Hace unos meses alguien de esta redacción me contaba cómo, luego de exponerse a una tragedia ocurrida en San Cristóbal, no podía conciliar el sueño debido al impacto que significó estar en contacto con los familiares, su dolor y las propias víctimas de ese accidente de autobús.
En los años que llevo en Listín Diario he visto a muchos jóvenes llorar, desesperarse, salir a caminar porque necesitan aire o simplemente escoger a un compañero para desahogarse ente una situación desesperante de convivencia laboral. Yo también he sido parte de ellos.
Necesitamos psicólogos para los periodistas, en especial, esta generación joven, creciente, que por el entorno digital en que se han criado, requieren de más tiempo para forjar un carácter y una identidad.
Cada redacción debería tener al menos un profesional de la salud mental, al que se pueda acudir, cuando la vida misma y los problemas laborales, se hacen imposibles y cansan más de la cuenta.
Quizás así el gobierno no siga seduciendo grandes jóvenes talentos, se tengan empleados más felices y menos conversaciones de “me quiero ir”.