpetrado por pandilleros dejara más de 70 muertos, una de las peores masacres de la historia reciente en Haití.
Estos murmullos proceden de un puñado de personas que se quedaron en el pequeño pueblo, ubicado en el centro de Haití, tras el ataque del jueves. Apiñados junto a la carretera, permanecían de pie bajo frondosos árboles o merodeaban por el solitario cementerio.
Todos culpan al gobierno del ataque perpetrado por la pandilla Gran Grif, creada luego de que un exlegislador armó a unos jóvenes hace casi una década para asegurar su elección y controlar la zona.
“Gracias al gobierno, las pandillas están matando a la gente y los niños no pueden ir a la escuela”, dijo Lunoir Jean Chavanne, conductor de la morgue del pueblo.
Chavanne perdió a tres familiares, entre ellos un niño de 14 años y un tío muy querido que era sacerdote de la religión vudú.
Como otros, Chavanne se pregunta por qué las autoridades no hicieron nada para detener el ataque de Gran Grif, considerada una de las pandillas más despiadadas de Haití.
“Varias veces advirtieron por las redes sociales que iban a venir”, dijo.
Un mensaje trágico
Pont-Sondé fue antaño una bulliciosa comunidad con un próspero mercado situado cerca del caudaloso río Artibonite, el más largo de Haití.
Los pandilleros se valieron de este río la noche del ataque, surcando sus ricas aguas cafés con canoas para no alertar a nadie de su presencia.
Mataron a bebés, ancianos y familias enteras.
Entre las víctimas se encontraba el sobrino de Elvens François, de 58 años, quien el martes se disponía a enterrarlo.
Recordó cómo llevaba una bolsa de plástico con sus pertenencias mientras se preparaba para huir de su casa cuando tres hombres empuñando armas automáticas lo rodearon. Uno sujetaba a François por la espalda mientras los otros dos pandilleros se pararon frente a él.
“Me atacaron, me acorralaron y me lo quitaron todo”, cuenta con lágrimas en los ojos.
No sabe por qué a él no lo mataron.
El sobrino de Elvens François será enterrado cerca de una fosa común en el cementerio solitario de Pont-Sondé, donde un cuidador de 83 años es el único testigo de la mayoría de los entierros desde el ataque, ya que los familiares de las víctimas también murieron o se han unido a las más de 6.200 personas que huyeron a la cercana ciudad costera de Saint-Marc para ponerse a salvo.
El martes, el cuidador señaló las tumbas recientes que había cavado y dijo que ninguno de los familiares pudo asistir a los entierros.
Son las víctimas más recientes de la oleada de violencia pandillera que ha azotado la región de Artibonite en los últimos años, aunque la magnitud del ataque del jueves conmocionó a muchos.
“Se trata de la masacre más aterradora de las últimas décadas en Haití”, declaró Romain Le Cour, experto principal en Haití de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional. “Indudablemente, es una demostración de fuerza”.