Extensiones de tierras baldías a todo su alrededor es lo que caracteriza las proximidades del Centro de Corrección y Rehabilitación Las Parras, ubicado en el municipio San Antonio de Guerra, con capacidad para 8,778 internos.
Después de invertir más de seis mil millones de pesos en el proyecto, el módulo de entrada, sin vigilancia, con una silla deteriorada en su interior, es la primera impresión de abandono que registra el área que también posee una carpa desinfectante automática para coronavirus, que no funciona.
Arbustos, pastos, aceras y contenes sin mantenimiento a lo largo de los laterales de la calle de dos vías rellenas con un asfalto ya desvanecido, muestran el rumbo que conduce a la cárcel que fue inaugurada en el 2020 como parte del Plan de Humanización del Sistema Penitenciario que ejecutó la Procuraduría General de la República en la gestión de Jean Alain Rodríguez.
En mayo del año pasado, la procuradora general, Miriam Germán Brito, dijo que el hacinamiento de la cárcel de La Victoria “comenzará a resolverse cuando el Estado termine de readecuar el complejo carcelario”, denominado la “Nueva Victoria”, en referencia al de Las Parras.
En una ocasión, el actual coordinador de la Comisión por la Reestructuración del Sistema Educativo de la Policía Nacional, Roberto Santana, expresó que “el equipo técnico de la Procuraduría y el Gobierno eran los responsables de que la cárcel de Las Parras no esté funcionando”.
Visión equivocada
Santana dijo que el gobierno tiene “una visión equivocada, que cree que eso tiene que mantenerse cerrado hasta que se audite la última varilla”, manifestando que habían en ese entonces edificios listos y no eran utilizados.
El gran negocio
Además de estas declaraciones, el año pasado, Santana denunció que el encargado de seguridad de La Victoria recibe siete millones de pesos todas las semanas por facilitar algunos privilegios y negocios a los presos.
En busca de los encargados de vigilar toda la estructura descuidada, un equipo de este diario llegó al perímetro de la cárcel hasta ser retenidos por tres agentes semi uniformados que impidieron que continuáramos hasta los pabellones.
Luego de ser paralizados por un joven que vestía solo un pantalón de militar a bordo de una motocicleta, nos dirigió a otro superior, quien inmediatamente nos advirtió que no podíamos hacer uso de las cámaras ni micrófonos de los celulares allí dentro. Acatando su orden y dirigiéndonos hacia la persona que supuestamente nos podía recibir, se vio a lo lejos la indisposición de conversar con el equipo, incomodándose por la presencia de la prensa.
Un coto privado
El señor no identificado, que vestía una camiseta color rojo, les dio la orden a los demás agentes de que nos devolvieran antes de llegar a las oficinas elaboradas con más de seis furgonetas. Sin mediar palabras, en ese instante fuimos escoltados hasta la entrada del terreno para asegurarse de que abandonaríamos el lugar.
Detrás de estas instalaciones móviles que fungen como guarida, pudimos constatar la presencia de decenas de vehículos, que debido a la distancia no se pudo visualizar el estado en que se encuentran.
Tampoco ofrecieron detalles del motivo ni la procedencia.
Abandono generalizado
En las imágenes áreas es evidente el abandono de los bloques, la pintura desgastada, las verjas metálicas cubiertas de plantas adheridas, el campo de béisbol con quemaduras de fuego, matorrales en toda el área verde y algunas lagunas que bordean el área.
La capacidad del recinto carcelario incluye 112 celdas de observación, 80 de reflexión, 48 de máxima seguridad, 88 especiales para internos con movilidad reducida y 96 conyugales.
Además de otros cuatro edificios de comedores y cocinas, 30 edificios administrativos y 57 para alojamientos, espacios para ocho templos religiosos, un gimnasio, dos estadios de softball, 23 canchas de baloncesto, dos coliseos de boxeo, 11 economatos y 11 barberías.
Cuando se inició la construcción de la cárcel La Nueva Victoria, monseñor Francisco Ozoria, al bendecir el acto, dijo que esperaba que esa iniciativa llegara a feliz término, con la humanización del sistema penitenciario de la República Dominicana.