Se atribuye a Mahatma Gandhi haber dicho la frase “ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”, la que fue repetida en varias ocasiones por Martin Luther King, dos referentes de la filosofía de la NO violencia, esa que el mundo rechaza hoy, tristemente, con firmeza.
El pasado 2 de octubre pasó desapercibido para la mayoría de las personas que era el “Día de la NO violencia”, establecido por Naciones Unidas para recordar lo importante que es rechazar y combatir la violencia, esa que afecta desde siempre al planeta. Se escogió esa fecha para destacar la vida y el pensamiento de Gandhi, quien enfrentó a un imperio con sufrimiento y actitudes pacíficas.
Ahora, en pleno siglo XXI, marcado por los inmensurables avances científicos y económicos, la violencia parece desbocada y dueña de un lugar destacado en el escenario de la humanidad. Para dónde se mire, encontramos conflictos, ataques, guerras, muertes, persecución, acoso, imposición por medio de la fuerza y, en resumen, acciones que tienen una marca que en nada contribuye para que haya armonía y paz entre personas y naciones.
El concepto expuesto por Gandhi de “ojo por ojo, y todo el mundo terminará ciego”, encuentra su mejor ejemplo en el doloroso caso que se está viviendo en la franja de Gaza. ¿Quién no repudió la brutalidad del ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 –con más de mil muertos y 251 rehenes–? El repudio fue generalizado, lo mismo que ahora se censura la respuesta de Israel, que durante dos años ha destruido prácticamente el mundo palestino en la Franja de Gaza. Se pierden los ojos de ambos bandos por la violencia.
El mismo Día de la NO violencia, un grupo de activistas pacifistas de más de 40 naciones fue detenido por Israel, cuando se dirigían a Gaza para protestar en contra de la continuidad de una guerra que ha rebasado cualquier límite. La voz de quienes pretenden levantar la voz de la NO violencia por medio de demostraciones pacíficas se silencia.
Israel rechaza la paz, Hamás rechaza la paz. Putin y Rusia rechazan la paz. La violencia está presente en todos lados y agobia a las sociedades de todo el planeta. Estamos ante una ola de violencia en la que incluso las acciones que la marcan ignoran la justicia, el respeto a la vida y los derechos humanos.
No se trata solamente de las grandes confrontaciones y guerras. Se impone un estilo de vida violento en cada lugar, con diferentes matices, pero con el mismo sello final.
Al terror se le responde con más terror, frente a los extremismos, más extremismos. A los opositores se les persigue y se asfixia a aquellas voces que claman por respeto, justicia, derechos, libertades y el cese de cualquier tipo de represión o violencia.
En Estados Unidos hay una epidemia de tiroteos y asesinatos. Todo, porque prevalezca el derecho a las armas por encima del derecho a la vida. De la Casa Blanca surge un lenguaje de guerra, y uno de los blancos son los migrantes, incluyendo a pacíficos y productivos trabajadores.
La tensión en la región es grande, con presencia militar en las aguas del Caribe y acciones que olvidan derechos y justicia para imponer “mi fuerza y mi verdad”.
En no pocos países se atenta constantemente contra la libertad de prensa y periodistas. Nicaragua, Venezuela, El Salvador, Guatemala y Cuba, son algunos ejemplos. Las formas de violencia son variadas y están presentes en todos lados. Por ejemplo, en Europa los brotes de antisemitismo y los ataques a sinagogas, sumados a islamofobia, han convertido la convivencia multicultural en un terreno de constante sospecha y agresión.
Verdaderamente el mundo se está quedando ciego de tanto “ojo por ojo”. La insensibilidad es gigantesca. Por eso preocupa la acción intimidatoria y abusiva que se dio contra los integrantes de la Flotilla Global Sumud, porque se trata de una demostración de fuerza que se impone al intento por levantar una voz de protesta que exige la paz, armonía y el respeto al derecho a la vida.
El mundo de hoy tiene grandes contrastes: si bien estamos hiperconectados y nunca antes fue tan fácil transmitir mensajes a favor de la paz, solidaridad o la justicia; lo que vemos es represión, guerras e intolerancia. Si bien los discursos de casi todos los líderes mundiales apuntan a crear un mundo con mayor respeto y mejor en todos los sentidos; lo que hay en los cinco continentes es irrespeto, injusticia, y los síntomas que muestran la presencia de la violencia en todas sus expresiones.
La ONU se ha convertido en un espectador más en medio de este mar de violencia. Transcurrió la Asamblea General en medio de quejas, denuncias y señalamientos, muchos de ellos demandando una intervención para terminar con los conflictos y guerras, pero los superpoderes que dirigen en realidad el organismo multinacional más importante del mundo hacen nada o muy poco para cambiar el rumbo por el que marcha el mundo.
“La no violencia es la mayor fuerza a disposición de la humanidad. Es más poderosa que el arma de destrucción más poderosa concebida por el ingenio del hombre” Esta frase la dijo alguna vez el propio Gandhi, pero a la luz de los acontecimientos, parece que la humanidad necesita encontrar, ¡urgentemente!, la forma de activar esa arma maravillosa.