Son muchas las historias que albergan las paredes de los hospitales en el Gran Santo Domingo. Varios los rostros de preocupación que esperan en silencio noticias de sus familiares enfermos. Pero también son muchos los que añoran que esas noticias sean alentadoras.
En los pasillos del Hospital Luis Eduardo Aybar, Yismeiry Toribio esperaba informes del estado de salud de su madre, quien se encontraba ingresada en este centro desde hace dos días debido a un cuadro clínico de depresión.
A su madre, Altagracia Pérez, quien además es paciente diabética, le fue amputada una pierna a raíz de esta enfermedad. Según relata su hija, ese hecho fue un duro golpe para la señora y para toda la familia.
Altagracia tiene 50 años y es madre de siete hijos. Antes de sufrir la pérdida de una de sus extremidades, trabajó como conserje durante cuatro años en la Alcaldía del Distrito Nacional pero, según relata su hija, “fue despedida sin justificación y sin liquidación cuando empezó a ausentarse y tomar licencias médicas por causa de sus constantes achaques”. El proceso de adaptación por el que atraviesa Altagracia, ha sido tortuoso para ella, ya que tal y como la describe su hija, “siempre ha sido una mujer activa, acostumbrada a trabajar, a hacer sus quehaceres y a valerse por sí misma”.
A pesar de su condición, le gusta sentirse autosuficiente, sin embargo, a veces los recuerdos de lo que era su vida antes de la amputación invaden su memoria, haciéndole sentir tristeza, robándole las ganas de alimentarse o de realizar cualquier otra actividad.
“Nosotros la conocemos muy bien, podemos ver cuando sufre y cómo se pierde a veces”, continúa Yismeiry en su relato.
El psicólogo clínico Emerson Pérez, considera que el proceso de recuperación de un paciente tras la pérdida de una de sus extremidades, debe ir al unísono con la asistencia psicológica, debido a que el dolor que se percibe puede ser comparado con el duelo ya que experimenta negación, rabia, depresión y posteriormente aceptación.
“Con una buena actitud y una mente positiva, la persona puede salir adelante”, comentó. La estima que el paciente tiene de sí mismo, según el médico, es determinante, asimismo lo es que “acepte su realidad”. La atención psicológica le ayuda al paciente a entender que si bien su vida cambio, sigue siendo un ser humano valioso. El doctor Pérez recomienda que la familia se involucre y sea un apoyo para el paciente, también sugiere que se integre a la persona a nuevas actividades de recreación o de trabajo tales como manualidades o deportes de mesa, a fin de reforzar su confianza.
La familia Toribio Pérez es oriunda de Pedro Brand, se trasladan frecuentemente hacia el Hospital Luis Eduardo Aybar para monitorear el estado de salud de la señora.
Son una familia de escasos recursos, pese a contar con seguro médico, el proceso de traslado día tras día hacia el hospital y la adquisición de la silla de ruedas requirió de mucho esfuerzo y ayuda de terceros. Ocurre una situación similar con el tratamiento y la compra de medicamentos. Yismeiry comentó que la zona donde residen no está apta para que las personas con discapacidad tengan “una vida normal”. A lo que expresa su deseo de tener una ciudad inclusiva, donde personas como su mamá puedan transitar sin temor a correr peligro.
Los hijos de Altagracia y su esposo de 54 años dedicado al motoconchismo, aportan entre todos para preservar su salud. No obstante, su ayuda no es suficiente, ya que el único ingreso fijo con el que cuenta la señora es una tarjeta de asistencia social otorgada por el gobierno con el monto de 1,600 pesos.
Historias como la de Yismeiry y su madre Altagracia, deja muchas interrogantes: ¿Cuántas personas han perdido sus trabajos al enfrentarse a extenuantes procesos de salud? ¿Cuántos dominicanos sobreviven con tan solo 1,600 pesos? ¿Cuántos discapacitados sienten como el fin de sus vidas perder un miembro de su cuerpo?
Pero especialmente, ¿Cuántos sufren en silencio todas las calamidades anteriores sin contar con una mano amiga o la ayuda psicológica necesaria?