?El primero en advertir que un huracán económico se cernía sobre el horizonte fue Jamie Dimon, el presidente de J.P. Morgan, el principal banco de inversiones en el mundo.
Luego fue Goldman Sachs, otro de los principales bancos de inversiones; y posteriormente, el Deutsche Bank, el Citi Bank, el Bank of America y Wells Fargo
Ahora lo acaba de hacer el Fondo Monetario Internacional, en su más reciente informe de la economía mundial, de octubre de este año. Lo afirma de manera casi apocalíptica, al sostener:
“A medida que se avecinan los nubarrones de tormenta, las autoridades deben mantener la mano firme en el timón”.
Al leer esas palabras, lo primero a tomar en consideración es que el organismo crediticio internacional está literalmente pronosticando que se acerca una tormenta económica mundial.
Esto así, según el informe, debido a que hay tres fuerzas poderosas que en estos momentos gravitan sobre la economía mundial: primero, la invasión de Rusia a Ucrania; segundo, la crisis del alto costo de la vida, provocada por la inflación; y tercero, la desaceleración de la economía China.
En el transcurso de este año y durante el próximo, más de una tercera parte de la economía mundial experimentará una caída en su crecimiento, mientras que las tres principales potencias económicas del planeta, Estados Unidos, la Unión Europea y China, permanecerán estancadas.
Para que nadie se haga ilusiones acerca de lo que nos depara el porvenir inmediato, el FMI no procura disfrazar la realidad con lenguaje diplomático. Por el contrario, lo dice de manera simple y directa, en estos términos:
“Lo peor aún está por llegar, y para mucha gente 2023 se sentirá como un año de recesión”.
Por su parte, además de muerte y destrucción, la invasión de Rusia a Ucrania ha causado una aguda crisis energética en Europa, así como un incremento de precios de los alimentos, generando gran penuria, desencanto y preocupación, a nivel mundial.
Presiones inflacionarias
Las políticas monetarias y fiscales expansivas aplicadas para reactivar el crecimiento económico, luego de la drástica contracción sufrida con motivo de la pandemia del Covid-19, han tenido un efecto inflacionario.
Esa inflación o aumento de precios ha resultado persistente, contrariando los pronósticos iniciales de que sería algo transitorio.
Para frenar esos impulsos inflacionarios, los bancos centrales, de manera sincronizada, han adoptado medidas monetarias restrictivas, las cuales consisten en aumento de tasas de interés y reducción de liquidez en el sistema financiero.
Esas medidas, aplicadas rigurosamente, deberán tender a reducir, gradualmente, los niveles de inflación, pero a un costo muy alto: el de disminuir el consumo, bajar el crecimiento y aumentar el desempleo.
Más aún, como resultado de esas medidas restrictivas ya puestas en ejecución, el dólar norteamericano se ha fortalecido, con lo cual todo lo que se adquiere de Estados Unidos, en bienes y servicios, aumenta de precios, al tiempo que la deuda de los países aumenta al incrementarse las tasas de interés.
A esa realidad es que alude el FMI cuando manifiesta que a medida que se acercan las ráfagas de la tormenta, ¨las autoridades deben mantener la mano firme en el timón¨.
De no ser así, esto es, de no aplicarse con rigor políticas monetarias restrictivas, los bancos centrales asumen el riesgo de no hacer disminuir el alto costo de la vida.
Pero, sobre ese particular, el Fondo advierte sobre el doble error en que podría incurrirse, al aplicarse las referidas medidas restrictivas. Primero, que al no aplicarse en forma estricta y consistente, la inflación persista. Segundo, que en caso contrario, de exceso en su aplicación, se produzca una recesión que paralice la economía en su totalidad.
Al concluir sobre esos aspectos, el organismo dependiente de Naciones Unidas afirma: “El entorno externo ya es sumamente complicado para muchas economías de mercados emergentes y en desarrollo… los shocks de 2022 volverán a abrir heridas económicas que no se curaron por completo tras la pandemia”.
Impacto político
Constituye una perogrullada establecer los vínculos existentes, comprobados por la historia, entre economía y política.
Generalmente, cuando la economía crece, creando prosperidad y bienestar, la política suele ser estable, suscitando apoyo a los gobiernos, que en los regímenes democráticos significa respaldo en las urnas.
Lo contrario es también cierto. Si la economía se estanca en su crecimiento, o se produce alza de precios, recesión, o cualquier otra calamidad económica que disminuya los estándares de vida de la población, inmediatamente se producen fuertes tensiones sociales. Los gobiernos empiezan a disminuir su caudal de apoyo popular y suelen terminar sus días con un rechazo en las urnas.
Lo novedoso del mundo contemporáneo es que ya no sólo se trata de la interacción natural entre economía y política, sino al hecho de que las tendencias de la economía global tienen cada vez mayor incidencia en los resultados electorales nacionales.
Eso empezó a ponerse en evidencia con las consecuencias sociales y políticas de la crisis financiera global del 2007-2008. En Europa, por ejemplo, con excepción de la Alemania de Angela Merkel, todos los países que en medio de la recesión causada por la crisis financiera global aplicaron medidas de austeridad, perdieron las elecciones.
Lo mismo ocurrió en América Latina. Durante la llamada Década de Oro (2003-2013), debido a los altos precios de los commodities, los lideres progresistas de la época disfrutaron de un respaldo popular tan amplio que pudieron hasta reelegirse, democráticamente, en sus respectivos países.
No obstante, cuando el péndulo de la economía osciló en sentido contrario, durante el lustro 2014-2019, en que los precios de los productos de exportación se desplomaron, los gobiernos se vieron abrumados por protestas, paros y huelgas, llegando a ser reemplazados en las urnas por regímenes conservadores.
Ahora, la intensidad de los vientos huracanados estremecerán los cimientos de la economía global, generando, una vez más, inconformidad social y turbulencia política en todos los rincones del planeta.
No deseamos que así sea, pero es el pronóstico sombrío que nos ofrece el Fondo Monetario Internacional, cuando en su más reciente informe sobre la economía mundial señala que “lo peor aún está por llegar”.