Hace pocos días que fue elegido y desde el primer momento la feligresía lo ha visto con buenos ojos y en buena actitud para enfrontar los retos actuales de la iglesia católica: un legado de necesidades pendientes de seguimiento meticuloso el que ha dejado embastado el Papa Francisco de quien prácticamente ya no recordamos el semblante.
La capacidad para olvidar de la sociedad actual es extraordinaria. Y si de talante se trata, el que muestra el nuevo Pontifex Pontificum León XIV se ha llevado a los católicos de todo el mundo de calle y, tener una doble nacionalidad y que ésta sea peruana por haberlo decidido y por haber vivido entre la sociedad del Perú durante más de veinte años, también.
León XIV, tiene todo aquello que puede tener un Papa: ha nacido en EEUU, en Chicago, estado de Illinois, de padre francés, de madre española-hablante (Mildred Martínez), cuyo padre habría nacido en Santo Domingo, habla inglés, francés, español, portugués, italiano, quechua y lee latín y alemán, se hace peruano por convicción y de golpe alegra los corazones de toda la sociedad latina, labrando a poca distancia el territorio regional del P.P. Francisco que era argentino. Y aún, los catalanes le agradecemos que tenga como referencia al P.P. León, XIII, quien nos honró en su Pontificado con el nombramiento de la Virgen morena de Montserrat, patrona de Catalunya.
Miembro de la Orden de los agustinianos, la presencia del nuevo P.P. León XIV en Perú ha estado admirable y destacada desde el instante que ocupó el vicariato de Chulucanas, población dispersa ubicada al norte del país para después de dos años ocuparse de la Diócesis de Trujillo, más al sur, una ciudad que sobrepasa en poco más el millón de almas.

Pienso, mientras escribo estas líneas, en mis pocos años de noviciado en la Orden franciscana que si las fiebres hepáticas no me hubiesen invadido hasta el punto de haber tenido que dejar el convento, mi labor se hubiera desarrollado en las misiones, expandiendo una doctrina social o colaborar en una ONG tipo Médicos sin Fronteras, la cual no tardó mucho tiempo en constituirse en Francia. Quién sabe si entonces hubiese coincidido con el Padre Roberto, Robert Prevost Rodríguez, el que ahora ha sido nombrado P.P. de Roma.
Llega el año 2015 y el P.P. Francisco lo nombra Obispo de Chiclayo con la responsabilidad de ocuparse de algunas cosas más relacionadas con su labor por todo el país hasta que pasados dos años más lo llama al Vaticano, lo quiere a su lado. Déjenme destacar la ventura de los chiclayanos que, instalados en tierras mochicas, herederos de un pueblo que dejó restos de una gran cultura, cuentan con el descubrimiento arqueológico de la tumba del Señor de Sipán, un gobernante que transcurrió en el siglo III de nuestra era, y que es considerada una de las más excepcionales del país.
Antes de marchar de Chiclayo hacia Roma, el Obispo Roberto, recibe el homenaje de la gente del Perú que lo ha conocido, por su gran espiritualidad y su apostolado social. Que sea por muchos años.
El autor es investigador y escritor