La historia se construye con la narrativa y, está frecuentemente no responde a la verdad; se hace verdad percibida porque en ocasiones desde el poder se impide responder, pero también por la desidia de quien está en posesión de la información correcta y no la sirve: Leonel y el PLD, son ejemplo de este último caso.
Aunque nunca se ha establecido en forma real, todos admitimos que a su muerte la fortuna de Rafael Trujillo era enorme: Casi toda ubicada en el país y estaba, constituida por propiedades inmobiliarias, empresas e inversiones que fueron transferidas al Estado por diversas leyes y decretos convirtiendo a este en el principal empresario de la República al punto de que el 85% de los empleos eran generados por el Gobierno y esas empresas, lo que desde luego no es normal en ningún Estado democrático basado en las reglas del capitalismo.
Sobre la base de ellas- y las leyes de Reforma Agraria- Joaquín Balaguer forjó el camino hacia el progreso y la democracia en un país del pasado en que el azúcar (CEA) era la espina dorsal de la economía, la CDA volaba por los cielos del mundo y la CDE nos alumbraba, a veces: Pero ese no era el futuro. Mientras ellas morían a lo largo de 30 años, necesariamente, se creaban banqueros, industriales, comerciantes, constructores, empresarios de zonas francas, del turismo y se diversificaba la agricultura, la mayoría de aquellas empresas, en particular el CEA colapsaron en el periodo 1978-1986 y en el 1996 estaban cerradas o eran cascarones que drenaban las arcas públicas con subsidios insostenibles.
Pero, sobre todo eran innecesarias porque en el país ya había quienes – eficazmente- fabricaban clavos, zapatos, pintura, molían harina, vendían carros, seguros, etc., labores que no son propias del Estado; ya éramos una república, no la aldea patriarcal de Trujillo.
Con la Ley de Capitalización aprobada por 15 senadores del PRD y uno del PLD se acordó regularizar la cesación de actividades de la mayoría de las 35 empresas que estaban cerradas o en actividad deficitaria y pasar sus activos al Banco de Reservas, a quien debían sumas millonarias como fueron los casos de: Seguros San Rafael, cuyo edificio se le entregó, CORDE y el CDA desaparecieron, pero no sus bienes, sus edificios los ocupan en la avenida Churchill, el Banco de Reservas y el CEA, aunque miserable, todavía sobrevive un poco como agencia inmobiliaria de su vasto patrimonio en terrenos.
La CDE que controlaba la producción, la transmisión y la comercialización dio paso al sector privado con las EDES – en la transmisión y comercialización-, que bajo control privado reducían la presión de déficit del Gobierno, pero el PRD revirtió dicha operación y el proceso de inversión contemplado “recuperándolas” con el Pacto de Madrid y, así, hoy están ahí, bajo tutela del Estado con un déficit de más de RD$ 44 mil millones, con unas pérdidas que bajaron al 29% en el 2020 y hoy alcanzan el 40% y el país … apagado.
Los terrenos de la Fábrica Dominicana de Cementos se pasaron a Medio Ambiente y actualmente allí está el Metro, TEJANCA, fue cedida a la CDE y al Poder Judicial para el Palacio de Justicia, Aceite Ámbar, se cedió a la Corporación de Fomento Industrial, Tenería FA-2, a la CDE, La Algodonera a la Corporación de Fomento e INESPRE, la Fábrica de Clavos al INVI, PIDOCA a la Corporación de Fomento y al Municipio de Santo Domingo.
Según lo que he podido ver, solamente los terrenos de Baterías Hércules en la independencia fueron vendidos – correctamente – al sector privado, una porción al Lic. Rafael Abinader para la O&M y la otra al señor Basanta, los terrenos de la Marmolería, al Grupo Viamar y Molinos Dominicanos al FONPER, luego de licitar el 50% a un grupo extranjero. Ninguna fue a fideicomiso: Ni el PLD en su momento, ni la FP actualmente, han defendido esa actuación histórica, responsable y financieramente correcta de Leonel.
La obra de construcción del Estado dominicano llevada a cabo con mano férrea por Trujillo se evapora en el tiempo, por sus crímenes, pero también porque no ha tenido quien le escriba, mientras el nombre de Joaquín Balaguer de cuya partida se cumplieron 23 años, crece, no sólo por su obra, inmensa, sino en particular porque no obstante la atomización y luego la diáspora reformista, todos sin excepción, mientras vivía y después de muerto, le hemos defendido, su legado es común porque pertenece a la patria.
La siguiente obra de gobierno notable es la de Leonel Fernández contenida en sus tres administraciones y las dos de Danilo Medina, quien, si bien continuó la del primero, indudablemente en educación y energía, puso su impronta con la tanda extendida y Punta Catalina, que puso fin a los apagones: Esa obra no tuvo defensores cuando estuvieron en el Gobierno y menos desde que están en la oposición, algunos podrían pensar que por sus “diferencias internas”, envidias generacionales propias de un colectivo en que todos se creen “iguales” y otros por el efecto piraña.
Así como Joaquín Balaguer fue el presidente del siglo XX partiendo de una república destruida por la guerra civil, Leonel Fernández es el presidente del siglo XXI, no sólo por lo que ya hizo partiendo de un país en bancarrota en el 2004 sino porque luce referente de solución para la crisis de la deuda que se nos viene encima, entre otras, empero requiere resolver dos premisas, una fácil que parece difícil, que su gente promueva y defienda su obra de gobierno y la segunda, más difícil, plantear la del PLD de Danilo, como una continuación de su legado: Danilo llegó, porque él lo llevó y todavía juntos, aunque el segundo este deshabilitado, con el primero puntero en las encuestas, son mayoría. Unidos, son la esperanza, si no lo hacen la gente escogerá el camino más corto hacia el poder que es Leonel, pero se pone en riesgo el andar normal de la democracia.