Sus ojos verdes brillan cuando habla de literatura. Irene Vallejo (España, 1979) sonríe en cada respuesta y transmite una pasión que no oculta: la filología clásica. La vive, la disfruta, la cultiva.
Cada vez que puede, mezcla la actualidad con enseñanzas del mundo antiguo. Por ejemplo, para hablar de la amenaza que puede representar la inteligencia artificial para el pensamiento crítico, inicia con una anécdota de Sócrates.
“Este debate es muy antiguo”, comentó la autora, de 46 años, en el Desayuno de Listín Diario, encabezado por el director de este medio, Miguel Franjul. “Es interesante porque Sócrates se reveló contra la escritura. Pensaba que, debido a la escritura, ya no memorizaríamos los conocimientos y se los confiaríamos a un objeto externo”, añadió.
Irene Vallejo estuvo acompañada en el Desayuno de Listín Diario de su esposo, Enrique Mora; el rector de la Universidad APEC, Erik Pérez Vega, y el decano de la Facultad de Derecho de la academia, Alejandro Moscoso Segarra.
Consideró que esa mezcla entre dos épocas distantes no es casual: su trabajo está centrado en la investigación y divulgación de autores clásicos.
Esa fascinación la llevó a ganar en 2020 el Premio Nacional de Ensayo de España por “El infinito en un junco”, una obra que recorre la historia del libro y de quienes lo han protegido durante casi treinta siglos.
Vallejo está en República Dominicana, donde recibió ayer un doctorado honoris causa otorgado por la Universidad APEC. Y en medio de su agenda por el país, conversó con este medio sobre temas que la inquietan: desde el deterioro del debate público hasta el papel de los traductores y la amenaza del fanatismo.
“El ruido ocupa cada vez más espacio”
Uno de los asuntos que más le ocupa es el ruido en la conversación pública y la comunicación “brutalista”.

“Por desgracia estamos viendo cómo, en las redes sociales y en la conversación pública, el ruido cada vez ocupa más espacio”, afirma Vallejo.
Explica que hoy parece necesario “gritar para que te escuchen” y que muchos buscan destacar por encima de otras voces.
Desde la lingüística, dice, se estudia este estilo que algunos llaman “comunicación brutalista”, caracterizado por la fuerza y la confrontación.
Según Vallejo, esta manera de comunicar se extiende de la política al marketing y la publicidad, y resulta efectiva porque rompe acuerdos tácitos basados en el respeto y el cuidado.
“Supongo que también se agotará su vigencia”, reflexiona. “Llama la atención al principio cuando una persona grita y como rompe todas las normas y todos los consensos”.
La traducción literaria la inquieta
Otro tema que la preocupa es la traducción en tiempos de inteligencia artificial.
“A mí la traducción literaria me preocupa mucho”, admite.
Sostiene que una traducción implica sensibilidad, conocimiento y la capacidad de trasladar conceptos de una cultura a otra.
“He trabajado con más de 40 traductores y veo un trabajo muy delicado y literario”, explica. “Si no conoces la otra lengua, una traducción hecha por inteligencia artificial te puede parecer convincente, pero no sabes qué se está perdiendo por el camino”.

Para ella, el riesgo es dejarse llevar por la comodidad sin valorar el trabajo humano que hace que un texto sea “emocionante y transformador”.
El fanatismo, un peligro constante
Consultada sobre si el fanatismo ideológico puede impulsar conductas agresivas entre los jóvenes, responde sin rodeos: “Sí, claro. El fanatismo es siempre un enorme peligro. Y de eso tenemos que ser conscientes. No nos salvamos ninguna generación”.
Advierte sobre los sesgos de confirmación y los ángulos ciegos que afectan a todas las personas y facilitan la separación de ideas.
“Hay cosas que no queremos escuchar, que no queremos entender”, dice.
Abreviar palabras no es nuevo
Vallejo recuerda que simplificar o acortar palabras tampoco es un fenómeno moderno.
“Ya existía”, dice, señalando que en muchas inscripciones antiguas y en textos de iglesias en latín abundan las abreviaturas.
Para ella, el uso de signos y expresiones abreviadas no es dañino si se mantiene como un registro puntual y no sustituye a un lenguaje más rico y matizado.

“El problema sería que reemplazara la expresión completa”, advierte. Por eso insiste en la necesidad de seguir leyendo y cultivando un lenguaje cuidado.
Las lenguas, añade, no pueden regularse por decreto: “Las academias y los diccionarios son testigos de lo que está sucediendo con el lenguaje. Si una mayoría decide un cambio de norma, tienen que adaptarse a ese cambio”.
Datos sobre Vallejo
Irene Vallejo Moreu nació en Zaragoza en 1979. Se formó en Filología Clásica, obteniendo el doctorado en las universidades de Zaragoza y Florencia.
Su carrera combina la investigación académica con una gran vocación divulgadora, según sus archivos biográficos. Colabora desde hace años con medios como Heraldo de Aragón y El País, donde sus columnas mezclan temas contemporáneos con enseñanzas del mundo antiguo.
En su producción literaria también destaca: en 2011 publicó su primera novela, “La luz sepultada”, ambientada en la Zaragoza de 1936. Cuatro años después apareció “El silbido del arquero”, una historia con tintes legendarios.
Además, ha escrito para niños y jóvenes: obras como “El inventor de viajes” —ilustrada por José Luis Cano— y “La leyenda de las mareas mansas”, junto a la pintora Lina Vila.
Pero probablemente es su obra “El infinito en un junco” la que más la ha dado a conocer. Con su éxito editorial la ha convertido en una figura de referencia: sus reflexiones sobre la historia de los libros, la memoria y la cultura resuenan en audiencias muy diversas.
También ha sido reconocida con otros galardones, como el Premio Aragón (2021) y el Premio de las Letras Aragonesas.