A los 8 años, el pequeño Danny se fumó su primer porro; a los 12, no pensaba en juguetes sino en papelinas y heroína; y a los 16, varios robos a mano armada le llevaron a la cárcel, donde milagrosamente acabó reconvertido en actor de cine.
Cuando en la década de los sesenta, la policía de Los Ángeles se afanaba en apresar al ladronzuelo Danny Trejo (1944), ninguno de los agentes podía imaginar que la cara de este hijo de obreros mexicanos terminaría estampada en los carteles de las películas que empapelan las calles en las que entonces delinquía.
Trejo acumula ya casi cuarenta años ligado al mundo de la actuación y producción cinematográfica, desde que en 1985 se presentara en el plató de «Runaway Train», de Andrey Konchalovskiy, y su desparpajo y pasado penitenciario le abrieran las puertas para interpretar el papel que mejor podría hacer: el de un convicto.
Luego vinieron apariciones en decenas de películas de acción como «Desperado», la trilogía «From Dusk Till Dawn», «Six Days Seven Nights», «Spy Kids» o «Machete», y en series reconocidas como «Breaking Bad» o «Sons of Anarchy».
Más allá de su éxito, Trejo sigue preocupado por los problemas sociales de la gente que vive en suburbios como el que le vio crecer, y cuenta en una entrevista con Efe que tras la pandemia presta especial atención a la salud mental.
«Algunas personas sin techo ni siquiera saben que no tienen hogar. En Estados Unidos hay un problema con la salud mental, los Gobiernos han dejado que estas personas acaben en la calle y no hay nada que les proteja», explica mientras hace aspavientos y sube el tono de voz.
Desde que en los ochenta abandonara definitivamente la cárcel, Trejo se ha implicado con personas en estado de riesgo o exclusión social a través de programas de reorientación, reinserción y desintoxicación de drogas, sobre todo, con los más jóvenes.
El actor no cree que la situación sea peor ahora que cuando él vagaba por las calles de Los Ángeles pensando en el próximo tirón de bolso para pagar su dosis de heroína, aunque «hay teléfonos para filmarlo» y, según él, esto parece agravar la realidad ante los ojos de la sociedad.
«Hay un problema con la criminalidad, debido a la falta de trabajo y a las pandillas, mezclado con la cuestión de la salud mental», remarca Trejo en espanglish para recalcar a continuación que la Administración del presidente Joe Biden está haciendo «lo que puede» tras recibir «una mochila enorme de corrupción» del Gobierno de su predecesor Donald Trump.
En 2019, estrenó el documental «Inmate #1: The Rise of Danny Trejo», en el que narró su proceso de rehabilitación, cómo consiguió salir de la espiral de violencia y el agujero de las drogas, e incluso puso de relieve las deplorables condiciones de los reos en prisiones estadounidenses.
Para él, la clave está en concienciar a los niños de que no prueben el alcohol ni las drogas, porque todo empieza con «es solo una cerveza o es solo un porro» y te acabas convirtiendo en «alguien que realmente no eres».
A Trejo, cuyo torso se ha visto al descubierto en multitud de películas y está custodiado por el enorme tatuaje de una vaquera con sombrero mexicano, le gusta dirigirse específicamente a quienes vienen de México.
«Estados Unidos es la tierra de la libertad y tenemos sitio para todos, también para los inmigrantes que están al otro lado de la frontera», afirma, al tiempo que se atusa su particular bigote, que traza una media circunferencia perfecta sobre su labio superior.
Trejo trabaja en múltiples ámbitos: su libro «My Life of Crime, Redemption, and Hollywood» se ha convertido en líder de ventas y va por su segunda edición; la cadena de taquerías que porta su nombre abrió su cuarta franquicia; y ha sido «feliz» actuando bajo la dirección de su hijo, Gilbert Trejo, y de su primo segundo, Robert Rodríguez.
De hecho, hoy mismo estrena la película «Green Ghost», una aventura cómica y repleta de acción en la que interpreta a Master Gin, un personaje que enseñará a luchar al antihéroe Charlie, al que se le ha encomendado salvar el mundo y pasar de «gringo» a «Green Ghost».
A punto de cumplir 78 años, Trejo rezuma vitalidad y ganas de seguir trabajando, aún feliz por su cambio de rumbo hace cuatro décadas y agradecido por estar «viviendo de más desde los 16 años».