Más que derrotada en las dos elecciones nacionales de este año, la oposición fue estafada por el Partido Revolucionario Moderno (PRM) utilizando todos los poderes de que dispone en el Estado.
Naturalmente, los partidos opositores tienen tantas debilidades, que el PRM y el gobierno no los respetan.
Todavía más, los consideran incapaces de reaccionar con madurez, inteligencia, sagacidad y espíritu de ofensiva.
En otras palabras: no les tienen ningún temor ni creen correr ningún riesgo cuando los humillan.
Por eso el PRM-gobierno les compra a sus dirigentes, legisladores, alcaldes, regidores…, manipula la conciencia de un amplio fragmento del electorado traficando con su miseria: Les da una compra de 2,000 pesos a cambio del voto o de la cédula para impedirles sufragar por otro partido y alinea con contratos a todas las voces comunicacionales vulnerables a vender su alma por dinero.
Y como si no hubiese hecho nada, el reelecto Luis Abinader llama a los dos candidatos más votados –después de él- a que pacten con el reeleccionismo, reformas institucionales y financieras.
Lo he dicho: Abinader quiere una reforma constitucional para permitir la reelección indefinida y una reforma fiscal (aumento de impuestos para los consumidores) para mantener al gobierno operando como una máquina de ganar elecciones.
Ese es su programa máximo y si los principales dirigentes de los partidos fuera del gobierno no lo entienden hoy o lo dudan, me compadezco de ellos, pero sobre todo, de los militantes que los siguen.
El gran problema de Abinader y su partido es que si bien ellos tienen dominado hasta ahora al espectro partidario opositor, no pueden influir y mucho menos revertir, las condiciones objetivas.
Esas condiciones se caracterizan por un indetenible alza de precios de los alimentos, medicinas, servicios básicos, inseguridad ciudadana, informalidad laboral, quiebra de la agropecuaria y los micro negocios de todo tipo.
Mientras más crece el poder político del PRM, peor experiencia vive la gente cuando va a un ventorrillo, colmado, mercado, supermercado, farmacia, gasolinera, aborda un autobús o un avión, y ni hablar de procurar momentos de esparcimiento familiar.
El dilema de los partidos
Frente a una situación tan dramática y un partido-gobierno que pretende eternizarse en el poder para no hacer nada más que enriquecer a sus dirigentes y hundir a la población en la miseria pauperizada, los partidos fuera del gobierno tienen que decidir si observan indiferentes el entierro del pueblo o si pagan el precio de ponerse a la altura de las nuevas circunstancias y de esa terrible amenaza.
La primera alternativa es acomodarse y no resistir junto al pueblo el escamoteo de sus conquistas democráticas mínimas (límites a la reelección) y aceptar (e incluso apoyar) un aumento de impuestos para que el gobierno disponga de recursos sobrados para seguir usándolos para perpetuarse en el poder y no resolver un solo problema nacional.
Una segunda alternativa sería hacer conciencia de que un intento de reelección indefinida conduciría al país a una tiranía institucionalizada, anulando a la oposición y las opiniones críticas, por lo que se justifica lanzar un gran proyecto de resistencia democrática para impulsar la alternabilidad en el poder.
Si los dirigentes de los partidos entienden la gravedad de la hora y deciden dar un paso al frente, su responsabilidad es asumir su compromiso político y social al lado del pueblo, sin dobleces, enfocados en revertir esta etapa malvada y trágica que nos azota a todos.
Su decisión inicial debe implicar pasar de ser partidos fuera del gobierno, a partidos de oposición.
Saltar de partidos exclusivamente para acudir a elecciones, a organizaciones articuladas con el pueblo para luchar por sus necesidades básicas: seguridad ciudadana, servicios de educación, salud, suministro de electricidad, agua, asistencia social, respeto a las libertades y los derechos humanos, oportunidad de empleo.
El PRM-gobierno es un bando organizado y enfocado en ganar elecciones desde el poder. ¡Basta!
Movilización social
Esa maquinaria solo puede ser derrotada con una oposición fundida en los más amplios sectores de la sociedad que se movilicen pacífica, pero masivamente, contra la incompetencia, la corrupción impune de este gobierno, la conducción estúpida de la educación, la infraestructura y la justicia.
Uno, dos o más líderes de los partidos que fueron vulgarmente cartereados durante las elecciones municipales y luego las presidenciales y legislativas, deberían llamar a un Gran Foro Nacional Opositor para examinar en detalles y socializar las prácticas perversas del PRM-gobierno.
Con sus conclusiones a mano, esos partidos deberían crear espacios plurales y compartidos para examinar la realidad de los distintos sectores, elaborar programas alternativos de lucha y expresarse a través de medios impulsados en común para irradiar sus ideas y sus acciones populares.
Si los partidos fuera del gobierno se convierten en opositores y crean un espacio democrático, respetuoso de sus características, pero conscientes de la necesidad de la unidad para salvar al pueblo, un nuevo arcoíris iluminaría el futuro del país y una esperanza asomaría en el horizonte para borrar esta mancha terrible a fuerza de avenidas llenas reclamando ética, respeto y democracia.
En lugar de ser cómplice por acción o por omisión de la barbarie que se cierne sobre República Dominicana, los estafados en las últimas elecciones deberían tener el suficiente patriotismo para forjar articulaciones unitarias para poner en acción al pueblo y resistir la ignominia que sobre él se cierne.
Me he cuidado de nombrar a los líderes o partidos que deben dar un paso al frente porque no es mi responsabilidad, pero es obvio que quienes más ‘ganaron’ en las pasadas elecciones fueron la Fuerza del Pueblo y el PLD.
A ellos corresponde impulsar procesos de evaluación y decidir si se mantienen como maquinarias electorales para conquistar a los votantes con promesas a cumplir cuando sean gobierno, o se convierten en luchadores cotidianos al lado del pueblo para en cada elección presentar a sus más prominentes líderes populares para que sean sus candidatos y prueben con el mando, que son lo nuevo.
Unir a los partidos opositores, movilizar al pueblo por sus más sentidas reivindicaciones y ver el proceso electoral como una corona de esas luchas, es el camino franco para derrotar este presente gris y terrible que amenaza con perpetuarse.