Frankely Rodríguez, de 13 años, es el mayor de 3 hermanos. A los pocos días de su nacimiento los médicos le comunicaron a su familia que el niño tenía una condición que le dificultaba la movilidad. El diagnóstico fue Pie Bot, una deformidad congénita que afecta a los huesos y músculos de los pies, este trastorno le impedía caminar.
“Aunque yo no podía caminar como los demás, yo nunca me sentí humillado, yo jugaba porque muchos de mis amigos jugaban conmigo, aunque yo tenía los pies así. Ellos me decían, quédate aquí, si ellos iban un chin lejos, para que yo no me cansara”, explica Frankely.
Cirugía
En 2017 fue sometido a su primera intervención quirúrgica para corregir su deformidad, gracias a este proceso pudo mejorar su caminar y acelerar el ritmo, aunque con cierta dificultad. Luego de su cirugía fue con sus primos que nació el amor por el béisbol, un anhelo que lo ha llevado a desafiarse y mejorar para alcanzar sus sueños de ser pelotero.
“Yo le comenté a un primo que yo quería jugar entonces él me dijo que tenía el número de un entrenador y me dijo vamos a darle el número a tu papá para que te apunte ahí”, asegura.
Narra que a pesar de sus limitaciones, en sus prácticas sus entrenadores lo felicitaron porque pudo ponchar a 8 bateadores en varias entradas.
“La gloria de Dios es grande y yo sé que yo voy a poder caminar bien, Dios mediante”, dice.
Su mensaje
Frankely, como buen cibaeño, es aguilucho. Él se sienta con su familia a ver cada juego del equipo, así nació su admiración por el exgrandesligas infielder, Jonathan Villar. “Yo le diría a Jonathan que eche pa’ lante, que no le pare a na’.
Cuando hay gente en base, que tiene la base llena, en mi mente yo le digo vamos, vamos echa pa’ lante; y cuando él da su hit yo celebro, él me inspira”, afirmó.
El desafío
“Ahora mismo sólo recibimos lo de la tarjeta Supérate que son mil seiscientos cincuenta pesos mensuales que da el gobierno”, explica Francisco Rodríguez, el padre de Frankely.
Frankely vive junto a su familia en una pequeña casa deteriorada, de dos habitaciones, junto a su padre y sus hermanos, de 8 y 10 años de edad.
El padre trabaja como seguridad desde las 6:00 de la mañana hasta las 6:00 de la tarde; él es quien sustenta su hogar, ya que es viudo hace cuatro años y cuatro meses, luego de que su esposa falleciera de Covid-19.
Su día inicia a las 4:00 de la mañana, Francisco se levanta muy temprano a preparar los alimentos a sus hijos para luego irse a trabajar, pero hace alrededor de 20 días su hijo mayor fue sometido a una segunda cirugía, por lo que tuvo que pedir una licencia sin derecho a cobro.
“Yo tengo una tarjeta y ahora empecé a cobrarla”, explica Rodríguez, quien actualmente sólo cuenta con los mil seiscientos cincuenta pesos que otorga la Tarjeta del Programa Supérate cada mes.
“Esta es una situación muy difícil, imagínate yo tengo que buscar desayuno, comida y cena para mis hijos, y todo lo que ellos necesitan”, enfatizó.
La casa de Frankely sólo tiene dos habitaciones para que puedan dormir 4 personas, un adulto, dos niños y una niña.
La prioridad es alimentarse, no tienen recursos para poder comprar una estufa ya que la actual les está fallando.
Tampoco pueden comprar otro camarote para que cada uno pueda dormir en su cama, actualmente viven acinados.
Anhelo Casa
Vivir en la precariedad ha ayudado a afianzar el sueño de Frankely, de ser pelotero, para brindar una mejor calidad de vida a su familia.
“Si yo pudiera trabajar ahí enfocado yo le compraría una casa a mi papá y a mi hermanos”, asegura el menor, quien no pierde las esperanzas de convertirse en un jugador de grandes ligas.
Precariedad
Francisco Rodríguez, lamenta que tampoco pueden comprar otro camarote para que cada uno pueda dormir en su cama, actualmente viven acinados.
Anhela una casa
Vivir en la precariedad ha ayudado a afianzar el sueño de Frankely, de ser pelotero, para brindar una mejor calidad de vida a su familia.
Esperanza
“Si yo pudiera trabajar ahí enfocado yo le compraría una casa a mi papá y a mis hermanos”, asegura el menor Frankely, quien no pierde las esperanzas de convertirse en un jugador de Grandes Ligas.