Las precariedades y los golpes que usualmente da la vida no sirvieron de obstáculo para que Rogelia Romero lograra graduarse de bachiller a sus 64 años.
Esta es la historia de una señora que pasó de ser una viuda viviendo en un hogar derrumbado a graduarse de honor de la promoción de bachiller de una escuela pública.
Vive en el denominado callejon “El Aguacate”, del sector La Puya, en Arroyo Hondo.
A sus 12 años de edad, Rogelia tuvo que dejar la escuela primaria, debido a la falta de recursos de sus progenitores, para enviarla al aula.
“El día que mi padre murió le prometí que yo terminaría mi bachillerato para convertirme en la mujer que mis padres soñaron que fuera”, explicó la señora.
Después de más de 34 años lejos de un pupitre, soñó que su progenitor le entregaba un cuaderno y le decía: ‘mi hija vete a la escuela’.
Siendo viuda y madre soltera de tres niños, se inscribió en el programa “Quisqueya Aprende Contigo”, en el que realizó el tercer y cuarto grado.
Como este programa no le ofrecía la posibilidad de continuar con sus estudios, la señora decidió inscribirse en la escuela Básica Ángeles Custodios.
Todas las noches, Rogelia subía 200 escalones para salir de su casa, y así llegar al centro de estudios, los compañero de clase y maestros fueron un soporte para ella que debido a la escasez de bienes materiales “a veces no tenía para comer”, y eran estos los que le compartían sus almuerzos y debatían tareas con la señora.
Los maestros de Rogelia no solo se dedicaron a enseñarle lo básico sino que también se empeñaron en mejorar la calidad de vida de la viuda.
Rogelia tiene tres matas de guineo, con las cuales sobrevive en los tiempos de producción, cuando el árbol no tiene fruto la señora se alimenta de las donaciones de los vecinos y cristianos de la zona.
Ya que la siembra es su único modo de subsistencia, los maestros de Rogelia llevaron la educación un poco más allá de lo convencional, hasta, incluso, enseñarle como mejorar la siembra, que la gran mayoría del tiempo se echaba a perder porque esta vive al lado de una cañada.
La pandemia
El Covid-19 no fue un impedimento para que la señora siguiera estudiando. Rogelia tomaba el celular de su vecina prestado y así podía entrar al aula virtual y continuar con sus estudios.
Durante el confinamiento al ser impulsada por sus maestros, Rogelia realizó estudios complementarios de química avanzada, algebra, letras y trigonometría.
“Cuando llegaba la hora de yo estudiar me sentaba en el suelo sin importarme que este hecho de piedras y ponía una sábana sobre la madera que es como la pared de mi casa, yo sé que puede sonar feo pero yo ponía eso para que mis compañeros no vean que vivo en una casa que se está derrumbando”, dijo la señora, bajo lágrimas. El pasado viernes 19 de agosto, Rogelia se graduó con honores en la tanda nocturna de la escuela Ángeles Custodios.
“Solo tenía 500 pesos para pagar los gastos de la graduación pero mis compañeros y profesores me pusieron el dinero que faltaba para poderme graduar”, narró la graduada.
Rogelia desea realizar un curso técnico de computación y formarse como reclutadora de recursos humanos para así impartir formaciones a los jóvenes que al igual que ella tienen el deseo de estudiar.