Las contradicciones entre los políticos por las culpas del diluvio de la semana pasada y lo que pueda encontrar el X Censo Nacional de Población, convertido en un tema controversial, anticipan los tormentos que traerá el 2023, año preelectoral de los comicios de mayo de 2024.
Quizás si el Censo hubiese sido programado para una fecha distante de los torneos electorales que se celebran cada cuatro años, las contradicciones y desacuerdos hubiesen sido menores, pero entre los políticos dominicanos siempre habrá rivalidades abiertas o soterradas ni importa cuándo.
En parte quizás por las denuncias contra el Censo, el presidente Abinader respondió airado a una queja de las Naciones Unidas por las deportaciones de haitianos ilegales, que siempre se han hecho, pero que esta vez tienen lugar y se incrementarán en medio de las denuncias contra la encuesta.
Se diría que políticamente no es lo mejor que el país ponga entre sus temas las deportaciones de los haitianos, que las hace los Estados y Canadá dos supuestos amigos de la nación, como también los “hermanos” del CARICOM y Cuba, que está en tránsito del llamado “boat people” hacia Estados Unidos.
La inconveniencia de la publicidad que las autoridades dominicanas dan a las deportaciones deriva de los aspectos diplomáticos y humanitarios de la situación, sensible para muchos dominicanos quienes creen que la que persecución de los haitianos para deportarlos terminará dañando la economía.
Hay los que consideran que abunda hipocresía con el tema de los trabajadores haitianos, que lo son todos, hombres, mujeres y niños, ya que desde tiempos remotos el Estado dominicano se involucró en la contratación de haitianos para el corte de la caña que con el tiempo pasaron a ser ilegales.
El generalísimo Trujillo, que era racista y anti haitiano, aunque en su familia materna tenía la sangre del vecino país, y que se afanó en blanquear a la población dominicana, para lo cual trasladó blancos dominicanos del Cibao a San Cristóbal, recurrió a la trata de braceros para los ingenios.
Abinader bajo presión
Abinader está bajo presión de los políticos, sobre todo de los que han tratado el tema del X Censo Nacional de Población como un asunto partidista. Buscan debilitar al gobernante y distraerlo de sus programas de gobierno para disminuir la base popular que tiene y que lo proyecta para la reelección.
Si Abinader no fuera un potencial candidato a terciar en las elecciones próximas, los ataques a las supuestas finalidades del Censo no se habrían producido, al menos con la virulencia que han acogido los medios de comunicación de parte de los políticos. Las críticas arman un ataque con miras al futuro.
Algunos han dicho que no debe hacerse el censo porque hay violencia e inseguridad. Ambos fenómenos forman y formarán parte del devenir dominicano, importando poco qué partido gobierne, porque uno anterior liberalizó los permisos de porte de armas y ninguno ha denunciado el alcohol.
Las armas en manos de cualquiera y el alcohol que se consume más que el agua embotellada, forman parte de los problemas que han llevado a la República Dominicana a la situación en que se encuentra y que los críticos del Censo mencionan al plantear la inconveniencia del mismo.
Entre los políticos de oposición uno que al parecer está buscando proyectar una buena imagen pública, el licenciado Juan Ariel Jiménez, ex ministro de Economía, hizo la siguiente declaración: “puedo decir de manera responsable que no hay nada que me llame la atención ni que me genere algún temor de que (el Censo) pueda ser usado para fines incorrectos”.
Y añadió: “los censos, sencillamente, levantan información cruda, es decir, nos dan el diagnóstico, sin más, como hace una prueba de laboratorio…… entiendo las preocupaciones ideológicas de índole migratoria que han expresado algunos sectores, pero estoy consciente que una herramienta estadística como el censo no se vincula con esos temas”.
Abultar a RD con haitianos
La peor crítica que se hace contra el X Censo Nacional de Población es la sugerencia o denuncia de que se busca abultar con haitianos la población dominicana. Se trata de una acusación contra la cual es difícil actuar porque es otra especie de fantasma mediático que no tiene sentido.
A mitad de 1970 escribí en el periódico Ultima Hora, ya desaparecido, un análisis en el cual sugería que con el tiempo la población dominicana se iría ennegreciendo, en parte, pero en una mínima parte, por la presencia de haitianos y haitianas que se ligaban en relaciones con los dominicanos.
El doctor Balaguer, que tenía el racismo “in péctore”; lo expresa muy bien en su libro La Isla al Revés, cuando define a la familia dominicana ideal, las que vivían en Baní, San José de las Matas y otros parajes donde se conservaron descendientes españoles. No favoreció ministros negros ni embajadores.
Ese ennegrecimiento de la población lo vio el generalísimo Trujillo y sus colaboradores más cercanos que aspiraban a una RD “blanca”, cuando trajeron a residir aquí a españoles, japoneses, judíos y hasta gitanos. Los últimos, fieles a su trashumancia emigraron pronto sin dejar huellas hacia países como Argentina y Brasil, o volvieron a Europa.
Hay a quienes les aterra la idea de que República Dominicana, por su censo de la población, sea en realidad un país tan negro como Trinidad y Tobago o Guyana, con una minoría hindú y una mayoría africana. El tema del color de la piel lo avisoró El Vaticano cuando en 1959 designó un sacerdote negro, Juan Félix Pepén, como obispo de Higüey.
Pasaron muchos años hasta que el papa Francisco designó a otro negro, el obispo de San Pedro de Macorís, Francisco Ozoria, como arzobispo de Santo Domingo. El intelectual Antonio Lockward, ya fallecido, seguramente en ese momento se sorprendió porque una vez me dijo que en sus años de seminarista la Iglesia se ocupaba bien de “cernir” (del latín cernere) a quienes serían sacerdotes.
A los dominicanos se les enseñó que el color blanco era el ideal. Al ver tantos negros en una población que no ha cuidado la explosión demográfica como Trinidad y Tobago (1.2 hijos por pareja), se inventaron que somos “indios” y sus derivaciones, pero nunca negros. Negros, en ese decir, son los haitianos.