“Me voy a poner a llorar”. Esta fue la primera frase de Nina Vásquez cuando comenzó a contar su historia. Su traje rosado fucsia, confeccionado por ella misma, no fue lo suficientemente alegre para evitar que cumpliera su promesa. Las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro al decir: “He pasado por muchas. Me han roto el corazón, yo he roto corazones; he tenido miedo, me he visto sin un centavo y, para colmo, hace doce años me violaron…”. Toca secar los ojos.
Estaba dispuesta a compartir el largo camino que ha tenido que recorrer para poder decir hoy: “me siento liberada y he logrado tener una vida de éxito, poderosa y abundante”. A esta cita le acompaña su deseo de que nadie la vea como una víctima, sino como una mujer que, aunque ha caído muchas veces, ha sabido hilvanar bien sus costuras para crear una mejor historia.
Para Miguelina Vásquez, su nombre de pila, todo por lo que ha pasado no ha sido más que un impulso para poder encontrarse con ella misma y confeccionar un traje a la medida de sus esfuerzos. “Precisamente por las dificultades que me ha tocado vivir es que hoy estoy aquí. No te imaginas todos los negocios que he quebrado, sí, así como lo escuchas: he empezado de cero muchas veces y he vuelto a caerme, pero no me he dado por vencida”. Se le aguan los ojos, pero no por lamento, sino por lo orgullosa que está de haber “cosido” su propio yo.
La esencia de esa mujer valiente y resiliente que no conocía, se la presentó la vida luego de haber sido violada por alguien que nunca imaginó podía dañarla. “Lloré mucho, fue algo triste, y lo más grande, pasó en medio de un momento muy difícil para mí, venía de atravesar por un divorcio”.
No deja duda de cuánto le afectó el abuso. Tal vez por eso titubeó cuando tocó este tema. Su amiga que le acompañó a la entrevista le ayudó a tomar la decisión de abordarlo.
“Nunca atenté contra mi vida, pero deseaba morirme. Quería que me pasara algo que me ayudara a no vivir. Al parecer Dios tenía otros planes para mí y no permitió que la muerte llegara”.
Imposible evitar que el corazón se arrugara.
Buscando escapar de sus emociones
Nagua, de donde es oriunda, Samaná y Santo Domingo han sido tres lugares donde se ha radicado en búsqueda de poner a prueba su potencial y dejar a un lado esa parte gris de su vida que ha ido “coloreando” poco a poco. Aunque en cada uno ha probado el sabor amargo de las desavenencias, en ellos también ha reído para teñir de ilusiones sus más profundos deseos: triunfar.
Luego de verse abrumada y dolida por haber sido abusada es que decide mudarse a Santo Domingo y prepararse en el área de contrataciones públicas. Salió airosa de esa capacitación, y ello le abrió las puertas en el Estado. Cuatro años poniendo en práctica lo aprendido la formaron también para saber discernir. “Sin un peso, así como lo escuchas, sin un centavo, decidí dejar ese trabajo y dedicarme a lo mío, a la moda, a lo que me gusta”. En este momento es otra Nina la que está hablando. La fortaleza estaba de su lado.
Se empoderó, volvió a la iglesia, recobró su fe perdida y, más que todo, se atrevió a escuchar la voz del Señor que le regalaba el nombre de ‘Nina Vásquez’. “Le hice caso a esa señal y registré el nombre como mi marca, como mi empresa, y fue ahí que despegué y comencé a botar esos miedos que me atrapaban y no me dejaban avanzar”. En esta ocasión, su rostro, muy bien maquillado, se ilumina y contagia el ambiente.
“Te cuento que cuando entré a la institución pública a trabajar, había un ángel que me ayudó a curar mis emociones dañadas, mandándome adonde una psicóloga amiga suya que me hizo superar muchos de los traumas acumulados. Por eso es que hoy estoy aquí contando mi historia”. A seguidas cita la frase: “Puestos los ojos en Jesús que es autor y consumador de la fe”.
La diseñadora que tocó fondo y hasta perdió la fe en Dios
Estar en la cima del éxito nunca le ha confirmado a Nina Vásquez que ya lo tiene todo. Está clara en que siempre es posible volver a caerse, pero también está consciente de que si pasa, tiene a mano las herramientas para salir a flote. “Por ejemplo, este mismo año no ha sido el mejor para mí, en este 2022 es que realmente yo he sentido el peso de la pandemia, pero eso no me ha detenido en mi ruta hacia lo que quiero y busco”. Lo dice con firmeza.
Es ante esta otra experiencia que ella decide afrontar esos temores que todavía amenazaban su progreso. “En abril decido pintarme el pelo de morado como una forma de hacer algo que me ayudara a enfrentar ese miedo, a vencer de una vez por todas ese obstáculo que se interponía entre lo que de verdad es Nina y lo que la realidad quería que yo fuera”. Hablar de esta parte la entristece. Le recuerda que por la situación económica vivida se vio en la obligación de dejar ir de su negocio a colaboradores a los que ama y valora.
En el pasado mes de septiembre, como el ave Fénix resurge y apuesta a ella. “Quítame el color morado del cabello, ya el proceso terminó. Tíñeme del tono de siempre, del que me identifica y me hace ver como lo que soy: una mujer de éxito y poderosa”. Se lo dice para creérselo porque sabe que la palabra tiene poder, y ella lo evidenció visitando la redacción de LISTÍN DIARIO con su nuevo ‘look’.
“Soy experta en crear de la nada”, comenta Nina para justificar que si en tantas ocasiones ha sabido salir triunfante, por qué ahora no hacerlo si ya sabe cómo “coser” los sueños cuando se rompen. Por algo será que cita esta frase: “Mientras más lo oprimían, más se multiplicaban y crecían”.
Ayudar a otras mujeres
Ha aprendido a no dar “puntadas sin hilo” y a fundamentar su trabajo en la confianza en sí misma. Empezar no es fácil, y ella que lo ha hecho tantas veces lo puede testificar. “Para que tengas una idea, cuando salí del Estado y decidí poner mi propio negocio, sin uno en el bolsillo, fui a un banco a solicitar un préstamo de 200 mil pesos y, después de pedir tantos papeles y un garante, lo que me aprobaron fueron 30 mil pesos que no me alcanzaban ni para la máquina de coser”. En esta ocasión se ríe sin dejar de mencionar que el único que le ayudó fue Abel, una persona que le facilitaba todas las telas que necesitaba sin ponerle pretextos.
Una vez logra establecerse se hace necesario encontrar a una modelo que en las redes le ayude a posicionarse. No corrió con suerte llamando a algunas famosas. “Pero como Dios me ama, me puso en el camino a Cristal y a Iandra que, sin ningún interés, me ayudaron en un momento muy difícil. No tenía ni para pagar el colegio de mi hija”. Hoy les agradece infinitamente.
Cómo no hacerlo, si gracias a la promoción que ellas hicieron, Nina pudo llegar a mujeres que gustan de un estilo de ropa conservador, pero con un toque moderno como el que ella, asegura, le pone a sus piezas. “Siempre quise confeccionar líneas dirigidas a la mujer empresaria, a la mujer que le gusta vestir como yo, quise que hubieran muchas Nina, y lo he logrado”. Da las gracias a Dios.
Hoy, que ya es como una “mariposa”, quiere presentar una colección que hable de la historia que hay tejida detrás de ella. Oruga es el nombre que le ha puesto la diseñadora, cuya firma será una franquicia internacional para el año 2023, y por si fuera poco, también será una zona franca.
Pero ella no mide su éxito por lo logrado de manera profesional. Aportar a otros forma parte de su esencia. De ahí que ya prepara una colección para jóvenes y otra para personas con sobrepeso. “Porque la buena imagen es una herramienta de éxito”. Reflexiona sin dejar de motivar a otras mujeres a que sigan adelante sin poner límites.
Apoyo familiar
Las veces en que la vida le ha “diseñado” caminos de espinas a Nina, sus padres, Miguel y Miguelina, sus hermanos, su hija Gessy y toda su familia han estado ahí para ella. “Esos son mis fans”.