Es el cambalache global pero sin tango ni quilombo.
El mundo patas arriba, que diría Galeano. El arte de lo posible haciendo imposible la existencia de la patria; mientras, en un colmadón de Las Atarazanas, Juan Pablo, el Duarte, se horroriza al ver la nación soñada que nunca pudo ser, convertida en una gris colonia mandada como los siervos, vencida como el rendido; y una institución, -el Instituto que lleva su nombre- convertido en la suma de todos los odios frente al negro proletario, mientras colecciona silencios frente a todas las humillaciones del imperio, áspero y brutal que acosa.
Sin ONU, OEA ni Academia Sueca (devenida en arma propagandística del imperio en su decadencia de horrores), la Tercera Guerra Mundial y Terrorista, continua. Veamos: Primero comenzaron con la ONU, incapaz de acabar con los genocidios del gobierno terrorista de Israel desde 1948 hasta ayer, o frenar aquel bloqueo a una Cuba que, acosada por el cara pálida, por sobrevivir, buscó amparo en la URSS y sus misiles. Luego llegaría el turno a la OEA, (tan fea) creada para justificar los desmanes y abusos imperialistas contra nuestras patrias tan mancilladas siempre. Árbenz, Bosch, Allende.
El último desliz del cinismo imperial ha sido lograr que la Academia Sueca entregara el premio Nobel de la Paz a la candidata del Departamento de Estado estadounidense para la guerra, designada -como aquel Guaidó para el olvido- para ocupar la presidencia de Venezuela cuando logren corromper a sus militares o asesinar al presidente. Una pacífica señora que en su pacifismo ha propuesto la invasión de su propio país por tropas extranjeras, ha celebrado, -como si un orgasmo fuera- el genocidio de su amigo Netanyahu contra el pueblo palestino, y fue, además, propiciadora impune del golpe de Estado de abril 2002 contra el gobierno legítimo de Hugo Chávez, entre mil horrores más.
Entregar el Nobel de la Paz a la señora es como si la DEA entregara el Premio Innoble de la Droga, al perínclito capitán Quirino o a su excelencia el diputado Gutiérrez. ¡No te jode!
Si algo faltaba, el sábado se nos marchó Cuqui, el fraterno anfitrión del Bar Lucia y el Mesón de Bari donde tantos fuimos felices tantas veces, celebrando la amistad o reinventado amores sin rencor ni olvido. No es cosa del río, Patxi Andión, “es que entramos en invierno y están llegando los fríos”.