El amor es el tema más común de las canciones. En contrapartida, el desamor, las rupturas, el despecho y las relaciones tóxicas han sido protagonistas de la música a lo largo de la historia y también han sido el motor de grandes discos. “¿Escucho música pop porque estoy triste o estoy triste porque escucho música pop?”, se preguntaba el protagonista de la novela de Nick Hornby, Alta fidelidad. Sea cual sea la razón, el final de algunas relaciones ha traído al mundo álbumes que en muchos casos han sido consagratorios para sus dolidos creadores.
Joaquín Sabina, 19 días y 500 noches
El cantautor español encaró la grabación de su undécimo álbum con el corazón roto. Su pareja de ese entonces, la modelo Cristina Zubillaga, lo había dejado y 19 días y 500 noches es el tiempo que le llevó olvidarla. La canción que bautiza al disco pretendía ser una especie de venganza para que ella se sintiera mal, pero se convirtió en un clásico que hasta su ex disfruta escuchar. “Me abandonó, como se abandonan los zapatos viejos”, se lamenta Sabina.
El argentino Alejo Stivel (líder de Tequila) en su rol de productor logró sacar su lado más crudo y puso al frente la voz ronca del músico sin filtros ni retoques que dejaron en evidencia su faceta más vulnerable. Revolver las heridas con canciones como “Ahora que”, “Donde habita el olvido” y “Cerrado por derribo” dio su recompensa: 19 días y 500 noches fue su trabajo más exitoso y lo convirtió en un fenómeno masivo.
El otro hit es “Dieguitos Y Mafaldas”, inspirado en un fallido amor con una hincha de Boca de González Catán casi 28 años más joven que él que conoció en una de sus visitas a la Argentina.
Shakira, Las mujeres ya no lloran
¿El último gran álbum de ruptura? Shakira atravesó su escandaloso divorcio con Gerard Piqué en el ojo de la tormenta, con los medios buscando entrometerse en su intimidad, mientras salían a la luz las infidelidades de su exmarido. La música la ayudó a sobrellevar este doloroso proceso, pero no para expresar su tristeza, sino para mostrar su entereza y empoderar a otras mujeres que estuvieran pasando por lo mismo que ella.
Más que lamentarse por su amor perdido, en Las mujeres ya no lloran, la cantante colombiana decide despotricar contra el exfutbolista por todo el daño que le causó. Las canciones son dardos venenosos hacia quien la engañó y destruyó a su familia, pero a su vez funcionan como un ejercicio de superación y de transmitir que ella seguirá adelante a pesar de lo que sufrió.
Bob Dylan, Blood On The Tracks
Los excesos típicos de rockstar que Bob Dylan retomó en 1974 y una relación amorosa paralela rompieron en pedazos su matrimonio de ocho años y cuatro hijos con su esposa Sara, tras un período de armonía en el que el músico llevó su vida como padre de familia. Aunque él lo haya negado, las canciones de Blood On The Tracks, una de sus grandes obras, parecen describir el ocaso de su relación, con clásicos como “Tangled Up in Blue” y “Simple Twist Of Fate”, que describen a dos amantes cuyo amor finalmente se acaba. Para su hijo Jakob, el LP suena a una conversación entre sus progenitores.
Amy Winehouse, Back To Black
El segundo trabajo de Amy Winehouse, editado en 2006, describe su caída al vacío tras haber sido abandonada por su novio, Blake Fielder-Civil, quien la dejó para recuperar una antigua relación. Los excesos de drogas y alcohol ya venían de antes y su tortuoso noviazgo con Blake no hizo más que empeorar su situación, que llegó a su punto más crítico luego de su separación.
Durante ese período, Amy, influenciada por el soul, el blues y los grupos femeninos de los 60, exorcizó su dolor y mostró su fortaleza para seguir adelante a través de canciones como “Back To Black”, “Wake Up Alone” y “Tears Dry On Their Own”. “Solo nos dijimos adiós con palabras/ Morí cientos de veces/ Tú regresas con ella/ Y yo vuelvo a… nosotros”, se desgarra en la canción que da nombre al álbum, en el que también habla de sus adicciones, como en su gran hit, “Rehab”.
Winehouse y Fielder-Civil finalmente se reconciliaron y contrajeron matrimonio en 2007, aunque se divorciaron dos años después. Su relación fue tóxica desde el principio, plagada de infidelidades, adicciones y violencia doméstica, pero inspiró un disco fundamental del siglo XXI, el segundo más vendido en Inglaterra en este milenio.
Phil Collins, Face Value
El estilo de vida de estrella de rock también se llevó puesto el primer matrimonio de Phil Collins. En su caso no fueron los excesos, sino las giras largas con Genesis, que para finales de los 70 se había transformado en trío. El baterista se casó con Andrea Bertorelli en 1975, con quien tuvo dos hijos, pero sus constantes ausencias llevaron a su esposa a darle un ultimátum: debía elegir entre la familia o la banda. Para Phil la música era su vida, por lo que volvió a irse y Andrea, que durante su partida se enamoró del decorador que había ido a refaccionar su casa, le pidió el divorcio a su regreso y se mudó a Canadá.
Frente a la crisis que sufría el frontman, Genesis decidió hacer una pausa y sus integrantes aprovecharon para dedicarse a sus proyectos personales. Devastado, furioso, despechado y solo, instaló un estudio en la alcoba matrimonial y empezó a hacer catarsis. Su dolor se transformó en las canciones que dieron origen a su primer álbum solista, Face Value, que de la mano del sencillo “In The Air Tonight” fue un éxito tan grande que opacó a su propia banda.
Spinetta y Los Socios del Desierto, Los ojos
El último álbum del trío que Luis Alberto Spinetta formó en los 90 dejó a un lado el rock crudo y volvió a los teclados, las programaciones y las baladas introspectivas y melancólicas. Acá el Flaco afina su poesía al máximo y le canta al amor desde todos sus ángulos, incluso desde el dolor y la congoja.
Desde el aspecto sentimental, Los ojos es un disco de transición. En su portada hay una dedicatoria a su pareja desde 1995, la modelo Carolina Peleritti. “Para mi amor, Carolina”, reza el interior del disco. Sin embargo, su relación terminó durante su realización y la tristeza de Spinetta se siente a flor de piel en las líneas de canciones como “Ven Vení”, “Donde no se lee”, “No me alcanza” y “Bahía final”.
Caetano Veloso, Cê
En 2004, Caetano Veloso y su esposa, la productora Paula Lavigne, se divorciaron tras 19 años juntos. La pareja anunció que su separación se dio en buenos términos y que seguirían trabajando juntos. Aunque en público mostraron que todo terminó bien, el compositor bahiano evidentemente quedó dolido y descargó toda su frustración y resentimiento en Cê, editado en 2006.
El disco fue una verdadera revolución en el sonido de Caetano. Con 66 años, se juntó con músicos jóvenes de treinta años -entre ellos, su hijo Moreno- y volvió a hacer un disco de rock, un género en el que no incursionaba desde los 70. Lo interesante es que no recuperó el sonido psicodélico del tropicalismo, sino que se nutrió del rock alternativo de los 90 y 2000, lo que acercó al brasileño a las nuevas generaciones, aunque siempre bajo sus propios términos y su particular poesía.
Las guitarras distorsionadas fueron perfectas para exorcizar su ira, que canalizó en las letras más directas que escribió en su vida, como en “Odeio”, donde sin tapujos dice “Te odio”, o en “Rocks”, en la que escupe “Fuiste una perra conmigo”. El disco, sin embargo, tiene momentos donde recuerda la relación con cariño: “Te vi crecer, te hice crecer, también te vi hacerme crecer más allá de mí”, canta en “Não Me Arrependo”.
Beck, Sea Change
Beck construyó una carrera a base de letras irónicas y humorísticas y experimentos sonoros que acentúan aún más el sarcasmo de sus rimas. Pero el fin de una relación de nueve años producto de una infidelidad lo dejó con el corazón hecho trizas. Para él, la música fue como un bálsamo que lo curó y las composiciones que surgieron en ese proceso terminaron en Sea Change, su álbum más directo y franco. Acompañado de una instrumentación acústica, dejó sus heridas al descubierto y por primera vez mostró su fragilidad. Quien ganó popularidad admitiendo con orgullo que era un perdedor, ahora cantaba, desconsolado: “Son solo lágrimas que estoy llorando/ Es solo a vos a quien perdí/ Creo que estoy bien” (“Guess I’m Doing Fine”).