Con papeles o sin ellos, legal o ilegal, hay haitianos que hacen de las construcciones y casas abandonadas un “cálido hogar”.
Su modo de operación es sencillo. Primero llega uno, o dos o tres, y luego, no importa la capacidad del espacio, se van sumando familiares y amigos ávidos de un techo “seguro” y que no represente ningún gasto.
LISTÍN DIARIO quiso recorrer algunos lugares en donde es común esta práctica. Al hacerlo, ha podido notar que algunos ocupan casuchas abandonadas en barrios marginados y que una vez las habitan no hay quien los saque de ahí. Otros corren con mejor suerte y se instalan en sectores privilegiados de la ciudad.
A Claude Batiste le fue bien cuando llegó a República Dominicana. Era una adolescente y a su llegada ya su padre “tenía una casa” nada más y nada menos que en un buen sitio de Arroyo Hondo.
“Debo decirte que me sorprendí cuando me llevaron a esa casa. Claro, seguíamos igual de pobres, a veces sin tener para la comida, pero teníamos un techo seguro y bonito”.
Al dar estos detalles, en un español perfecto, la joven suspira y cuenta que fueron muchas las noches que se acostaron sin cenar, pero al menos si llovía o hacía sol tenían donde protegerse.
“No sé de quién era o es la casa, tampoco por qué la dejaron abandonada, pero sí sé que fue un amigo que se llevó a mi papá a vivir con él y su familia. Te cuento que vivíamos 17 personas en una vivienda de cuatro dormitorios, una sala amplia, un comedor, una cocina y cinco baños. Muy cómoda, pero éramos muchos. Creo que ahora vive más gente”, lo dice y no puede evitar sonreír.
Reconoce que para entonces era menor la presencia de haitianos en el país.
De esa experiencia Claude sacó buenos frutos. Sus tres mejores amigas o hermanas, como ella les llama, las conoció en la que fue su casa por 16 años. Ella llegó de 15, se mudó a los 31 y ya tiene 36. Su carrera de médico la hizo viviendo en ese lugar, pero formó tienda aparte cuando comenzó a trabajar. Hoy vive con una hermana en un barrio no tan privilegiado, pero es el que pueden pagar.
Nunca se avergonzó de vivir en una casa abandonada y mucho menos de ser extremadamente pobre.
“Mi papá trabajaba construcción, con eso me ayudó para que yo estudiara, que de hecho, por eso vine a este país que amo. Había que mandarles dinero a mi madre y a mis hermanos, y luego yo conseguí trabajar como doméstica en una de esas casotas y nos trajimos a mi hermana para que también estudiara. Estamos legal aquí y mi padre antes de morir también lo estaba”, relata la joven que hoy presta sus servicios en un centro médico dominicano.
Condiciones y controversias
LISTÍN DIARIO no llegó a saberlo a ciencia cierta, pero según algunos de los habitantes de estos lugares abandonados, hay quienes “marcan su territorio”.
El que llega primero se adueña de la “propiedad” y se dedica a captar inquilinos.
“Si es grande el lugar, puede que tenga más de un ‘dueño’ y ellos cobran a los que se van mudando”.
Esa explicación la ofrece Francois, un joven que vive en una construcción abandonada, y quien de inmediato encontró de frente a uno de sus compañeros. Aunque su reclamo fue en creole, Francois hizo la traducción: “Él dice que no cuente eso”.
Al parecer, su amigo entendió la sencilla interpretación y, en un español estropeado, pero que se entendía, desmintió a Francois. “No es cierto. Todos vivimos aquí y cada quien paga lo suyo y compra su colchón”.
Al escuchar esto, el “informante” sonrió e hizo un gesto con la cabeza de que no es así, pero igual ayudó a esclarecer el mensaje.
No fue ni a uno ni a dos que reporteros de este medio preguntaron sobre cómo ocupan una casa o construcción en abandono, pero solo dos, aparte de Francois, respondieron algo, y negándose a dar su nombre.
Por diversas razones, temen tocar el tema, más cuando saben que esta práctica no es del agrado de los residentes, sobre todo en sectores como La Castellana, Arroyo Hondo, Bella Vista, Las Praderas, Ensanche Quisqueya, El Millón y muchos otros de la Capital y de diversos pueblos del país.
De ahí que, para realizar un trabajo más acabado, se le preguntó a una periodista de Santiago que si se estila ese tipo de ocupación allá y la respuesta fue: “Antes sí, ya está muy controlado, ahora lo que hay es mucha mano de obra haitiana y, como todos saben, algunos se quedan a vivir en las construcciones y cuando terminan la obra van buscando otro rumbo”. En Higüey, para tener al menos dos lugares de extremo a extremo, sí se siguen ocupando propiedades abandonadas.
“Ellos dondequiera se meten y arrastran con su gente, pero nadie hace nada. No digo más”, fue la respuesta de una persona conocida respecto al tema.
Pero bien, retomando las escuetas consideraciones de las personas que hablaron, es importante decir que ambos coinciden en que ellos solo habitan lugares que ven abandonados y que si llegan los dueños desocupan el sitio sin problema.
“Pero hay algunos que parecen no son de nadie y nunca nos sacan”. Es el comentario de uno de ellos que lleva tres años residiendo en un edificio sin concluir ubicado en un lugar céntrico de la ciudad.
La otra persona se limitó a decir: “A mí me alquilaron una habitación y así pude traer a mi mujer”. No habló más, pero dijo mucho y, con su comentario corrobora lo que dice Francois de que hay quienes en esas casas o construcciones abandonadas “marcan su territorio” y viven de eso.
Quejas por falta de higiene
La ruta para ver cómo viven seguía. Había que mirar de lejos y tantear cada caso. Son celosos de “sus casas” y al parecer les atemoriza pensar que alguien los saque de ahí, aunque es difícil. Los moradores de La Castellana lo saben.
Con todo y tener una de las juntas de vecinos más fuerte, no han podido hacer que se mude un grupo de haitianos q u e lleva años ocupando una propiedad abandonada. Lo que les molesta a los habitantes del lugar y a otros de los di ferentes sectores es el hacinamiento en que viven y la bulla que hacen todo el día.
De hecho, hay residentes en barrios de extrema pobreza que aseguran que donde se muda un haitiano, a la semana ya hay diez, y que no cumplen con la más mínima higiene.
“Yo hace mucho que vivo por aquí, y soy pobre, pero mi casa es limpia y por eso no entiendo por qué si ya decidieron vivir en una casa abandonada, por qué no la limpian. A mí no me importa que se queden en lo que no es suyo, pero que no estén ‘empaquetao’ y con tanta basura”.
Lo cuenta una señora que, aunque dijo su nombre y quiso foto, su hijo no lo permitió “porque esos haitianos son guapos”. Teme que tomen represalia contra su madre por opinar sobre el tema. Después de eso, un señor que quería hablar solo se limitó a decir: “Tienen un batey aquí”.
En la calle Euclides Morillo, próximo a la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD), hace un tiempo desalojaron a un amplio grupo de haitianos que ocupó una propiedad y hasta fritura y otros negocios tenían ahí, hasta que los dueños decidieron desbaratarla para construir un edificio. Llevaban alojados ahí casi desde el año 2000. Eso cuenta Manuel, una persona que ha colaborado mucho con este trabajo.
SEPA MÁS
Sin grandes gastos
El ingeniero de una construcción que está cerca de una edificación abandonada se interesó en el tema y sin proponérselo dio un buen dato: “Qué bueno que Listín haga este trabajo, porque no es para que los saquen, pues ellos ocupan propiedades que al parecer nadie reclama, pero es necesario que si se van a quedar viviendo ahí donde no pagan nada, absolutamente nada, ni agua, ni luz… en fin, que al menos se les exija que limpien su entorno. En la Guarocuya, ahí en Las Praderas, hay una casa que está ocupada como por cuatro o no sé cuántas familias, y eso da pena. Ese descuido y el escándalo que hacen deprecia las propiedades cercanas. No es nada en su contra, son muy trabajadores, pero esa práctica nos hace daño”, concluye esperando que se tome control sobre el asunto.