El mundo contempló el lunes, en el día de Martin Luther King, en directo, la inusual vuelta al poder de un hombre que, hace apenas 4 años, parecía salir por la puerta de atrás de la historia, negándose a reconocer su derrota y habiendo incitado a una turba que tomó por asalto el Capitolio, la sede del Congreso de los Estados Unidos.
Los actos del lunes, tendrán, como todas las cosas, miles de interpretaciones, habrá quien se detenga, en el gesto impaciente del nuevo presidente mientras esperaba que la primera dama, Melania, se le uniera para subir las escalinatas de la Casa Blanca, en el sombrero de la señora Trump, en perfecta combinación con su ropa, pero que no sólo ocultaba sus ojos, sino que también hizo imposible el beso de su esposo, en la imagen que se ha hecho viral.
Habrá quien se concentre en los miembros de la elite tecnológica, los multimillonarios, ¿oligarcas? que estuvieron sentados en lugar preferente en la ceremonia de juramentación, inauguración, dicen en inglés; o en el saludo con reminiscencias nazis, del señor Elon Musk, en uno de los actos posteriores.
Lo cierto es que durante todo ese día, la democracia norteamericana funcionó como lo ha hecho casi siempre, excepto en el 2020, cuando salía Trump, con todos los expresidentes presentes, en el acto formal de transición pacífica de mando.
Con el presidente Biden y la vicepresidenta Kamala Harris, escuchando con estoicismo, un discurso francamente insultante, a estas alturas nadie puede esperar del señor Trump, el comedimiento que hubiera recomendado el profesor Carreño, ante la presencia de los mandatarios salientes.
Pero es, en el discurso mismo, y, en las órdenes ejecutivas firmadas en las primeras horas, en donde está claramente marcado el talante de la gestión que se ha iniciado.
Trump, ha vuelto a lanzar la amenaza a Panamá, de retomar el canal, en un discurso en que curiosamente, no ha hecho lo mismo con relación a Groenlandia, ni con Canadá, será porque no es lo mismo amenazar a una nación de América Central, que una del norte o de Europa cuando se retoma la batuta imperialista, como si Panamá no fuera a despertar la solidaridad de otras naciones del mundo, 48 años después de la firma de los tratados Torrijos-Carter.
De las órdenes ejecutivas, resaltan la salida del Acuerdo de París, que de nuevo demuestra su desdén por las amenazas ambientales que enfrenta el planeta, el cambio climático y sus efectos en desgracias naturales cada vez más grandes. Ni que decir de la salida de la Organización Mundial de la Salud.
¿Hará lo mismo con la OTAN?
El perdón a los acusados por el asalto al Capitolio, es una afrenta a los miembros de la Policía y organismos de seguridad que fueron atacados por la turba agresiva, poniendo en riesgo a congresistas y al exvicepresidente Mike Pence.
La segunda era Trump, ha comenzado, es muy temprano para saber si será de oro o si será caótica como describen algunos de sus antiguos funcionarios la primera, en el testimonio de numerosas libros que circulan profusamente.
Una cosa está clara, como en el anterior, este gobierno del señor Trump, dará mucho de que hablar, ojalá, que sea para bien.