La buena noticia es que el impuesto efectivo es progresivo para el 99,9% de los contribuyentes. Pero las cosas empeoran en la cúspide de la pirámide de ingresos: el 0,1% restante, cuyos ingresos superan los 620.000 euros anuales, tributa al 46%. Cuanto mayor es su riqueza, menor es su tipo impositivo. La ínfima fracción de los ultrarricos, los cerca de 75 multimillonarios que tributan en Francia, sólo lo hacen al 26%.
Para llegar a esta conclusión, contraria a la opinión generalizada sobre la progresividad de la fiscalidad francesa, los investigadores partieron de una hipótesis que no comparten las autoridades fiscales: los multimillonarios son generalmente empresarios, por lo que los economistas consideran que los beneficios de las empresas que controlan son una fuente de ingresos del mismo modo que los llamados ingresos fiscales. Por ello, a partir de los datos facilitados por el ministerio de Hacienda, han compilado el impuesto sobre la renta y el impuesto de sociedades para averiguar cuánto tributan realmente los superricos. Como el impuesto de sociedades es muy inferior al tipo máximo del impuesto sobre la renta, los multimillonarios se benefician de una fiscalidad ultrabaja.
UN ESTUDIO POCO REALISTA, SEGÚN HACIENDA
El Ministerio de Hacienda considera que no se puede gravar una renta que es por naturaleza indisponible y que gravar los beneficios de las empresas es arriesgado para el crecimiento y el empleo. Los economistas del Instituto de Políticas Públicas se han adelantado a estas críticas y estudian las reformas necesarias para corregir esta desigualdad ante los impuestos. Su estudio se basa en datos de 2016. Desde entonces, el marco fiscal ha cambiado: el impuesto de sociedades ha caído con fuerza, el impuesto sobre el patrimonio personal ha sustituido al impuesto sobre la riqueza (ISF) y se aplica un impuesto de tarifa plana a los más ricos. Por lo tanto, es necesario revisar todo el sistema para gravar a los más ricos de forma más justa.
UNA REFORMA QUE LA IZQUIERDA RECLAMA DESDE HACE VARIOS MESES
El debate ha resurgido en Francia con la reforma de las pensiones. El déficit del sistema podría financiarse con las cotizaciones de las rentas más altas. Ha resurgido con la propuesta de un impuesto sobre el 10% de los hogares más ricos para financiar la transición energética. Este debate es una pasión francesa. Pero no es la única.
La cuestión ha surgido en muchos países, de norte a sur, en un momento en que aumentan los déficits públicos y se incrementan los gastos. El presidente tunecino, por ejemplo, propone un impuesto sobre las grandes fortunas para evitar recurrir al FMI. En China, Xi Jinping lleva dos años hablando de ello. En Estados Unidos, Joe Biden ha hecho del impuesto a los superricos la piedra angular de su candidatura a un segundo mandato en la Casa Blanca.
NORUEGA GRAVA MÁS A LOS RICOS
El año pasado, el gobierno de centro-izquierda decidió aumentar el impuesto existente sobre los más ricos en un 1,1%. Sin embargo, este país no atraviesa dificultades financieras. Está inundado de petrodólares. Esta decisión ha provocado el exilio de una treintena de multimillonarios desde entonces a 2022, principalmente a Suiza. Para acabar con estas estrategias de evasión fiscal, principal escollo de todos los impuestos sobre el patrimonio, ¿por qué no pensar en un impuesto universal sobre las grandes fortunas, a semejanza del impuesto sobre las multinacionales que se adoptó hace dos años? Todavía es sólo una idea que se baraja en los pasillos de la OCDE.
El gobierno noruego no esperará y ha decidido gravar más a los expatriados para castigarlos. Sin poner en entredicho el impuesto sobre el patrimonio, porque el país sigue teniendo unos cuantos miles de multimillonarios.