En diciembre de 1994, a tres años del colapso de la Unión Soviética y escasos días de la entrada en vigencia de la Organización Mundial del Comercio, fue celebrada en Miami la primera “Cumbre de las Américas”, bajo el auspicio directo de Estados Unidos.
Cada “Cumbre” expresa y refleja el contexto de la época en que se realiza y los intereses dominantes. Concebidas por Estados Unidos como un espacio para debatir aspectos continentales, visibilizan los desafíos regionales y las prioridades imperiales.
La “X Cumbre de las Américas”, a ser celebrada en República Dominicana en diciembre de este año, representa una ocasión singular para proyectar el país como un referente de institucionalidad y estabilidad regional; promocionarlo como un destino, no sólo turístico, también de inversiones y negocios. Pero, más que eso, representa un endoso continental a la política exterior del gobierno dominicano, la cual ha hecho sintonía con los aspectos fundamentales y trascendentes de la política exterior norteamericana
En efecto, el presidente Luis Abinader ha asumido como bandera los valores democráticos compartidos con los Estados Unidos; valores que trascienden los oportunismos políticos y que constituyen la brújula moral de la política exterior de la República Dominicana.
Como bien señaló el presidente Abinader, “en la Cumbre de las Américas, la República Dominicana está comprometida con las 3D: diálogo, democracia y derechos humanos” porque, «de eso se trata la Cumbre de las Américas». Y estos valores, a su vez, constituyen los pilares fundamentales de la política de su gobierno, que, en el plano internacional, ha sido asumida consistentemente por la cancillería de la república en la implementación de su política exterior.
El gobierno ha sido firme y coherente en su actitud de defensa de los valores democráticos en la región, y, aunque desde el primer momento se vislumbró que la organización de la Cumbre supondría un desafío en términos de Derecho Internacional, sobre todo, a partir del hipotético supuesto (ya verificado) de la no participación de países que el gobierno dominicano entiende que –en consonancia con los criterios de la OEA– no comulgan con los valores fundamentales de su Carta Democrática Interamericana y con el cumplimiento de los Derechos Humanos en la región.
Constituye todo un desafío diplomático –con posibles implicancias en el éxito final de la misma, con la no participación de otros países– la no invitación de Venezuela, Nicaragua y Cuba a la Cumbre, porque, –en principio– supone la exclusión de países, lo cual –en teoría– contravendría el espíritu mismo de la Cumbre de querer aglutinar a todos los países en aras de un destino común.
¿No invitar a estos tres países supone una negación del espíritu de apertura de la propia Cumbre o una ratificación de los valores democráticos del gobierno dominicano?
No hay lugar ni tiempo para grises o guabineos, toca elegir entre defender la libertad, la democracia y los Derechos Humanos, o su negación.