Siempre lo he dicho y lo seguiré repitiendo: A los hijos hay que criarlos con tigueraje, decirles que tener relaciones sexuales no es malo, al contrario, decirles que es buenísimo, pero hay que tener madurez, no solo física, también mental, que no sea por obligación, no lamentarse de lo sucedido y asumir las consecuencias con responsabilidad, porque es su vida.
A los hijos hay que decirles de forma científica y vulgar los nombres del aparato reproductor del hombre y de la mujer, para que cuando un amiguito o una amiguita se lo diga con morbo puedan contestarles “ya mami o papi me lo explicaron”. El estar en una religión o ser cristiano no quiere decir que los padres no puedan asumir ese rol de formar a sus hijos explicándoles todo lo concerniente a la adolescencia, etapa de la vida muy delicada, para que se puedan controlar y/o defenderse.
Además, deben compartir con los amigos de sus hijos, conectar con ellos y verán que será diferente y nunca le hablarán mentiras, pero recuerden que ellos también tienen su privacidad que nunca debemos violar, tampoco ir a donde sus profesores para preguntarles cómo se comportan, es un grave error. Lo correcto es preguntarles a ellos mismos cómo le fue en su día, un diálogo abierto y sincero.
Conozco amigas que se han casado y ni siquiera han practicado orgasmos, no porque no sepan el significado sino porque sus padres las han criado como que el acto sexual es solamente para reproducirse y no para sentir placer, por el mismo machismo también. Somos animales, pero pensantes, por lo que no estoy de acuerdo que tengamos que llegar al matrimonio virgen, que, aunque a muchas parejas les haya ido muy bien, otras lo han asumido por sumisión, porque no conocen más de ahí. Igual pasa con los varones, que cuando quieren orientarlos ya es muy tarde.
Otras madres que cometieron “desasurdos” adultas y quieren prohibirles a sus hijas que se comporten diferentes. No soy psicóloga, pero como madre soltera tengo una maestría.
La sociedad está así es más porque nosotros como padres no les brindamos confianza, seguridad y afectos a nuestros hijos, los cuales tienen que acudir a otras instancias menos favorables y lo que hacen es confundirlos.
No recuerdo que hice tareas con ellas, no le preguntaba al profesor cómo se portaban, tampoco recuerdo que las felicité cuando estuvieron en Cuadro de Honor (maña fuera, si no fregaban y cocinaban), pero muy importante nunca les hablé mal de su padre, su regalo del Día de los Padres, de su cumpleaños estaba ahí, aunque fuera un par de medias divididas en dos regalos.