El espíritu de la Navidad ya se deja sentir en la política. Costumbre y nobleza obligan a guardar formas… y armas también. Habrá tiempo en enero para decir que la economía está lenta, los comerciantes quejarse por las malas ventas de diciembre, y repetir el mismo guion de todos los eneros.
Dicen los terapeutas que la solución de un problema comienza con reconocer su existencia, y que lo peor no es negarlo, sino buscar causas en otros; que no sólo evita la autocrítica, también nos justifica ante los demás, y ante nosotros mismos. Eso aplica también para instituciones, de ahí que a la oposición le sienta de maravilla que sólo se vean (y se ventilen) los problemas del gobierno como si fueran los únicos que existen, acaso porque permiten desviar la atención hacia los propios.
Que el gobierno tiene problemas, nadie lo duda; todos gobiernos los tienen. Pero sería injusto obviar que los suyos son de naturaleza operativa y que obedecen más a una inexplicable negativa a relanzar el gobierno cambiando funcionarios que agotaron su ciclo histórico, dar paso a caras nuevas y promover a posiciones mayores a funcionarios que pasaron el primer cuatrienio con sobresaliente.
Siendo realistas, problemas políticos el gobierno no los tiene, así que juegan con un peligroso bumerán quienes pretenden crecer a costa de crisis internas que [aún] no existen. Que Luis no vaya no significa que en el 2028 otro no irá por él; y creer que el pasado violento de hace 40 años se reeditará en automático, es negar la esencia misma de la dialéctica.
El problema del PRM se resuelve dentro del PRM y cualquier problema es menor si se gestiona desde el poder y con el poder… siempre y cuando los egos queden supeditados a los intereses, y no lo contrario.
Los problemas políticos de la oposición son mayores, pues no sólo se mantiene la división de 2019, sino que, a la luz de los resultados electorales, la FP está obligada a terminar en buenos términos su proceso interno –tal como el PLD pudo hacerlo–, con la agravante que las tensiones en torno a la selección de su secretaría general reflejan una fractura interna que el propio Fernández intenta conjurar imponiendo al actual secretario como salida salomónica en modo Sergio Vargas (“Ni tú ni yo”); eso por no hablar de quienes aspiran llegar al Reino de los Cielos a través del hijo, sin pasar por el padre.
El PLD, en cambio, hizo su congreso de actualización y renovación al estilo Gatopardo, de suerte que, salvo honrosas excepciones, la fotografía de sus 51 años reafirma que habiendo hecho un cambio, nada ha cambiado.
A diciembre de 2024, en los tres partidos se mantienen invariables todas las variables, y el desgaste del gobierno sólo será determinante en la medida que la oposición pueda o no recomponerse. El tiempo dirá.