La edición número once de Letra Natural no puso a prueba la imaginación infantil: simplemente la dejó aflorar y dio valor al original talento que tienen los niños de contar historias.
Para los pequeños de cinco y seis años, el joven Lagarto Verde, la señora Cotorra de La Española y el señor Solenodonte pueden perfectamente disfrutar de un plato de mosquitos luego de una gran aventura; los animales también cantan “la lechuza hace ssssh” y una mariposa alas de cristal es la mejor amiga de una rosa de Bayahíbe.
Con nuevos formatos, el proyecto de la fundación Propagás continúa su propuesta de promover, desde una perspectiva ambiental, la creación literaria entre los estudiantes dominicanos.
Porque ya no es un concurso. Lo fue hasta la versión número 8. Para la edición nueve, con las escuelas cerradas físicamente debido a la pandemia del covid-19, se realizó un concurso interno con los hijos de los empleados del Grupo Propagás.
Y para la edición 10, todavía en pandemia, se hizo una recopilación de cuentos seleccionados de ediciones anteriores que no habían ganado.
La edición once, con dos obras publicadas a finales de 2023, tiene muchos aspectos que la hacen especial.
Tomiko Castro y Nelson Liriano, artífices entusiastas de la iniciativa, comparten con Listín Diario cómo se concibió y concluyó una edición especial dedicada a un segmento estudiantil con el que no habían trabajado antes: estudiantes de preprimario y primer grado, los pequeños alumnos de cinco y seis años.
Participaron los estudiantes de las 13 escuelas públicas de Aprendemos, el programa educativo que gestiona la fundación Propagás con el Ministerio de Educación en el Distrito Nacional y las provincias Duarte, La Vega, Santo Domingo, Monte Plata y Santiago.
La temática para producir las historias, como ha sido desde su creación en 2011, estuvo enfocada en la biodiversidad: las especies, su entorno y el ser humano.
“Nos gusta insistir en el concepto humano porque nos criamos con un concepto fragmentado de la naturaleza: la matita allá, yo aquí. Todo está lejano y yo estoy excluido de ese proceso natural. Algo que nos ha costado cultivar es esa mirada de que la naturaleza somos todos y que estamos vinculados a esa dinámica, a esa interacción”, comenta Tomiko, gerente de Pedagogía de la fundación Propagás.
En Letra Natural, agrega Nelson, “desde la aproximación, desde la inducción y con el uso de herramientas didácticas, dejamos eso muy claro con los niños: que ellos también pertenecen. Y es increíble cómo lo captan, cómo lo agarran y lo plasman en las historias que escriben”.
PEQUEÑOS CREADORES
Una vez seleccionada la audiencia, el reto era elegir el género a trabajar. Ya lo habían hecho con cuentos, diálogos, monólogos, canciones, poesía…
Como participarían niños de preprimario y primer grado, decidieron trabajar con el libro álbum, un recurso muy apreciado y validado a nivel internacional.
“En República Dominicana se ha producido poco de este género. Hay mucha literatura infantil, muy buenos escritores de literatura infantil, pero hay muy poco de libro álbum, que tiene una especificidad como recurso didáctico que aporta muchísimo a esta etapa del niño y la niña para su proceso de aprendizaje en la lectura y escritura”, explican los educadores.
Así que la primera tarea fue realizar un taller motivacional con las maestras de estas escuelas sobre la importancia del libro álbum en la alfabetización inicial, sus beneficios como recurso didáctico y en lo neurolingüístico.
“Y también como recurso artístico, porque todo este proceso incluye lo cognitivo, lo ecológico y lo artístico; y en esta edición le sacamos mucho partido a la ilustración”, sostiene Nelson, cuentacuentos y coordinador de Gestión Cultural en la fundación Propagás.
Luego llegaron las dinámicas en las aulas con Nelson y Tomiko.
Con los regalos de la naturaleza (un nido, restos de corales…) también llegó el asombro, el conocimiento, usar una lupa, ver imágenes y escuchar muchas historias sobre los animales especiales de República Dominicana.
Y siguió la motivación literaria a partir de esas historias: la creación de sus propias historias. ¿Qué se dirían los animales si estuvieran en estas situaciones? ¿Qué pasa si…?
Como los pequeños se encuentran en un proceso de alfabetización, se hicieron cuentos colaborativos. Tomiko, Nelson y las maestras tomaban los apuntes y en conjunto dieron forma a los relatos.
El resultado son las obras Cuentos colectivos sobre especies endémicas de nuestra isla (26 relatos) y el libro álbum Había una vez unos animales especiales .
Como dice Liriano en el prólogo de la primera obra: “El asombro, la curiosidad y el sentido de la justicia se ponen de manifiesto en cada relato con la mirada ingeniosa y fresca de los pequeños creadores”.
UN GRAN LEGADO
Tomiko y Nelson resaltan el legado que dejó la edición once en las escuelas con el uso del libro álbum como género literario.
“Como género literario y didáctico es poco apreciado o integrado en la propuesta dominicana. Contrario al cuento ilustrado, en el que el artista ilustra en base a una historia dada, es decir, el ilustrador toma la historia y hace una interpretación de ella en base a la imagen, en el libro álbum el artista tiene la oportunidad de crear su propia historia, no la del autor, y eso produce un ‘match’ interesantísimo, como si ambas cosas han sido pensadas al mismo tiempo”, expresa Nelson.
El libro álbum le permite al niño desarrollar su imaginación porque no es mucho texto; y los niños que todavía no saben leer ven las imágenes y entienden la historia, añade.
Tomiko apunta que, en esta técnica, el tamaño y sombreado de las letras, las imágenes y sus colores y la secuencia fonológica (importante en la alfabetización del niño) armonizan siguiendo el mismo sentido.
“Los niños tienen la libertad de interpretar como quieran las historias. El tema de la amistad está presente en casi todos. La solidaridad, el cuidarse unos a otros… Ellos tienen muy claro el alto sentido de la lealtad, la amistad, la unión y la solución de problemas”, sostienen los gestores.
Las ilustraciones de ambas publicaciones son de la autoría de Nathalia Rivera.
SALIR DEL AULA Y REGALAR EXPERIENCIAS
Un gran aporte del proyecto Letra Natural es que regala también experiencias didácticas a los estudiantes al fomentar el aprendizaje por exploración e indagación, consideran Tomiko y Nelson.
Para enriquecer estas experiencias, recomiendan salir del aula tradicional.
“El aula es cualquier espacio donde puedas potenciar el aprendizaje, donde puedas potenciar la conexión con la naturaleza. No podemos generar aprendizajes significativos si no logramos conectarnos y vincularnos con aquello que deseamos aprender”, dice Tomiko.
Explorar, y solo usando lupas o un celular, provee al niño de herramientas para comenzar a ser crítico, para hacer preguntas y a veces hasta para denunciar, exponen.
Por eso, y a partir de los resultados y las experiencias acumuladas en estos años, sugieren a las autoridades educativas tomar más en cuenta los temas de la naturaleza en los programas educativos oficiales.
Si necesitan ideas, Nelson los invita a visitar las aulas y hacer vida en las escuelas.
“Muchas veces, el que diseña el currículo no está en la escuela o no hace vida en la escuela. Uno se nutre y aprende muchísimo cuando está en la escuela. Los niños dan muy buenas ideas pero pocas veces son tomados en cuenta”, señala Nelson.
A nivel de diseño curricular, por ejemplo, favorecen que a los docentes se les brinde más flexibilidad “para que puedan explorar el entorno y crear pequeños espacios propios o proyectos que vinculen a la comunidad cercana con la escuela y los estudiantes”.
“¿Cómo es posible que tengas el Zoológico Nacional a 15 minutos de tu comunidad educativa y nunca lo hayas visitado? En otros lugares también hay bosques y parques cercanos”, expone Tomiko.
De esta forma, apoyan también sacarle partido al auge que -en parte gracias a la pandemia- ha tomado la metodología bosque-escuela.
Afirman que el aprendizaje al aire libre aporta a la educación a través del contacto la naturaleza y “esa apertura, esa flexibilidad de ir con ropa cómoda, apartarse de la butaca dura, del uniforme, del aula calurosa, es estimulante para los alumnos”.
Para Tomiko, hay miles de herramientas y oportunidades que se pueden utilizar para educar y provocar el asombro en los estudiantes.
“Hoy día se sabe, gracias a la neurociencia, que el aprendizaje viene por el asombro, por lo emocionante, gratificante y placentero, pero seguimos todavía con una educación amenazante, reprimida… Nosotros también hemos tenido que aprender muchísimo. Nosotros también aprendemos en el proceso”, dice Tomiko.
Señalan que, por ejemplo, cuando mostraban imágenes de culebras en las dinámicas, las maestras eran las primeras que volteaban el rostro con un gesto de reprobación.
“Y resulta que es más simple de lo que uno piensa. Hemos hecho complejo, difícil y complicado lo simple. A veces, la piedrecita del campo, la mata que se acaba de caer, la hojita doblada, el lagarto que entró por la ventana…, sirven para hacer conexiones sutiles y agregar valor a la actividad literaria en el aula. En lo simple está lo grande”.