(Este artículo se publicó originalmente en nuestra versión impresa del 30 de mayo 1998)
Es a partir de 1930 que el nombre de San José de las Matas ocupa los primeros planos en el acontecer político nacional. Pero este auge desgraciadamente fue iniciado salpicado de sangre, producto del asesinato de Virgilio Martínez Reyna, la primera víctima de la naciente tiranía trujillista.
Todavía el tirano no había tomado posesión de la presidencia de la República, la ocupaba de forma provisional Rafael Estrella Ureña.
El ánimo público sufrió una terrible conmoción tan pronto circuló la perturbadora noticia de que había sido horripilantemente asesinado en San José de las Matas el destacado líder del Partido Nacional, Martínez Reyna, habiendo sido también víctima su joven y bella esposa Altagracia Almánzar de Martínez. Este crimen acaeció la noche del domingo 1 de junio de 1930.
Martínez Reyna había salido de Santiago el viernes 30 de mayo en la tarde con destino a San José de las Matas, a su residencia habitual, ubicada donde está hoy el hotel Buenos Aires.
Venía a este pueblo a ponerse en reposo porque su salud estaba deteriorada, tenía apendicitis e iba a someterse a una intervención quirúrgica. Le acompañó su esposa y la cocinera.
Se cuenta que como a las diez y media de la noche del domingo un grupo de hombres armados de revólveres, puñales y colines llegó a la residencia de Martínez Reyna y pidió que le abrieran las puertas a nombre no se sabe de quién.
Al permanecer aquellas cerradas se dieron entonces a la tarea de violentar una ventana de cristal y penetraron allí varios hombres, haciendo acto seguido disparos de revólveres contra Martínez Reyna, que acostado en su lecho se encontraba, recibiendo ocho balazos en distintas partes del cuerpo y por necesidad mortales. Pero no conformes aquellas fieras hambrientas de sangre, le produjeron además siete tremendas puñaladas, una de ellas en el cuello, que tuvo casi al despegarle la cabeza, otras cerca del ojo derecho extendiéndose al labio superior, que lo dividió en dos partes, quedándole desfigurado todo el rostro.
Hay que considerar que este asesinato no tiene anales en la historia de la criminología política.
Su esposa, parece que al tratar de que no lo asesinaran, fue alcanzada por dos balazos, uno de ellos grave, por haberle atravesado el hígado y encontrarse en período de gestación.
El gobernador de la provincia de Santiago, César Tolentino, informó a LISTÍN DIARIO a través de un telegrama redactado en La Información, periódico que él dirigía, lo siguiente:
“El cadáver de Virgilio fue traído a esta ciudad a las tres de la madrugada. Su señora fue traída un poco más tarde, moribunda.
Se dice que ésta antes de morir dijo que los asesinos estaban tiznados para que no se les conociera. La saña del crimen manifiesta que un rencor personal fue el móvil del horrendo hecho.
El presidente Estrella Ureña, así como el secretario de Justicia, Armando Rodríguez y el Procurador General de la República, Ramón Lovatón partieron para San José de las Matas a fin de investigar el crimen e imponer las sanciones condignas»
El rumor público, así como las primeras investigaciones que realizaron las autoridades judiciales, señalaron desde el principio como autor intelectual del hecho al general José Estrella, tío del presidente y servil de Trujillo.
Los victimarios eran colaboradores cercanos del general Estrella, un viejo hombre de armas cuya mentalidad se había formado en las guerras civiles. La acción de la justicia quedó, desde luego, paralizada con aquel sorprendente descubrimiento.
Virgilio Martinez Reyna nació en Santiago en 1885. Era hijo de Germán Martínez y Carolina Reyna. Fue secretario de Estado de la Presidencia del primer gabinete del presidente Vásquez, demostrando capacidad durante el ejercicio de dicho ministerio.
Era poeta y publicó un libro de versos. Como prosista escribía con donoso y depurador estilo cuando hacía la labor literaria y con vigor de periodista cuando se lanzaba desde la prensa al debate político.
Más de cuatro mil personas asistieron al entierro de Virgilio. Había sido la más grande y espontánea manifestación de duelo que se había visto en Santiago.
Otro crimen sin precedentes fue el asesinato de los hermanos César, Faustino y Andrés Perozo, ocurrió en la seccion de Carrizal, a veinte kilometros al Sur de San José de las Matas.
Formaban parte de un grupo que pretendía tomar la frontera domínico haitiana con intenciones subversivas. El hecho ocurrió la mañana del martes 24 de mayo de 1932.
Fueron exterminados por miembros del Ejército Nacional. Junto a ellos murieron José Altagracia Tolentino, Julio Homero García y un chofer llamado Bonifacio. Las armas que le ocuparon al grupo fueron depositadas en la Fortaleza San Luis.
Los tres hermanos fueron desde la instauración del gobierno de Trujillo, empleados de distintos ramos de la administración pública: Andrés Bautista, juez de la Suprema Corte de Justicia; César, colector de Rentas Internas; Faustino, inspector de Rentas Internas.
Habían renunciado a sus cargos pocos días antes de los hechos y los habían desempeñado con celo y honradez.
En Santiago, su ciudad natal, gozaban de general estimación por su caballerosidad y exquisita afabilidad que a todos les caracterizaba.
Parece que la familia Perozo le perseguía una desgracia, pues toda ella había desaparecido de una manera trágica, en lo que se refiere a los varones. Primero murió Masú, el mayor, en un combate cuando nuestras guerras intestinas. Luego el poeta Juan Luis Perozo puso fin a su vida disparándose en la cabeza en el patio de la Alcaldía de Santiago. Apenas hacía un año de los hechos que el padre de todos, don Loreto Perozo, murió arrollado por un automóvil.
Andrés Perozo había impartido docencia en la Escuela Normal de Santiago durante varios años. Dictaba clases de instrucción moral y cívica y de historia de la filosofía.
Sergio A. Hernández y Ercilia Pepín, directores de la Normal y la Escuela México de Santiago, respectivamente, fueron cancelados por haber dispuesto un duelo escolar con motivo de la muerte de Andrés.
Su muerte, dada las circunstancias en que aconteció, conmovió a todo el país, dando lugar a protestas silenciosas y a señales de duelo, como fue bajar la bandera a media asta en estas dos escuelas.
Estos crímenes ocurrieron al principio de la Era de Trujillo y ya se vislumbraba el carácter sanguinario de su régimen.