“Nadie está obligado a lo imposible”.
Una máxima sustentada en la lógica y en la ley.
Pero siempre habrá algo que hacer. Por algún punto debemos comenzar. Cada cual tiene su ‘librito’ y cada uno tiene sus ‘soluciones’. La autoridad no debe fallarnos de nuevo. Porque esta crisis, este caos, no aguanta más. Seguir de brazos cruzados, buscando culpables en los demás, es ser tan o más irresponsable que a los que atribuimos el punto a donde hemos llegado.
Hablo del tránsito vehicular. Un pandemonium cotidiano en que cada dominicano tipifica la crisis con el símil, con razón sobrada, de que cuando se sale a las calles cada día es como lanzarse a un campo de batalla, del que no sabemos si saldremos ileso, herido o hasta muerto.
Un problema que ha llegado a la categoría de desorden colectivo por la irresponsabilidad de las autoridades, en primer lugar, y por la carencia de civismo de la generalidad de la población. Un coctel que no puede ser más explosivo, peligroso y dañino. Dificil, pero no imposible, de contener y de lograr soluciones, aunque sea de largo plazo.
Enumerar el cúmulo de las acciones, o inacciones en la mayoría de los casos, de las autoridades y de la gente para enfrentar esta crisis nos agotaría el espacio disponible para este comentario. Pero todos los conocemos. Escoja usted el que más le guste, o le disguste. Lo primero es lograr que la gente revierta la incredulidad frente a las medidas oficiales. Se requiere, asimismo, más educación, racionalidad, paciencia, civismo de la gente.
Si sacamos cuentas, los ciudadanos seguimos perdiendo el juego 10-1.
Esperemos y actuemos ante al nuevo reto que enfrentamos.