Haití está al borde de un precipicio.
El horizonte de ese país se oscurece con la amenaza de un golpe de Estado sangriento, un desenlace que las pandillas ya han prometido sin ambigüedades.
Esto es suficiente para que de este lado oriental de la isla se enciendan las alarmas, porque el nivel alcanzado por la crisis haitiana representa una amenaza existencial para la República Dominicana.
Esta semana, Jimmy “Barbecue” Chérizier, el líder de la poderosa coalición Viv Ansanm, ha escalado la crisis en su país con su reciente amenaza de tomar militarmente la sede del Consejo Presidencial de Transición (CPT) y deponer al gobierno.
Junto a esta amenaza, ha pedido a la población que vive cerca de las oficinas del Consejo que les permitan el paso para poder llevar a cabo su plan de asalto definitivo al poder.
En su mensaje, Chérizier afirma que el país está en una “encrucijada” donde reina la “anarquía total” y está siendo rehén de un “pequeño grupo de personas”.
Capitalizando el odio
Las declaraciones de Jimmy “Barbecue” Chérizier no son un simple alarde, sino la culminación de un proceso de desintegración estatal. Con el 90% de la capital, Puerto Príncipe, bajo su control, estas bandas han dejado claro que están listas para el asalto final.
La amenaza del diminuto líder pandillero coincide con un cambio en la presidencia del Consejo Presidencial de Transición (CPT), donde el empresario Laurent Saint-Cyr debía reemplazar a Leslie Voltaire.
Este relevo se produce en medio de una creciente insatisfacción popular con la influencia del sector privado, ya que algunos miembros de la élite empresarial, incluyendo a figuras como Saint-Cyr y el actual primer ministro Alix Didier Fils-Aimé, han sido acusados de armar y financiar a las pandillas que han sumido a Haití en una crisis de violencia.
El conflicto en Haití no es un enfrentamiento común entre el Estado y el crimen, sino una manifestación de un sistema en el que la élite adinerada ha usado a las pandillas para sus fines políticos y económicos.
Chérizier, un exoficial de policía, explota con sabiduría y eficacia este resentimiento popular. Al enmarcar su movimiento como una lucha para “destituir a estos nueve ladrones (del CPT)”, intenta capitalizar la frustración contra un sistema corrupto que ha fallado a la mayoría.
Su llamado a la población para que “cedan el paso” no es solo una estrategia de seguridad, sino un intento de construir una aparente legitimidad.
En las áreas que controlan, las pandillas se han convertido en la única “autoridad”, supliendo con terror y violencia los servicios básicos que el Estado no puede proveer. Esta relación de miedo y dependencia es lo que “Barbecue” intenta manipular, posicionándose como un liberador en lugar de un opresor.
Las consecuencias
Si las pandillas logran su objetivo, el gobierno de Haití desaparecería automáticamente. Las sedes de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial serían ocupadas, y en lugar de un sistema de leyes, las decisiones se tomarían por la fuerza y el miedo.
Sin embargo, lo peor no terminaría con la caída del gobierno, porque la violencia se intensificaría a medida que las pandillas se disputaran el control de territorios y recursos, sumiendo al país en una anarquía total.
La economía formal colapsaría por completo, reemplazada por un sistema basado en la extorsión y el contrabando. El control total de puertos y aeropuertos les permitiría a los criminales monopolizar el tráfico de armas, drogas y personas.
Ante este escenario, la comunidad internacional probablemente retiraría sus misiones, dejando a Haití como un “Estado fallido” en su máxima expresión, aislado del mundo y consumido por el caos.
Amenaza inminente para el país
Esta crisis en Haití representa una amenaza existencial para la República Dominicana. La consolidación de un narco-Estado criminal al otro lado de la frontera podría provocar una oleada migratoria masiva y descontrolada, difícil de gestionar y con potencial para sobrecargar los servicios sociales y la economía dominicana.
También se desestabilizaría la frontera, con un aumento del contrabando de armas y drogas y la conversión de Haití en un santuario para el crimen organizado transnacional, lo que representaría un grave riesgo para la seguridad nacional.
La falta de una autoridad central legítima en Haití permitiría que grupos delictivos usen el territorio haitiano como base de operaciones.
Recomendaciones
Ante este escenario crítico, la República Dominicana no puede esperar a que el desastre se consuma, por lo que es necesario un enfoque proactivo y estratégico.
Por ejemplo, se debe fortalecer la frontera con tecnología de vigilancia avanzada, drones y más personal capacitado para disuadir la migración masiva y el contrabando.
La República Dominicana debe insistir con su presión por una intervención internacional, sin más demora, que estabilice a Haití, siendo crucial coordinar con otros países de la región y organismos internacionales para encontrar una solución duradera.
El país debe, también, estar listo para elaborar planes de contingencia y gestionar la posibilidad de una crisis humanitaria, para mitigar el impacto de un posible flujo migratorio masivo.
Con la situación en Haití al borde del colapso, las amenazas de “Barbecue” ya no son meras palabras, sino una grave señal de alarma.
La respuesta de la República Dominicana a esta crisis no solo determinará el destino de todos sus ciudadanos, sino que también influirá en la estabilidad de toda la región caribeña.
En medio de este escenario caótico, el gobierno del presidente Luis Abinader debe actuar con máxima cautela y preparación, pues el futuro de la isla entera pende de un hilo.