Mi padre, Joseph Malone, llegó al país a picar caña como adolescente, antes de instaurarse el gobierno de Trujillo, soy hijo de un picador de caña cocolo.
Soy dominicano, porque los empresarios azucareros y el gobierno dominicano no crearon las condiciones necesarias para que los dominicanos de la generación de papá picaran la caña.
Nací en una plantación cañera, me crie y estudié con chicos haitianos, el padrino de mi hermana menor es haitiano, ellos, papá y yo, todos somos inmigrantes.
Un siglo después, empresarios bananeros y el Gobierno, quieren traer haitianos a cosechar el banano como ayer trajeron a los cocolos a cosechar la caña, estamos estancados.
La historia no se repite, decir eso es una irresponsabilidad mayúscula, la historia es una compilación de lo que nosotros hacemos, aquí se repite la mezquindad empresarial.
El presidente Luis Abinader, por su membresía y lealtad al Foro Económico Mundial (FEM) debe admitir haitianos como parte de la política de fronteras abiertas del organismo.
El FEM quiere destruir el estado-nación para “reconstruirlo mejor”, Abinader está comprometido con esa idea, no con la dominicanidad, por eso eliminó los símbolos patrios de su iconografía gubernamental.
El gobierno y los bananeros dicen que los haitianos son una “necesidad” para la “competitividad, sostenibilidad, y estabilidad”, el argumento carece de “seriedad”.
Tenemos muchísimos dominicanos desempleados, los exportadores bananeros tienen buen negocio, pueden atraer trabajadores dominicanos si ofrecen mejores sueldos y condiciones laborales.
Mientras Abinader nos entretuvo con su muro y militarización fronteriza, entraron muchísimos haitianos, pero el Presidente necesita más.
Si Abinader hace con los bananeros, en el 2024, lo mismo que hizo el gobierno del 1924, con los cañeros, entonces el “cambio” es pura retórica engañosa.