“Alegraos, que el Reino de Dios está cerca. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues, todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.
Este domingo es de la Alegría, y sus lecturas alegran el corazón. El Señor ya está cerca de los que lo aman. Sin embargo, la ira y la misericordia del Señor se manifiestan en la deportación y en la liberación del pueblo. Este domingo seguimos viendo una relectura de la Historia de la Salvación y un anuncio de la pasión de Cristo.
La Primera Lectura resume en apretadísima síntesis los acontecimientos que marcaron el destierro de los judíos a Babilonia, durante el siglo VI antes de Cristo. Este fue para los judíos como beberse el cáliz de la muerte.
La Segunda Lectura según San Pablo a los Efesios es una carta preciosa. El insiste que deben sentirse alegres, porque Dios es rico en misericordia.