Las diferencias entre los 76ers y su base estelar eran irreconciliables. No había marcha atrás y la salida era inminente.
Allen Iverson fue cedido en canje a los Pistons de Detroit.
Pat Croce, presidente del equipo, había tratado de enmendar la relación entre el astro de la franquicia y el entrenador Larry Brown, pero descubrió que ninguna de las partes cedería para zanjar los peores desacuerdos.
“Fue una experiencia horrible”, dijo Croce.
Lo peor, según el dirigente, llegó a mediados de 2000, cuando recibió una llamada del gerente general Billy King, quien le dijo que se había pactado el canje con los Pistons y que Iverson —quien chocaba cada vez más por Brown por reclamos de impuntualidad y otros temas— había disputado su último partido con los Sixers.
“No pude proteger a Allen”, recordó Croce. “Si él no iba a escuchar al entrenador y si iba a seguir llegando tarde a las prácticas o perdiéndoselas, no había nada que yo pudiera hacer”.
La siguiente llamada que Croce hizo fue a Iverson, para darle un mensaje sencillo: “Te van a canjear, Allen. No puedo proteger el pórtico si dejas abierta la puerta trasera. No hay forma”.
Estaba decidido. Pero algo falló. El pívot suplente de los Sixers, Matt Geiger, se negó a renunciar a una cláusula contractual que le habría elevado en 15% el salario si era cedido en canje. Incapaz de hallar otra combinación de jugadores que funcionara, los 76ers desistieron del acuerdo.
Iverson siguió con los Sixers.
Y no hizo muecas en esa temporada. Tampoco se lamentó por las cosas que había dicho el entrenador sobre él. Años antes de su famosa conferencia de prensa, en la que mencionó una veintena de veces la palabra “práctica”, Iverson mostró su comportamiento más profesional en aquella temporada de 2000-2001, y condujo a los Sixers a las Finales de la NBA, ganando el premio al Jugador Más Valioso.
“Superó todo lo que dijo que iba a hacer”, recordó Croce. “Jamás se perdió otro entrenamiento. Nunca antes llegó tarde a la práctica. Jamás voy a decir que él amaba entrenar, pero debo decir que él hacía entrenamientos de fuerza y cumplía con todo lo que se le pedía”.
Dos décadas después, los Sixers van de nuevo en una ruta de choque con otro base temperamental, Ben Simmons. El diario Philadelphia Inquirer informó que el australiano, a quien le restan 147 millones de dólares y cuatro años de su contrato, dijo el mes pasado, durante una reunión en Los Ángeles con figuras de la franquicia, incluido el presidente Daryl Morey y el entrenador Doc Rivers, que quería marcharse mediante un canje.
Esta semana, Rivers habló en la cadena ESPN y trató de hacer las paces en público con Simmons. Expuso sus motivos por los que el jugador, tres veces elegido al Juego de Estrellas, debería volver al conjunto que lo reclutó como la primera selección del draft de 2016.
“Puedo decirles desde ahora que nos encantaría tener a Ben de regreso y, si podemos, trataremos de lograrlo”, comentó Rivers. “Ben tiene un contrato de largo plazo, así que está en nuestras manos y lo queremos de regreso”.
Por supuesto, los Sixers querrían eso, especialmente si Morey no encuentra un canje razonable que le brinde a cambio armas para que el equipo se mantenga cerca de la cima de la Conferencia Este.
Cerca no quiere decir en la cumbre.
El australiano de 25 años ha seguido sus propias reglas en Filadelfia desde hace tiempo. En 2019, rechazó por ejemplo la petición del entonces entrenador Brett Brown para que intentara por lo menos un triple en cada partido.
De hecho, Simmons lanzó sólo siete triples en toda la temporada. Ha atinado apenas cinco de 34 en su carrera de cuatro años.
La gota que aparentemente derramó el vaso fue la eliminación de los 76ers en la segunda ronda de la postemporada ante los Hawks de Atlanta. Filadelfia perdió tres duelos en casa y Simmons fue culpado por muchos fanáticos —y por más de uno en el vestuario.
Atinó 25 de 73 tiros libres (34%) en los playoffs. Falló 27 tan sólo ante Atlanta.
El momento que habría acabado con su trayectoria como Sixer llegó en las postrimerías del séptimo partido, cuando dejó pasar la oportunidad de una clavada que pudo haber empatado el marcador. Presintió que alguien lo marcaba de cerca y envió un pase, perdiendo la oportunidad de conducir a Filadelfia a la siguiente ronda.
Joel Embiid, favorito de los seguidores de Filadelfia, consideró que esa jugada fue un “punto de quiebre” en la eliminación. Después del partido, se preguntó a Rives si Simmons podía seguir siendo el armador de un equipo aspirante al título.
“No sé la respuesta a esa pregunta por ahora”, comentó.