Desde hace décadas se viene hablando del desarrollo de Pedernales, esa lejana frontera a cinco horas de distancia; sueño compartido por sus gentes y también por gobiernos que en los discursos decían mucho y en los recursos ponían poco. Entre un vil robo -digno de un pelotón de fusilamiento- y el esfuerzo decidido y consistente de Danilo Medina por recuperar ese patrimonio robado, ese sueño se fue durmiendo mientras la pobreza más abyecta se cebaba contra toda una región y sus gentes.
Luis Abinader hizo en el sur su gran apuesta, ese será su legado, uno de los hitos fundamentales de su gobierno, y él lo sabe; por eso desde la Dirección General de Alianzas Público Privadas no han escatimado recursos -humanos, técnicos o financieros- para iniciar desde cero el destino, sin sacrificar la transparencia o la eficiencia. Y es que, en definitiva, presidentes son quienes administran la cosa pública, pero estadistas son quienes miran más allá y logran hacer caminar a los demás detrás de una visión de Estado que pocos consideran real o posible… hasta que se manifiesta.
Pedernales ha sido soñado, concebido y proyectado como un nuevo destino, pero, a mi juicio, su mayor contribución será constituirse en un referente -nacional e internacional- de cómo en lo adelante se deben hacer las cosas. Atrás quedaron los tiempos de bulldozers destruyendo dunas y manglares día y noche; de lagunas rellenadas; de paisajistas incorporando elementos exóticos al entorno; del medio ambiente visto como el enemigo a vencer y no como el aliado diferenciador a sumar; de comunidades y pueblos vistos como amenazas a la seguridad de los turistas y no como complementos al ocio, el esparcimiento y la interacción cultural; de construir sin licencias y permisos, porque sí, porque soy el Estado y todo lo puedo.
Hoy Pedernales traza un nuevo camino e incorpora nuevos paradigmas que sitúan lo ambiental y lo local en el centro del proceso; que establecen nuevas modalidades de colaboración entre lo público y lo privado a través de esquemas que sustentan todo su accionar en torno a la transparencia, la legalidad y los consensos.
Más allá del beneficio inmediato de la región, ese “saber hacer” y esas capacidades nacionales que se están construyendo, que incorporan las buenas prácticas de proyectos emblemáticos desarrollados en otras partes del país, importan más que todas las obras físicas e inversiones, porque son trascendentes y perdurables en el tiempo; porque conllevan una visión diferente e impactarán de manera positiva en el desarrollo de nuevos destinos, trazando las pautas, indicando el camino hacia un verdadero desarrollo humano ambientalmente sostenible.