Ya han pasado tres meses de aquel fatídico día en que se desplomó el techo del Jet Set, tragedia que le arrebató la vida a Indhira Disla, una mujer llena de sueños y proyectos, que quedaron sepultados con ella.
Allí también quedó atrapado su esposo, el abogado Remberto Durán, quien tuvo la dicha de sobrevivir al accidente que además de los traumas y golpes recibidos, lo ha dejado sumido en un manto de tristeza y un camino incierto de recorrer por la falta de quien era el espíritu y alma de la casa.
Tras pasar más de 7 horas bajo los escombros, Durán fue rescatado con múltiples golpes en su cuerpo y trasladado a la clínica Cruz Jiminián. Allí pasado el mediodía, recibió la terrible noticia de la muerte de su compañera, la cual describe como el golpe más fuerte que recibió, ya que nunca imaginó la vida sin ella.
Apoyado de un bastón por los traumas recibidos, dice que todos los días llora por su partida, sin embargo, ha tenido que ser fuerte y sacar valor para asumir una responsabilidad que lo pone a prueba ante todo sufrimiento, para cuidar y proteger a sus tres pequeños que han quedado bajo cuidado.
Momentos que no olvidará
Con la voz entrecortada relata los últimos minutos que vivieron juntos, los cuales recordará por siempre.
“Al momento del desplome estábamos agarrados de las manos. Cantábamos a un mismo ritmo la canción Color de rosa y cuando escuché el estruendo solo pude ver una viga que se nos venía encima, al voltear la cara solo escuché su voz que me llamó dos veces y ya en el último intento se quedó”.
Ya debajo de los escombros donde quedó inmóvil y sin poder hablar, solo escuchaba los gritos y voces de auxilio de quienes no querían morir allí, algo que describe como aterrador.
El clamor de ayuda de Felito Miusic, muy conocido por los empleados del centro de diversión y al que hicieron todo lo posible por rescatar, fue lo que hoy entiende le salvó la vida, porque a raíz de que lo sacaron fue cuando él logró mover una mano y dar señales de vida.
Súplica en silencio
Al recordar esa fatídica madrugada, Durán dice que mientras estuvo bajo los escombros le pedía a Dios que mantuviera con vida a su esposa, e incluso le llegó a ofrecer su vida a cambio de la de ella por entender que sería más útil en la crianza de sus hijos; por tener más juventud que él, y otra, porque él es una persona sobreviviente de cáncer de garganta, por lo que entiende tenía menos tiempo de vida.

Con su mente perturbada por el dolor y los cambios que ha tenido que hacer en su día a día, Remberto dice que en estos tres meses ha tenido que secarse las lágrimas y seguir adelante asumiendo nuevos roles con los que nunca pensó les tocarían lidiar para poder ofrecerles un hogar estable a sus pequeños que quedaron sin la protección de su madre, quien veía a través sus ojos.
“Yo he tenido que hacer un paréntesis en mi vida profesional para dedicarme a cuidar a mis hijos. Lo que yo estoy viviendo no te lo puedo explicar con palabras, es algo que solo el que lo vive sabe que se siente. Desde el día que salí del hospital me he dedicado totalmente al cuidado de mis niños, buscándole ayuda psicológica para que puedan sobrellevar la situación, porque solo no puedo”, dijo Durán.
Agradece a Dios por el detalle de dejarlo vivir para que sus niños no quedaran solos. No supera el momento en que tuvo que explicarles a sus hijos que ya su mamá no estará más y que ahora deben seguir sin ella.
Narra que uno de los momentos más duro para él, fue escuchar a su niña Reyna Sofía, de 7 años, decirle que estaba feliz porque su madre había llegado del viaje en el que estaba e iba corriendo a la marquesina porque escuchó la guagua llegar, y es que la pequeña aún no asimila su ausencia. He tenido que ser fuerte, aunque me sienta caer.
Cómo llegaron ese día al Jet Set
Al hablar de su llegada a la discoteca, Remberto recuerda que arribó allí pasada las 10 de la noche para junto a su esposa y unos amigos, entre ellos Luis José Galán, quien también murió en la tragedia, para disfrutar de la música de Rubby Pérez, sin imaginar que ese sería el comienzo de una pesadilla que le acompañará mientras vida tenga.
Cuenta que llegó al lugar, el cual dice que para los que allí se juntaban era como un club de amigos, al que solía ir dos y tres lunes al mes, a disfrutar de los buenos artistas que se presentaban cada semana.
“Ese día llegamos, nos sentamos normal a disfrutar del ambiente porque era una fiesta que a pesar de que nosotros habíamos ido ya este año como a 10 fiestas, ésta en particular, era la que Indhira, mi esposa, más anhelaba. Ella la reservó desde el mes de noviembre y antes de salir de la casa me dijo que era la última de este año que acudiremos porque se quería enfocar en unos proyectos que requería de mucho tiempo y concentración”, señala.
Sin embargo, no pensó que la frase estaba escrita en el libro de Dios, dijo con la voz quebrantada por el dolor.
Un aviso
Luego de acomodarse en la mesa, en el área del VIP y tomarse el trago de bienvenida, se paró para ir al baño, trayecto en el que recibió un mensaje, pero que quizás no interpretó.
Le cayó un escombro que casi le desprende el brazo, sin embargo y a pesar que le dijo a Gregory, el encargado de logística de la discoteca, que si en vez de caerle en el brazo hubiese sido en la cabeza más que una fiesta se celebraría un velorio. Nunca pensó que algo así ocurriría y menos de esa magnitud.
Se negó a ir al médico por entender que no era necesario, pero le sugirió a Gregory que hable con Antonio Espaillat para que cancele la fiesta a lo que, según el encargado de logística, tanto él como su hermana Maribel se negaron.
Ya de regreso a la mesa le comenta a Indhira y sus amigos lo sucedido, pero no le dieron importancia y aunque tenía una pequeña herida y moratones por el impacto del pedazo de concreto, se quedaron porque tenían confianza en el lugar.
Hoy con el corazón roto intenta sacar ánimo para enfrentar con valentía la responsabilidad de ver a sus hijos crecer y desarrollarse en un ambiente sano como lo deseaba su madre.
Esperanza
En medio de su dolor clama justicia, no solo por la pérdida de su esposa a quien extraña en cada respirar, sino también por la cantidad de niños que al igual que sus hijos Rembert, Reynaldo y Rayna Sofía perdieron uno de sus padres, y en el peor de los casos a los dos y por esas familias que quedaron con su hogar vacío al perder a sus vástagos en un abrir y cerrar de ojos.
Refugiado en el amor de Dios, está dispuesto a seguir firme en la crianza se sus hijos y darlo todo por su bienestar.
Confía plenamente en la justicia, aunque no está de acuerdo con el fallo de la jueza, Fátima Veloz, quien según entiende no tomó en cuenta las declaraciones de Gregory, quien aportó pruebas suficientes para otro tipo de medidas.
Y aunque no me siente conforme con la medida de coerción dictada a los hermanos Espaillat, tiene paz porque a través de sus declaraciones se supo el manejo y forma como se reparaban las anomalías del techo.
Poca empatía
Reconoce el gran ser humano que es Antonio Espaillat, sin embargo, entiende que ante la magnitud de la tragedia le ha faltado empatía para con los familiares de las víctimas y sobrevivientes, ya que entiende que no ha sentido ese acercamiento para con aquellos que no saben por dónde empezar después del desplome de un techo que se pudo evitar.