Las muertes ocupan las primeras planas de los diarios informativos, estremeciendo la seguridad familiar. Son varias las causas que motorizan tantos crímenes. La educación sigue siendo un lujo en nuestra sociedad. Técnicos, profesores y profesionales no encuentran una remuneración digna en el ejercicio de sus funciones.
El alto costo de la vida y la corrupción sostenida provocan el desequilibrio social, favoreciendo a sectores depredadores del erario.
El tráfico de drogas sustenta una juventud desorientada y frustrada por las pocas oportunidades de crecimiento en la educación, induciendo al consumo de drogas narcóticas que destruyen el sistema nervioso central, alterando el comportamiento y equilibrio de nuestros jóvenes, estimulando la violencia y el auge del sicariato.
La orientación doméstica se afecta por la lucha de subsistencia para solventar la familia dentro de parámetros económicos, abultados por una carga impositiva difícil de soportar.
Las necesidades básicas de la población son condicionadas por la avaricia en la perpetuación política, gastando los capitales generados por las medidas impositivas afectando su calidad de vida, y con ella el auge de la violencia.
La sociedad se siente desprotegida frente a los depredadores que sustentan sus riquezas en operaciones fraudulentas, por la malversación y falta de transparencia de los recursos del Estado, afectando la paz social y la seguridad que necesita la familia dominicana, para lograr mejores condiciones económicas en su lucha por alcanzar una mejor calidad de vida.
La violencia es el resultado de la corrupción y su impunidad.