Jesús Alcántara es un vigilante tan serio y responsable que, aunque usted no lo crea, estando en el mismo periódico, dio lucha realizarle esta entrevista. Siempre pone por encima de cualquier cosa, su compromiso con el trabajo. “Ay, Marta, hoy no puede ser. Debo estar aquí todo el tiempo. Se refirió a su custodia en la Recepción. Al día siguiente llega a las 9:00 de la mañana, hora pautada para la conversación en la Redacción, pero fue para decir que todavía no podía ser porque debía cumplir con algo laboral. Hay que entenderlo. Por eso es que lleva cuatro décadas trabajando en LISTÍN DIARIO.
Sin exagerar, Jesús es como la cara de la institución cuando llegas al periódico. Es quien recibe al rico, al poderoso, al mensajero, al que viene en búsqueda de que le publiquen algo, y en fin, a todos los que visitan el lugar por diversos motivos. De hecho, son muchos los que lo conocen por su nombre, charlan con él y dondequiera que lo ven, hasta fuera de aquí, lo saludan con mucho cariño y respeto. No es para menos, eso es lo que él se ha ganado.
¡Por fin se dio! Después de mucho esperar, Jesús sacó unos minutos para contar su historia siendo vigilante en este periódico, que por algo es su segundo hogar. Señores, pero hubo cosas de las que no pudo hablar “porque el deber me llama”. Por eso los datos que faltaron hubo que buscarlo en su puesto de trabajo. “Jesùs, te tengo otras preguntas”, se le dijo. “Ahhh, aquí sí, porque no tengo que dejar de hacer lo mío”. Respondió con certeza, pero sus ojos y sus reflejos estaban atentos a todo el que entraba y salía.
Vivencias que atesora
Ya con los datos a mano, fue fácil redactar la historia de quien se ha convertido por 40 años en “los ojos” de este periódico. Fue un 16 de septiembre del año 1983 cuando entró a trabajar en lo que se ha convertido en su casa. Durante todo este tiempo ha acumulado experiencias dulces y amargas. Recuerdos bonitos que atesora de directores que vio desfilar por el legendario medio, y añoranzas que mueven su sensibilidad cuando las toca.
“Todos los directores que he visto pasar me han dado un buen trato, pero siempre recordaré a don Rafael Herrera, un hombre noble, sencillo, sabio… que con todo lo que hacía dejaba una enseñanza. Recuerdo cuando alguien que no estaba esperando venía a buscarlo y, cuando le informábamos que lo buscaba fulano, decía: ‘yo no sé quién es, pero déjenlo pasar’, porque le gustaba atender a la gente. En realidad, no puedo quejarme de ninguno, y les agradezco a ellos y a los administradores que han pasado por aquí porque siempre me han tratado con respeto”. Es sincero al hablar.
Momentos bonitos
Jesús le agradece a este trabajo como vigilante, el haber tenido la oportunidad de ver figuras como su ídolo, David Ortiz, o a Pedro Martínez y Albert Pujols. Y qué decir, de tener frente a sus ojos a Hipólito Mejía, Leonel Fernández, Danilo Medina y a otros grandes políticos dominicanos. Eso sí, no supera el hecho de haber tenido cerca a Fernando Villalona, su artista favorito, o a Sergio Vargas y otros artistas nacionales e internacionales que han pisado la planta de este periódico que, por 40 años le ha servido de cobijo al querido Jesús.
El Listín ha sido testigo de sus penas familiares
Antes de cumplir un año trabajando en el periódico, le tocó llorar. En el año 1984, dos de sus hermanos, uno de 16 y otro de 17 años, se ahogaron juntos. “Nunca olvidaré ese día cuando vinieron a buscarme por esa tragedia. Pero no me dijeron lo que pasó. Me engañaron diciéndome que uno de ellos, que siempre se enfermaba, se había puesto malo, pero cuando llegué a Yamasá, era que habían muerto los dos. Eso acabó conmigo, como también lo hizo la muerte de mi padre. Aquí en el Listín he llorado esas pérdidas”. Lo cuenta con evidente tristeza.
Le ha tocado reír y llorar en su trabajo como vigilante
Una parte de la vida laboral de Jesús, se ha convertido en algo inolvidable. “Fue cuando Ramoncito Báez Figueroa me canceló por ocho días. Se dio una situación confusa, que yo ni la entendí. Dejé que alguien se parara a dejar a una empleada de la empresa, como siempre, pero ese día, él llegó ahí mismo y eso al parecer le molestó. Pidió mi cancelación, y nadie se explicaba por qué”. Jesús lo cuenta un poco apenado, pero al decir que sólo fueron unos días porque todo el mundo habló por él y lo repusieron, tomó fuerza y siguió contando de sus experiencias en estas cuatro décadas.
Recuerda que sus compañeros de trabajo, inclusive, gente a la que creía él no le caía bien, hicieron una carta de apoyo al trabajo serio y honesto de Jesús. Atrás dejaron la incomodidad que les provocaba la exigencia de este pulcro vigilante, quien a todos pedía se colocaran el carnet de una forma muy particular: “¿Anda legal?”.
“Tú sabes que había un muchacho que yo creía que no quería saber de mí porque siempre le pedía el carnet, y ese fue uno de los primeros que firmó la carta para que me repusieran”. Eso le hizo sentir muy bien, igual que cuando supo que, un visitante que le había tomado mucho cariño y que tenía buena relación con el entonces presidente de la empresa, también habló con éste para que reconsiderara la decisión. “Así pasó. Me llamaron y me repusieron, no dio tiempo ni a que me pagaran las prestaciones”. Aquí se ríe cuando se le saca cuenta de que sus “chelitos” de 40 años están intactos.
Amarga vivencia
La peor experiencia que ha vivido Jesús Alcántara a lo largo de estos 40 años fue cuando un primero de enero, un exvigilante de este diario, llegó armado al periódico en búsqueda del director para tratar un tema que nunca evidenció. “Ese día, en la Redacción sólo estaba Robertico, el que era diseñador, y entramos a conversar con él para ver cómo lo convencíamos de que se fuera, pero no, él quería que le llamarán a don Miguel Franjul, siendo como las 6:00 y algo de la mañana. Por más que se le explicó, no hubo forma. Robertico llamó a la casa y pudo comunicarse con el director, le explicó lo que acontecía y se actuó. Al rato vino un contingente para lograr desarmarlo y evitar una tragedia”. El relato de Jesús no para ahí.
Continúa diciendo que fueron horas de angustia y desesperación. “Yo lo sentía por él, era un excompañero y eso preocupa, pero también me mortificaba que cometiera un error que afectara a alguien aquí. Yo estaba dispuesto a ir donde su mamá para que ella viniera y lo convenciera, pero después, gracias a Dios los agentes pudieron controlar la situación”. Esa ha sido una de las tantas anécdotas que Jesús tiene para contar.
Otra vivencia que no ha podido olvidar fue cuando en el año 2003, durante la gestión de Hipólito Mejía, el Listín fue ocupado por gente del gobierno. “Para todos los empleados fue un golpe fuerte, porque ya no nos sentíamos como una empresa privada, sino como parte del Estado, y todo lo sucedido nos afectó emocionalmente». Lo cuenta mientras observa los perfectos filos de su camisa amarilla.
Lo logrado en este tiempo
Sólo trabajando en LISTÍN DIARIO, Jesús ha podido conseguir su casa propia, su vehículo y su sustento para levantar a su familia compuesta por su esposa Victoria, y sus cuatro hijos: Alejandro, Karina, Evelyn y Miguelina, a quienes nunca les ha faltado nada porque, así como es de responsable en su trabajo, es de correcto como padre, como esposo y como hijo.
Y no crean ustedes que Jesús toma sus vacaciones para irse a Yamasá, de donde es oriundo. Ay nooo, se va a Estados Unidos a visitar familiares y amigos que residen allí. Porque no es que gana una fortuna, es que este hombre siempre “anda legal” con el dinero que devenga. No lo malgasta. Sabe que tiene que honrar sus compromisos y darle unos gustitos a sus nietos. Tiene seis y lo dice con orgullo y una evidente alegría.
Cómo entró al Listín
“Yo trabajaba como guachimán de una empresa que daba servicio al Listín, pero me hablaron de lo bueno que era trabajar en el periódico y hablé con una persona de Recursos Humanos y le mostré mi interés en quedarme fijo. Al poco tiempo, me llamó, y me dijo que me quedaría. Nunca imaginé que por tanto tiempo, pero gracias a Dios, el 16 de septiembre cumpliré los 40 años, y sigo como el primer día, dándolo todo por la seguridad de este periódico”. Concluye satisfecho del deber cumplido.