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Homero Luis Lajara Solá
Si la mitad de la población dominicana está en condiciones de vulnerabilidad y solo un 40% recibe apoyo, existe un margen de riesgo social que nos debe mover a reflexión.
Cerca del 40% de los dominicanos subsiste gracias a programas de ayuda social, reflejando un Estado que protege, pero no emancipa. ¿Es Supérate un puente hacia la dignidad productiva o un ancla de cautiverio electoral? Un análisis sereno sobre la pobreza estructural y el desafío de generar libertad económica
La licenciada Gloria Reyes, directora general de Supérate, el programa del gobierno dominicano diseñado para mitigar la pobreza, afirmó que cerca del 40% de la población dominicana permanece dentro de las redes de apoyo social. Agregó que más del 50% de su población se encuentra dentro de los parámetros de vulnerabilidad definidos por el Banco Mundial.
Estas cifras revelan el rostro humano detrás de la pobreza estructural y la fragilidad sistémica de nuestro modelo de desarrollo. La directora señaló que esto es “evidencia de que aún queda un margen por cubrir”. Asimismo, interpretó que refleja una estructura estatal que prioriza la sostenibilidad del gasto y su focalización efectiva.
Sin duda, la sostenibilidad fiscal es un principio ineludible. Ningún país puede comprometer sus finanzas de forma ilimitada. Sin embargo, tal declaración confirma una realidad preocupante: nuestros programas sociales alivian los efectos de la pobreza, pero no han logrado construir un puente hacia la autosuficiencia de sus beneficiarios.
Que un 40% de dominicanos permanezca atado a una red de subsidios significa que casi la mitad de la nación no cuenta con fuentes de ingresos estables para solventar su alimentación, su educación, su salud y el transporte, sin asistencia estatal.
Esto, lejos de ser un triunfo absoluto de la política social, refleja un Estado que, durante décadas, se ha esforzado por paliar la pobreza en vez de superarla. Es, en esencia, la evidencia de un modelo que distribuye ayudas, pero no genera prosperidad compartida.
La propia Lic. Reyes admitió que la cobertura sigue siendo baja en comparación con países hermanos de América Latina, lo que expone un fenómeno aún más preocupante: tenemos más personas vulnerables en proporción a la población, pero con menor alcance de protección social.
No obstante, en sus palabras se destaca la “focalización efectiva”. Este concepto alude al reto de dirigir los recursos públicos hacia quienes más lo necesitan, evitando filtraciones, clientelismo y corrupción. Focalizar con rigor es indispensable. Pero no basta.
Un subsidio es un salvavidas, no un barco de travesía. La pobreza dominicana no se resolverá únicamente con transferencias monetarias. Se requiere un modelo educativo basado en un análisis de necesidades de formación que habilite a los ciudadanos a sostenerse por sí mismos.
Que un niño reciba desayuno escolar es un logro, pero que su madre o padre puedan cubrir su alimentación con un empleo digno es un triunfo aún mayor.
Este problema no es reciente ni atribuible a una sola gestión. Hace décadas que el camino elegido formaliza poco y precariza mucho, subsidiando lo urgente sin resolver lo importante.
Asimismo, no escapa a la mirada de algunos observadores el hecho de que estos programas generan un vínculo de dependencia que podría ser interpretado como una palanca electoral para el partido de turno.
La percepción de que un cambio de gobierno pondría en riesgo estos beneficios, aunque constitucionalmente no deba ser así, puede inducir temores legítimos entre los beneficiarios.
Si Supérate lograra, además de transferir recursos, articular empleabilidad, micro emprendimientos y formalización laboral, se convertiría en motor de verdadera superación. La política social debe ser, en última instancia, un camino hacia la libertad y la dignidad.