Hoy día, la verdad se abre paso con dificultad, especialmente cuando se intenta construir una narrativa alrededor de promesas económicas. Resulta altamente improbable que Francia «financie» el Tren Metropolitano de Santo Domingo.
La realidad es que la nación gala se encuentra en una situación económica precaria, con una deuda superior a los 33 billones de euros, equivalente al 113% de su Producto Interno Bruto.
El propio ministro de Economía francés, Éric Lombard, ha admitido públicamente la vulnerabilidad de su país, declarando que «nuestra nación está perdiendo su soberanía, independencia y puede encontrarse bajo amenaza de los prestamistas y el tutelaje del FMI».
Ante una deuda tan abrumadora, el Fondo Monetario Internacional (FMI) exige austeridad para sanear su déficit presupuestario.
Además, Francia ha visto mermados sus ingresos tras la expulsión de empresarios franceses de sus excolonias del África subsahariana y la consecuente suspensión de vínculos económicos con París.
Claramente, Francia necesita financiamiento; no está en posición de proveerlo. Si el presidente francés, Emmanuel Macron, afirmó lo contrario, su declaración carece de fundamento.
Vistazo a la historia económica del país: Contratos y controversias
Nuestra historia reciente nos muestra un camino diferente para la infraestructura. Incluso figuras polémicas como Joaquín Balaguer, considerado por muchos el peor líder después de Trujillo, lograron construir importantes obras como termoeléctricas e hidroeléctricas.
Esas infraestructuras, y los millonarios que surgieron de sus contratos, se financiaron con ahorro interno, sin recurrir a préstamos hipotecarios nacionales.
Luego, Leonel Fernández levantó su «Nueva York chiquito», con túneles, elevados y el Metro de Santo Domingo, utilizando un mínimo de préstamos que hipotecaran nuestro futuro.
Más adelante, Danilo Medina, a pesar de la oposición del entonces candidato Luis Abinader, construyó Punta Catalina, la espina dorsal de nuestro sistema energético. Aunque su gobierno fue tildado del «más corrupto del país», Medina garantizó nuestra seguridad energética sin endeudamiento significativo.
El enigma del «crecimiento» actual y la deuda incomprensible
En contraste, el gobierno de Luis Abinader ha recurrido a préstamos, justificándolos bajo el estandarte de la «honestidad y transparencia». Sin embargo, persiste una pregunta crucial: ¿en qué se gasta el resto del dinero que deberán pagar nuestros futuros descendientes?
El supuesto «crecimiento económico» de Abinader, sumado a las remesas, debería, en teoría, hacernos autosuficientes y evitar la necesidad de más endeudamiento.
Sin embargo, este «crecimiento» no se traduce en mejoras palpables para todos, como la ausencia de agua potable en las inmediaciones del mismo Banco Central, epicentro de nuestra supuesta «bonanza económica».
La acumulación de mentiras improvisadas sobre otras mentiras augura un derrumbe inminente del castillo de naipes que el actual gobierno ha construido. Tarde o temprano, Abinader tendrá que rendir cuentas sobre estas incoherencias.