Durante ocho años, Rhoyer Hernández dedicó gran parte de su tiempo laborando como camarero para el restaurante de comida típica Jalao y el club nocturno de entretenimiento Jet Set. Por su cercanía y buen trato con los clientes, fue catalogado como “el camarero de las buenas atenciones”.
“Era una persona que siempre estaba dispuesta a ayudar, que siempre estaba para quien lo necesitaba. Era muy trabajador, muy entregado y muy serio con el tema del trabajo”, señaló su pareja, con quien llevaba nueve años de relación, Jennifer Montero, además de describirlo como un padre presente para su hijo Diego Nicolás, de siete años, pese a la exigente rutina laboral que tenía.
Aunque los momentos eran escasos, Rhoyer siempre trataba de hacer cambios en su jornada para disfrutar con sus allegados.
Un hombre de familia
Con 33 años de edad, es recordado como un hombre de familia por su pareja, contó que entre muchos de sus proyectos a futuro estaba el de crear un negocio familiar que dispusiera de un horario más flexible para ambos y así poder ver a su hijo crecer.
Sin embargo, la madrugada del ocho de abril, todos esos sueños quedaron tronchados cuando el techo del Jet Set cegó la vida de 236 personas, entre ellas la de Rhoyer Hernández, quien se encontraba laborando ese fatídico día.
“El viernes anterior a ese día era mi cumpleaños y la única cosa que yo le decía era que yo quiero que tú estés presente. Así que él con tiempo pidió sábado y domingo y nos fuimos al campo. Tuvimos ese fin de semana y fue todo muy perfecto, muy feliz. Él no quería venir a la capital”, comentó Jennifer sin imaginar que esa sería la última escapada romántica que tendría con él.
Terminado el fin de semana, retomaron sus labores habituales, viéndose por última vez el lunes en la mañana sin imaginar que el martes a la 1:30 de la madrugada Jennifer recibiría la noticia de que el techo del Jet Set había colapsado.
Proceso agotador
Presentándose de manera inmediata en el lugar, describe esos días como un proceso “agotador” ante la espera y confusión por saber el estado en el que se encontraba su pareja.
“Yo estuve todo ese momento allá, yo no me moví ni un segundo. Fueron las horas más largas de mi vida. Fue muy desesperante. No saber nada. No te decían nada. Uno no sabía qué estaba pasando ahí adentro”, narró con angustia.
Esperando lo peor, pero con una pequeña esperanza resguardada, su deceso fue confirmado el miércoles por las autoridades oficiales, dejando hasta la fecha una pérdida devastadora entre quienes lo conocieron, especialmente en su pareja e hijo, quienes tienen que acostumbrarse a esta nueva vida sin la presencia de él.
“Todavía yo no estoy asimilando, tengo que hacer las cosas sola, porque él estaba muy presente y el niño también ha tenido que aprender a vivir sin su papá”, lamentó.
A casi dos meses de su ausencia, Jennifer aclaró que aún le resulta doloroso hablar del tema, pero es algo necesario por las secuelas que ha dejado en la sociedad y no merece ser dejado al olvido tan rápido.