Con 39 años como médico y de estos 32 como especialista de la otorrinolaringología, el doctor Freddy Ferreras Méndez, ha devuelto la salud a miles de pacientes en su práctica pública y privada, pero de pronto, ha tenido que vivir una experiencia invertida: la del “médico convertido en paciente”.
Un quebranto de salud lo llevó a ser intervenido quirúrgicamente en dos ocasiones y le queda una cirugía pendiente desde marzo pasado a la fecha y permanecer por mes y medio hospitalizado, (entre ingresos y reingresos), con promedio de cuatro días en unidades de cuidados intensivos en cada una de esas ocasiones.
Además, de seguir un proceso de rehabilitación (en el que está actualmente), que le obligó a confiar su salud y la de sus pacientes en manos de otros colegas.
Ya con la peor fase superada, el destacado otorrinolaringólogo no dudó en aceptar mi solicitud de contar las vivencias de un paciente-médico, que no sólo tiene una amplia cartera de pacientes en sus consultas del hospital y la clínica privada, sino también que ha hecho miles de cirugías y formado generaciones de estudiantes de medicina en universidades y escuelas de post grado del hospital Salvador B. Gautier, donde por año ha ejercido su especialidad.
“Afortunadamente no había tenido grandes problemas de salud antes de este evento, por lo que no había tenido la experiencia vivida en carne propia de lo que se siente ser paciente”, empieza contando el otorrinolaringólogo.
Reflexiona que pasar de médico a paciente es una experiencia que probablemente “nos ayuda más a entender y empatizar con todas las personas que buscan nuestra ayuda, nos hace más humanos y más comprometidos”.
El peor paciente

El doctor Ferreras Méndez no duda en afirmar que siempre se ha dicho que el médico es el peor paciente que puede existir, y no solamente porque sin proponérselo quiere interferir con el juicio clínico, con los tratamientos e intervenir con su proceso de salud, sino porque, además, como médico, entiende la jerga, los signos y síntomas de las enfermedades.
De igual manera, agrega, que cuando a un médico le toca atender a un colega la carga emocional es aún mayor que si fuera un paciente particular.
Los temores
Dice que en el paciente- médico se generan una serie de preguntas e interrogantes que podrían provocar un quiebre en su psiquis pues piensa en las repercusiones, en las complicaciones y en la evolución de la enfermedad.
Dentro de las cosas que le atormentan, están el pensar incluso en la posibilidad de una incapacidad más o menos larga con la consiguiente preocupación sobre su economía, ya que el médico en su mayoría depende de lo que produce en el día a día y al tener que dejar su práctica, por tiempo indeterminado, no genera ingresos.
Esto hace, detalla el doctor Ferreras Méndez, que incluso ese médico paciente corra el riesgo de caer en la pobreza, pues el común de los médicos, aunque tiene ingresos suficientes para vivir una vida cómoda, la mayoría no tiene la capacidad de amasar sumas de dinero suficientes para encarar situaciones de salud complejas.
Aprensión por sus pacientes
“El médico por naturaleza está mentalizado y formado para ayudar a sus pacientes sin importar las circunstancias, aunque no siempre las cosas salen como se planifica, aun así, en la mente del médico nunca está hacer nada para que un paciente se complique”, deja claro el especialista.
Esto hace, agrega, que cuando el médico enferma también siente aprensión por el destino de sus pacientes, sobre todo aquellos que están en condiciones delicadas de salud o que tengan algún tratamiento que conlleve un seguimiento o control estricto.
“En mi caso en particular, antes de la intervención, traté de comunicarme con la mayor cantidad de pacientes, sobre todo con aquellos que había tenido cirugías recientes, tanto en el hospital público como en la consulta privada, y me preocupé por proveerles los contactos de los colegas que están designados para darle seguimiento a todos y cada uno de ellos”, detalla.
Más comprometido
Igualmente, dice que desde que tuvo condición de tener acceso a la comunicación, recibe llamadas de sus pacientes, a quienes, no sólo le explica su situación actual, sino que también le atiende sobre sus dolencias, le remite en caso de ser necesario y coordina para que sean vistos por otros colegas que gozan enteramente de su confianza.
Esto lo hace a sabiendas, afirma, de que van a recibir el mismo trato que él acostumbra a darles, tanto en el hospital como en la práctica privada.
“En fin, pasar de médico a paciente es una experiencia que probablemente nos ayuda más a entender y empatizar con todas las personas que buscan nuestra ayuda, nos hace más humanos y más comprometidos”.