“Titis” es un acrónimo con el que la Oficina Nacional de Estadística (ONE) agrupa a aquellos jóvenes que tienen título y que están excluidos del mercado de trabajo, en una publicación que lleva por nombre “Metodología para la medición de la población joven que ni trabaja ni estudia o realiza alguna capacitación (NINI)”.
Con origen en México, como una expresión más del problema del desempleo en ese país, los jóvenes con estas características se incluyen en una variación de los “ninis”, que significa jóvenes que ni estudian ni trabajan ni reciben formación y que viene del inglés “NEET” (Not in Education, Employment, or Training).
Entre 2020 y 2023, un promedio de 88,666 personas con estudios universitarios estuvo sin empleo por año, según datos de la ONE. La mayoría de ellas eran mujeres.
Al escarbar las cifras, en 2023 se contabilizaron 80,568 desocupados con formación superior, apenas un 0.37 % más que en 2022, cuando la cifra fue de 80,268, según datos oficiales.
En tanto que el total de profesionales sin empleo entre 2020 y 2021 osciló entre 79,921 y 113,906. A esto también se le conoce como «desempleo cualificado».
Aunque este grupo representa menos del 30 % del total de personas desocupadas, su volumen ha mostrado estabilidad en los últimos años, a diferencia de lo que ocurre con los segmentos de menor nivel educativo, donde las variaciones son más marcadas.
Panorama regional
Sin embargo, el panorama regional que traza el Banco Mundial sugiere que la realidad podría ser más compleja.
“Los empleos entre los trabajadores de mediana y alta calificación se expandieron más rápidamente que sus respectivos segmentos de la población, destacando un cambio claro hacia una fuerza laboral más educada; en contraste, los trabajadores con bajos niveles de educación experimentaron pérdidas de empleo que excedieron su declive poblacional”, cita la organización en una publicación titulada “Más allá de las cifras: Tendencias clave que transforman el empleo en América Latina”.
Pero ese aumento en el nivel educativo no ha significado mejores salarios, agrega la publicación, la llamada “prima salarial” para los trabajadores calificados ha disminuido, porque la demanda de estos profesionales no ha crecido al mismo ritmo que su oferta.
Esto supondría que, aunque los universitarios dominicanos (incluidos en los datos del Banco Mundial) no son más en las listas del desempleo, es posible que muchos estén aceptando trabajos con menor paga, fuera de su área de formación o en la informalidad, como ocurre en otros países de la región. En la práctica, estudiar más no siempre se traduce en un empleo mejor remunerado.
Investigadores como Daniel Téllez Velasco, Gerardo Leyva y Rodrigo Negrete, quienes han escrito sobre los titis, advierten que esta tendencia podría reducir el incentivo para cursar estudios superiores y generar un aumento del subempleo, especialmente entre jóvenes que ingresan al mercado laboral con altas expectativas.
Sobre esta misma situación conversó el Defensor del Pueblo, Pablo Ulloa, en el programa Esta Noche Mariasela hace dos semanas.
“Técnico-profesional, para nosotros (como país) es una puesta esencial para pensar en esa mano de obra de alta cualificación y alto nivel de empleabilidad”, expresó el también psicólogo industrial haciendo referencia a la falta de articulación de la educación técnica con el mercado laboral real.
Para Ulloa, el empleo debe tratarse como una política pública en la que la oferta formativa esté alineada con las necesidades del sector privado.
Otras acepciones
Además de titis y “ninis”, hay otras acepciones. Entre ellas están los “nisi” de “ni estudia, pero sí trabaja”; los “sini”, quienes sí estudian, pero no trabajan; los “sinsin”, que agrupan a los sin competencias, sin oportunidades, y los “sisi”, término con el que aglomeran a los jóvenes que sí estudian y sí trabajan.