En 1357, muchos astrólogos creían que el retorno periódico de una enfermedad estaba asociado con la “influenza di stelle”, o la “influencia de los cuerpos celestes”; hoy día a esta asociación le llamamos temporalidad. Una epidemia en Florencia, Italia, se denominó “influenza di freddo”, que se traduce como “influencia fría”. Esto puede ser una referencia a la posible causa de una enfermedad que se asociaba con las estaciones frías del año en el hemisferio norte. Desde ese momento le llamamos a esta condición, influenza.
A principios del siglo XX, la ciencia era lo suficientemente sofisticada como para prever que la influenza, que había alcanzado proporciones pandémicas en dos ocasiones a fines del siglo XIX, volvería a aparecer, pero fue en gran medida incapaz de mitigar el impacto devastador de la pandemia de 1918 causada por una variante del virus de influenza, el H1N1. Desde entonces, la humanidad ha obtenido varios aprendizajes contra la enfermedad: la experiencia de tres pandemias mejor caracterizadas (1918, 1957 y 1968), saber mejor sobre las características del virus, la capacidad de diseñar y fabricar vacunas, medicamentos antivirales para prevenir las complicaciones asociadas a la misma e identificar objetivos para vacunas y medicamentos más eficaces.
Una de las principales herramientas para la identificación de amenazas de salud pública temprana es la vigilancia epidemiológica y todos los componentes que esto conlleva. La historia de la investigación sobre la influenza ha evolucionado significativamente durante el último siglo. Inicialmente, los virus de la gripe se estudiaban dentro de un paradigma bacteriológico. A pesar de ser agentes filtrables se seguían cultivando como si fuesen bacterias. Esta perspectiva persistió hasta finales de la década de 1940, cuando comenzó a surgir el “concepto moderno de virus”, impulsado por las observaciones de la variabilidad viral y la fase de eclipse durante la multiplicación celular. El aislamiento del virus de la gripe humana en 1933 marcó un hito crucial, pero el progreso siguió siendo lento debido a los métodos de análisis limitados. La aparición de técnicas de biología molecular en la década de 1970, en particular la PCR y la autosecuenciación capilar, aceleró su reconocimiento. Hoy en día, los investigadores pueden manipular los virus de la gripe utilizando técnicas de genética inversa. A pesar de todo este avance, el mundo es vulnerable a la próxima pandemia, tal vez, incluso más que en 1918, cuando el ritmo y la frecuencia de los viajes globales eran considerablemente menores que hoy. Todavía hay mucho que aprender de las pandemias pasadas (y esto incluye a la más reciente de la COVID) que puede fortalecer las defensas contra amenazas futuras.
Hoy sabemos que los virus de influenza pertenecen a tres clados, el más importante son los tipos A. Los virus de la influenza A (IAV) han causado más pandemias globales documentadas en la historia de la humanidad que cualquier otro patógeno. Los virus de la influenza aviar de alta patogenicidad (IAAP) pertenecientes al subtipo H5N1 representan un importante riesgo de pandemia. Dos décadas después de que la “gripe aviar” H5N1 se estableciera en aves de corral del sudeste asiático, sus descendientes han resurgido, desencadenando una panzoótia [algo así como la versión COVID pero entre animales no humanos] de H5N1 en aves silvestres facilitada por varias razones. La primera, una rápida propagación intercontinental, que llegó a América del Sur y la Antártida por primera vez; segundo, que el virus ha evolucionado rápidamente mediante reordenamiento genómico, y tercero, que la frecuencia de contagio a los mamíferos terrestres y marinos ha podido ser establecida.
Este virus ha sostenido una transmisión de mamífero a mamífero en múltiples entornos, documentados de manera sostenida desde el 2017, incluidas granjas en Europa, mamíferos marinos sudamericanos y el ganado vacuno en los Estados Unidos. Hasta la fecha, 12 casos se han reportado en humanos en este último, de los cuales algunos no se ha podido establecer una asociación de transmisión zoonótica. Esto plantea dudas sobre si los humanos serán los siguientes en mantener una transmisión humano-humano.
Esto abre la discusión sobre si será este virus el causante de una futura pandemia. A decir verdad, es tan plausible como decir que otro virus respiratorio la podría causar. La lista de la Organización Mundial de la Salud (OMS) siempre ha incluido a los virus de influenza en una lista de alta prioridad epidémica, por ende, no es iluso pensar que sea posible. Las pistas sobre la capacidad de adaptación de la influenza están escritas en los libros de textos de los virólogos, pero siempre han demostrado sorprendernos.
Mientras, estamos cerca de la “influenza di stelle”, y solo nos queda la prevención como herramienta última ante las variantes de la influenza. Inicia el período de vacunación y ya los ministerios de salud tienen la vacuna de esta temporada, la evidencia de su beneficio es sin lugar a duda contundente. Solo resta vigilar los pasos de la influenza aviar y blindar nuestros sistemas de salud una vez más.