Cuando un exfuncionario del gobierno de Donald Trump me comentó en privado el año pasado que el presidente de Colombia, Gustavo Petro, sufría de depresiones o de un problema de drogas que lo hacían desaparecer a menudo de la luz pública, no le presté mucha atención. Sonaba como un chisme barato para desprestigiar al primer presidente de izquierda en la historia de Colombia.
Pero ahora, tras un año de la presidencia de Petro, las constantes ausencias inexplicadas del presidente colombiano de sus compromisos oficiales son un tema de primera plana en los periódicos colombianos.Y lo que es más importante, están siendo objeto de una petición de legisladores de la oposición colombiana para que Petro se someta a un examen mental y lo haga público.
Según el diario colombiano El Tiempo, Petro faltó a casi 100 reuniones oficiales desde que asumió el cargo el 7 de agosto de 2022. Sus críticos ya le han puesto el apodo de “el ausente”, o presidente “part-time”.
Entre sus ausencias inexplicadas más recientes se encuentran un desayuno de trabajo y sesión para sacar la fotografía oficial de los presidentes que asistieron a la reciente cumbre para preservar el Amazonas realizada en Belem, Brasil, el 8 de agosto. Petro ya estaba en Brasil, pero no asistió a esas actividades matinales. El 18 de agosto, Petro no se presentó a una convención de la Andi, la asociación de industriales de Colombia, ni a una reunión comunitaria en Cartagena.
Las especulaciones sobre los motivos de las ausencias de Petro se dispararon tras una explosiva grabación que se filtró a la revista Semana, en la que se oía al entonces embajador de Petro en Venezuela, Armando Benedetti, sugerir que el presidente tenía un problema de cocaína.
En una entrevista posterior con Semana, la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt reiteró sus declaraciones de 2022 de que había encontrado a Petro en un estado de depresión y “tirado en el suelo”, durante una visita a su casa en Bélgica hacia 1995. Petro ha negado tales afirmaciones.
Petro ha dicho a la revista Cambio que sus frecuentes ausencias de reuniones públicas se debían a varios factores, incluyendo la “inexperiencia” de funcionarios de su equipo que a veces sobrecargaban su agenda.
Pero Juan Espinal, uno de los legisladores de la oposición que presentó una petición al Senado pidiendo un examen médico voluntario del presidente, me dijo que dicha prueba es necesaria porque el comportamiento errático de Petro está generando “un caos total”.
Además de no haber ido a casi 100 citas oficiales en el último año, el presidente ha cambiado a 11 ministros y ha despedido a más de 96 altos funcionarios durante ese periodo, me dijo Espinal.
“No tenemos ninguna intención de tumbar al presidente”, me dijo Espinal. La petición de un examen de salud física y mental del presidente solo busca averiguar si el presidente tiene un problema, y pedirle que busque tratamiento si ese es el caso, dijo.
Los escépticos sobre los exámenes de salud mental de los presidentes señalan que las pruebas psicológicas son algo subjetivo, y pueden utilizarse como arma política para desacreditar a un mandatario.
De hecho, muchos señalan que la mayoría de los problemas mentales no deberían ser un obstáculo para ejercer cargos públicos. Un estudio realizado en 2006 por académicos de la Universidad de Duke reveló que 18 presidentes estadounidenses entre 1776 y 1974, es decir, el 49% de todos los que ocuparon el cargo durante ese periodo, estaban dentro de los parámetros que sugieren la existencia de trastornos psiquiátricos.
Pero, como me señaló la profesora Sandra Borda, de la Universidad de los Andes de Colombia, si Petro trabajara en el sector privado y no se presentara repetidamente a trabajar, su empresa le pediría que iniciara una terapia. ¿No debería pasar lo mismo con un presidente?, me preguntó.
Un ex alto funcionario colombiano con acceso a información de inteligencia me aseguró que Petro no tiene ninguna enfermedad mental o física seria, sino un hábito de irse de parranda y beber demasiado hasta altas horas de la noche. El gobierno de Petro dice que eso es un infundio.
Sea como sea, la oposición colombiana hace bien en exigir que Petro por lo menos asista a sus compromisos durante los viajes pagados por el estado. Un presidente “part-time” no proyecta una imagen de seriedad de sí mismo, ni de su país.