En la última oración de Questions sur les miracles (1765), el filósofo del Siglo de las Luces, Voltaire, escribía algo que traducido al español sería: “Ciertamente, quien tiene derecho a hacerte absurdo, tiene derecho a hacerte injusto.” Esta ha sido la estrategia que durante muchas décadas ha sido utilizada para desacreditar herramientas de control y eliminación de agentes infecciosos como las vacunas: crear la narrativa de que son la causa de otros problemas de salud a través de sus componentes, o la mera administración de estas. Han resucitado el largo discurso de que el autismo es, en primera instancia, causado por las vacunas que se administran a nuestros infantes. Como toda teoría conspirativa, debe ser alimentada por una matriz de opinión continua de que “algo” lo causa; este es el caso del timerosal.
El timerosal es un compuesto orgánico que contiene etilmercurio, el cual ha sido utilizado durante décadas como conservante en algunas vacunas. Su función principal es prevenir el crecimiento de bacterias y hongos en frascos multidosis. Sin embargo, su uso ha generado preocupación entre ciertos sectores del movimiento antivacunas, quienes lo vinculan con posibles efectos adversos sobre la salud, particularmente en el desarrollo neurológico de los niños.
La controversia en torno al timerosal ganó notoriedad a finales de la década de 1990 y principios de los 2000, cuando comenzaron a circular teorías que sugerían una posible relación entre este compuesto y el autismo. Estas preocupaciones surgieron en parte por la confusión entre etilmercurio (componente del timerosal) y metilmercurio, un tipo de mercurio conocido por sus efectos tóxicos en el sistema nervioso. Sin embargo, diversos estudios científicos han demostrado que el etilmercurio se elimina rápidamente del organismo y no se acumula como lo hace el metilmercurio.
Organismos internacionales de salud, incluyendo la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), han revisado de manera exhaustiva la seguridad del timerosal. Sus evaluaciones concluyen que “no existe evidencia científica sólida que relacione el uso de timerosal en vacunas con trastornos del desarrollo como el autismo.”
A pesar de estas conclusiones, sectores del movimiento antivacunas continúan promoviendo la eliminación total del timerosal, incluso en vacunas donde su uso ya ha sido eliminado o reducido drásticamente. En muchos países, las vacunas pediátricas actuales no contienen timerosal, o lo hacen en cantidades mínimas, lo cual responde tanto a las recomendaciones de organismos reguladores, como a la intención de tranquilizar a la población.
Cabe destacar que el resurgimiento de enfermedades prevenibles por vacunas, como el sarampión y la tos ferina, ha sido vinculado con la disminución en las tasas de vacunación impulsada por desinformación en torno a la seguridad de los inmunizantes. Diversos estudios han documentado cómo el miedo infundado hacia compuestos como el timerosal ha contribuido a que algunos padres opten por no vacunar a sus hijos, generando brotes epidémicos en varias regiones del mundo. Por eso, traer a la discusión la presencia del timerosal en vacunas que no lo tienen solo hace que la población crea en absurdos, y por ende, desacredite los beneficios de las vacunas en la eliminación de enfermedades que ya no eran un problema de salud.
Aunque los debates sobre el uso de conservantes en vacunas persisten en algunos sectores, la evidencia científica acumulada hasta la fecha respalda firmemente la seguridad del timerosal en las formulaciones en las que aún se emplea. Los beneficios de la vacunación siguen superando ampliamente cualquier riesgo teórico asociado a este componente. Creer en absurdos nos hace ser injustos con las próximas generaciones que serán afectadas por el lastre de los efectos a largo plazo de muchas enfermedades prevenibles por vacunas.
El autor es médico y epidemiólogo, experto en enfermedades tropicales y virus emergentes, profesor titular de medicina tropical y salud global en la Universidad Iberoamericana (UNIBE), miembro de la Academia Dominicana de la Medicina, y titular en salud de la carrera Nacional de Investigación.