República Dominicana aparece entre los países de América Latina y el Caribe con mayores precios de productos y servicios energéticos, entre los que se incluyen el gas licuado, el gas natural, la electricidad, entre otros.
Junto al país se encuentran Barbados, Chile, Panamá y Uruguay, según consta en el estudio Desarrollo de indicadores de pobreza energética en América Latina y el Caribe, publicado este mes por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
El informe señala además que aquí, en Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Panamá y Uruguay los quintiles de menores ingresos destinan entre 19% y 15% de sus ingresos al gasto en energía.
El informe señala que el gasto excesivo para satisfacer las necesidades energéticas condiciona el bienestar de los hogares.
República Dominicana se destaca además entre los países con mayor consumo de gas licuado de petróleo (GLP), con los precios más altos del kerosene y donde los hogares deben gastar más para adquirir tecnologías eficientes de refrigeración.
El país también sobresale por los elevados precios de los sistemas que se emplean para la cocción de alimentos, tanto de las tecnologías que utilizan electricidad como las que usan gas.
“Nicaragua y República Dominicana muestran tendencias similares en materia de cocción de alimentos, donde los precios son más del doble que la media de precios ponderados de los demás países, a excepción de Honduras”, indica el informe.
El documento detalla que en el caso de las encimeras empotrables (artefactos para cocinar) a gas los precios oscilan entre los US$500 y los US$1,000, y las eléctricas superan los US$1,000 dólares en el país.
El estudio concluye en que en términos de equidad en el acceso a la energía, en la región se observan importantes barreras en los precios y tecnologías de alta eficiencia y una marcada desigualdad en términos de gastos energéticos de los hogares.
“En una región marcada por la desigualdad, el acceso a energía reproduce las condiciones socioeconómicas de los países de la región, lo que genera un panorama preocupante para las perspectivas de transición energética justa”, advierten los autores del informe.
Agregan que aunque la complementariedad de medidas de eficiencia energética podría posicionarse como una solución tanto para aminorar la presión económica en los hogares, como para disminuir su consumo de energía en base a combustibles fósiles, el alto precio de los artefactos de mayor eficiencia dificulta el cambio tecnológico autónomo de los hogares.
Finalmente señalan que en términos de calidad de la energía los resultados indican que la estabilidad del suministro eléctrico en los países de la región dista mucho de estándares internacionales de calidad. En este sentido precisan que en ciertos países esta brecha se relaciona con la cantidad de interrupciones, mientras que en otros con menores interrupciones preocupa la demora en la reposición del servicio.