Durante una crisis o evento traumático público vivido en sociedad, las personas afectadas, según su grado de exposición y afectación, pueden clasificarse en víctimas de primer nivel, segundo nivel, tercer nivel y cuarto nivel, dando como resultado toda una población afectada.
Las de primer nivel son las que fueron afectadas directamente por el evento y resultaron heridas, muertas o con daños materiales. Las de segundo nivel son los familiares y amigos cercanos de las víctimas de primer nivel que pueden experimentar sufrimiento y un reajuste en su cotidianidad.
En el tercer nivel están los que se involucraron en la crisis como socorristas, bomberos, personal médico y otros profesionales que brindaron ayuda. En cuarto nivel están las personas que, aunque no fueron directamente afectadas, experimentan consecuencias emocionales y psicológicas.
A raíz del trágico cataclismo en el club de ocio nocturno del Jet Set, donde el desplome del techo arrebató la vida de 232 personas, un equipo de psicólogos y psiquiatras conversó con el director del medio LISTÍN DIARIO, Miguel Franjul, sobre las consecuencias que trae consigo en el ámbito psicológico esta catástrofe.
Así lo recalcaron la psicóloga clínica, educadora y académica Marisol Guzmán; la psicóloga clínica, terapeuta familiar e investigadora Rafaela Burgos; la psicóloga clínica, terapeuta familiar y presidente de la unidad de intervención de crisis y trauma Vanessa Espaillat, junto con los psiquiatras y especialistas en adicciones Francis Báez y José Miguel Gómez, actual asesor del Poder Ejecutivo.
Aclararon que las víctimas de cuarto nivel generan una experiencia emocional compartida que corresponde a un duelo colectivo que se vive de forma conjunta, creando un malestar general emocional que muchas veces ocasiona actitudes negativas como ira, rabia, enojo y resentimiento.
“Va a haber un proceso de indignación, de malestar general, parte del duelo, y va a haber el crecimiento de lo que le llaman las actitudes emocionales negativas. «Ira, rabia, eso es parte de ese proceso; que va a ser afectada mucha gente porque va a revivir la situación”, expresó Miguel Gómez.
Sugieren implementar un plan de intervención para situaciones como estas que cree un espacio de contención emocional, acompañamiento profesional y empatía social para que la población se recupere de este proceso emocional.
Bajo esa premisa, manifestaron que realizan programas con las comunidades más afectadas para una intervención psicológica más continua, además de disponer de los departamentos de psiquiatría y psicología para que sean acompañados en este proceso.
Espíritu del voluntariado
Al recordar cómo muchas personas que no tenían las habilidades para dar asistencia psicológica se enfocaron en donar sangre, dar botellas de agua y llorar con los afectados, enfatizaron que se necesita fortalecer el espíritu del voluntariado para que más voluntarios en República Dominicana dediquen tiempo y esfuerzo al beneficio de la comunidad, impulsando de esta forma la solidaridad y el desarrollo social.
“El dominicano es altruista, solidario, es voluntario. Hay organizado de forma tal que se sepa que hay un donante de sangre en cuerpo de datos, que se sepa dónde usted vive, cómo usted se llama, para que usted se saque sangre. «Hay que trabajar mucho el espíritu del voluntariado”, recalcó Gómez.
En ese sentido, proponen una tercera fase para reconectar con la vida después de la tragedia, para que todo aquel que intervino de una u otra forma pueda recibir ayuda. Al trabajar con el Estado, el Servicio Nacional de Salud y la municipalidad, se haría un acompañamiento en el dolor de la persona para convivir con él y sobrellevar el duelo aprendiendo a vivir con la pérdida.
“Resiliencia emocional, resiliencia social. Es al final lo que se requiere con esa capa. Que salgamos más fortalecidos, más duros, pero también como estado con mayor capacidad de prevención hacia otro desastre. Por eso lo del espíritu del voluntariado, organizarlo como país”, concluyó.
Respetar el duelo
Es bien sabido que en la zona cero muchas personas se han reunido para crear un altar en torno a su duelo. Como profesionales en la salud, recomiendan que se respete este espacio porque es una forma de cerrar, buscar aliento y despedir, indicadores necesarios para tragedias de este tipo.
Proponen crear un museo o parque recordatorio con los nombres de los fallecidos para que la municipalidad pueda acceder cada cierto tiempo y tener un espacio de contacto con los fallecidos y sea impregnado en la memoria colectiva.